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“Trabajar de niño en la mina me permitió terminar los estudios”

El activista keniano Julius Opiyo lucha por sensibilizar a los mineros de su país sobre los peligros para la salud y el medioambiente derivados del uso de mercurio

El activista keniano Julius Opiyo (izq.) en la Asamblea de Naciones Unidas sobre Medioambiente en Nairobi a principios de diciembre.
El activista keniano Julius Opiyo (izq.) en la Asamblea de Naciones Unidas sobre Medioambiente en Nairobi a principios de diciembre.ONU Medioambiente
Tiziana Trotta
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Julius Opiyo (1966, Migori, Kenia) empezó a trabajar como minero con apenas 12 años. El padre se había quedado sin su empleo como policía y el dinero para cuidar de dos esposas y de 11 hijos nunca era suficiente. Si quería seguir estudiando, no le quedaba más remedio. Fue así cómo comenzó a adentrarse 600 metros bajo tierra. Como en las otras pequeñas minas de oro de la región, allí también se utilizaba mercurio para separar el precioso metal. La ley prohíbe su uso, pero la pobreza y el desconocimiento de otros métodos dejan muy poca libertad de elección a las comunidades más vulnerables. Hoy Opiyo ha cambiado el mono polvoriento por un traje limpio, pero no ha olvidado el trabajo bajo tierra. Sus esfuerzos están ahora centrados en buscar alternativas para proteger a los 5.000 mineros de todo el país que siguen estando expuestos a la contaminación por este metal pesado.

Aún recuerda la primera vez que bajó a una mina, en