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“Hay zonas dominadas por grupos armados en las que somos la única organización que puede operar”

Patricia Danzi, directora del Comité Internacional de Cruz Roja en África, cree que el desplazamiento creciente de personas debido a los conflictos y el cambio climático es el mayor problema del continente

Patricia Danzi, durante su visita en Madrid.
Patricia Danzi, durante su visita en Madrid.Miguel Lizana (AECID)
Alejandra Agudo
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Patricia Danzi (1969) se unió al Comité Internacional de Cruz Roja (CICR) en 1996. Ese mismo año participó en los Juegos Olímpicos de Atlanta, en Estados Unidos. Mitad suiza, mitad nigeriana, esta atleta sabe bien lo que es superar las carreras de fondo, las de velocidad y saltar obstáculos, y no solo por su trayectoria deportiva al más alto nivel. Es en el trabajo humanitario en el que, en distintas posiciones, ha tenido que afrontar las pruebas más duras, aquellas en las que el final no es una línea y el premio una medalla, sino salvar vidas. Primero en Los Balcanes, después en Perú y más tarde en República Democrática del Congo y Angola. También trabajó en la central como responsable de operaciones para el Cuerno de África y asesora política del director de operaciones, hasta que en noviembre de 2008 ella asumió dicho cargo para América Latina y el Caribe. Un puesto que dejó en abril de 2015 al ser nombrada directora regional para África.

De visita en España, Danzi hace balance de sus dos años y medio al mando de las acciones humanitarias del CICR en África que, con 29 delegaciones y 6.000 empleados, representa casi la mitad de las actividades de la organización en todo el mundo.

Pregunta. ¿Cómo ha evolucionado la situación humanitaria de África desde que es directora regional del Comité Internacional de Cruz Roja en el continente?

Respuesta. Hay aspectos de la vida de la gente que han mejorado, por ejemplo, en las zonas donde se produjo la crisis del ébola. Hoy, nuestro trabajo allí es menor. África austral también va mejorando sus niveles de conflicto y violencia. Pero en los contextos del Sahel, los Grandes Lagos y del lago Chad, hemos invertido más. También en Libia, aunque allí no tenemos todavía la capacidad de hacer todo lo que querríamos.

Sudán del Sur es el único país donde todavía lanzamos comida con aviones. Esto es ayuda humanitaria del siglo pasado

En cuanto a número de desplazamientos, la República Democrática del Congo es claramente una de las crisis más grandes y complicadas. También la República Centroafricana. Y Sudán del Sur es un conflicto en el que no hemos visto avances; no solo no para, sino que va en aumento. Los combates, a pesar de que entramos en la estación de lluvias, no han cesado. En septiembre ha habido la misma cantidad de heridos que en todo el año pasado. Y la acción humanitaria es muy cara allí por la cuestión logística. Cuesta siete veces más llevar asistencia a un pueblo en Sudán del Sur que en Somalia, donde tampoco es fácil. De hecho, es el único contexto en el mundo donde todavía lanzamos comida desde aviones. Esto es ayuda humanitaria del siglo pasado; querríamos trabajar con las comunidades para aumentar su resiliencia y que puedan regresar lentamente y reconstruir su vida.

Por todo esto, hemos tenido que hacer llamamientos extraordinarios para pedir más fondos para África, lo que quiere decir que hay más necesidades.

P. ¿Cómo afecta a esos llamamientos de fondos para atender las emergencias humanitarias en África que la atención de la comunidad internacional se concentre en la crisis de refugiados en Europa?

R. Es parte de nuestro trabajo contar al mundo que hay problemas en África, en países donde efectivamente el foco de atención de la comunidad internacional no existe, pero el sufrimiento sí. Nos consideramos la voz de la gente que no puede contar sus historias. Se habla mucho de los refugiados y migrantes, pero en África la mayoría nunca sale de su país cuando se marcha, sino que son desplazados internos. Y los que traspasan fronteras, en realidad se quedan en África. Lo que vemos en las noticias, muy tristes, sobre lo que ocurre en el Mediterráneo, representa el 20% o menos del problema. Hay que contar las historias que no son contadas, también las del desierto del Sáhara. Afortunadamente, contamos con el apoyo de Gobiernos, como el español, que cada año valoran nuestra labor y nos dan fondos para el siguiente. Es importante poder hacer previsiones y saber que, si iniciamos un proyecto en un hospital, podremos concluirlo. Saber que a los seis meses no se va a agotar el dinero, lo que supondría el cierre del programa.

P. ¿Tiene algún impacto que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anuncie recortes en sus contribuciones a la ONU u otras organizaciones?

R. Nuestro trabajo no se ve afectado directamente, pero sí podría hacerlo indirectamente. Si otras organizaciones tienen menos presupuesto, acaba teniendo un impacto en nuestra labor, porque no estamos solos.

P. En las emergencias humanitarias, lo urgente es salvar vidas, pero ¿cómo se previene que se produzcan nuevas crisis?

R. Las organizaciones humanitarias no pueden resolver problemas políticos, es un hecho. Pero sabemos que cuando una guerra se termina, cuando se firma un acuerdo de paz, si no hay ayudas para apoyarlo después, este no suele tener éxito. He visto muchos procesos de desarme que, al principio, han funcionado muy bien porque en un primer momento hay entusiasmo y fondos. Pero cuanto más tiempo pasa, menos atención se presta y los problemas de base no se resuelven. Ocurre sobre todo allí donde no hay presencia del Estado, donde la población no tiene acceso a servicios básicos como educación, sanidad o participación política. De tal modo que la razón principal de la guerra no desaparece y el conflicto volverá en algún momento, en meses o años, pero volverá.

P. En este sentido, ¿cuál es el encaje del trabajo humanitario con los proyectos de desarrollo?

R. Ya no se puede decir que acaba uno y empieza el otro. Es importante que ambos trabajos se hagan conjuntamente. Nosotros, que somos una organización humanitaria, a veces realizamos labores que son la base para una posterior intervención de desarrollo. Por ejemplo, cuando establecemos sistemas de suministro de agua potable en ciudades como Goma o Bangui para un determinado grupo de población, nuestra labor es la base sobre la que otros actores pueden seguir trabajando después.

P. Pese a los esfuerzos de unos y otros, África es escenario de numerosas crisis humanitarias, muchas crónicas. ¿Por qué tenemos las mismas (o peores) malas noticias de hambre, violencia y migraciones año tras año?

Las noticias de África son malas siempre. Cuando hay una buena, no es noticia. Esto hay que cambiarlo

R. Porque las noticias de África son malas siempre. Cuando hay una buena, no es noticia. Esto debe cambiarse porque también hay buenas noticias. Por ejemplo, a principios de 2017 tuvimos una en Gambia.

P. Pero 224 millones de personas pasan hambre en el África subsahariana, un 12% más que hace un año, según el último informe de la FAO.

R. Efectivamente, mucha gente pasa hambre. La pregunta es por qué. Una de las razones es que los agricultores y pastores disponen de menos tierras fértiles por la sequía y la presión demográfica. El impacto del cambio climático puede ser una razón, pero en países como en Sudán del Sur o en el norte de Nigeria, claramente no lo es. En estos contextos, el motivo es la falta de respeto a los derechos de las personas, especialmente al derecho internacional humanitario, que se viola en situaciones de conflicto y empuja a más gente a desplazarse, perdiendo todos sus bienes. La vulnerabilidad de estas personas es muy alta, son más propensos a contraer enfermedades y pasan hambre. Y no solo el clima es el responsable.

P. ¿Cómo es el trabajo en un continente con varios países en la lista negra de ataques a personal humanitario?

R. Tenemos que trabajar de manera constante para mantener abierto el espacio humanitario, la amenaza de que se vea reducido es fuerte. Doy un ejemplo: en Malí tuvimos dos incidentes de seguridad el año pasado, este 2017 llevamos 18 y aún no ha acabado. Esperemos que no haya más. Así que tenemos que luchar para ser aceptados y mantener la confianza necesaria para desempeñar nuestro trabajo. Hay bastantes zonas en las que somos la única organización que puede operar, en contextos donde el Gobierno no está y los grupos armados toman el control. Para tejer una buena red de contactos y ganarnos su confianza se requieren años, y se puede perder en muy poco tiempo.

P. ¿Qué lección puede aprender la comunidad internacional, y especialmente los países ricos, de África en cuanto a la atención de refugiados?

R. El fenómeno de la migración no es para nada reciente en África. Siempre ha sido un tema problemático, pero la política migratoria europea hace que haya cada vez más restricciones de movimiento entre países africanos. Europa, que tiene los derechos humanos como uno de los pilares de su existencia, debería tenerlos siempre presentes cuando se trata de migración. Y ver seres humanos, no problemas. Para nosotros es importante que se dé un trato digno a las personas. Los flujos migratorios son como los del agua, no van a parar, sino que encontrarán otras vías para continuar su camino. Y esas vías son cada vez son más peligrosas.

En lo que se refiere a migraciones, Europa debería ver seres humanos, no problemas

P. ¿En qué sentido ha influido la política europea de migraciones en la africana?

R. La seguridad de las fronteras de Europa se ha movido más al sur. Y el apoyo que obtienen los países africanos de la comunidad europea es para cerrar más sus propias fronteras. Así, algunos de los avances que se habían producido en cuanto a migraciones interafricanas, están retrocediendo. Esto tiene un impacto.

P. ¿Y a nivel humanitario?

R. Que van a tomar la ruta más peligrosa y su vida estará más en peligro que antes. La situación en Libia es terrible. El trato en los centros de migraciones que hemos conocido por la televisión últimamente no nos ha sorprendido para nada, porque nosotros escuchamos historias que son peores que esas. Son tristes e inaceptables, y esto es consecuencia de la política europea también.

P. De las historias que ha conocido en los dos años y medio que lleva en el cargo, ¿hay alguna que recuerde especialmente?

R. Me impresionan las historias personales de resiliencia. Recuerdo a una viuda en Diffa, en Níger, que me contó que habían matado a su esposo y que ella pudo huir con su hijo hasta un campo de desplazados. Me dijo que era afortunada y yo no veía que su situación fuera afortunada. Relatos como este nos dan fuerzas para continuar, porque vemos que podemos tener un impacto positivo. Las personas no son solamente víctimas, tienen muchísima fuerza. Sus relatos son lecciones que nosotros, los humanitarios, podemos usar para hacer mejor nuestro trabajo, por ejemplo, cuando pedimos ayuda para las víctimas de la guerra a los Gobiernos o ante la ONU. Si tenemos estas historias en mente, lo haremos más convencidos.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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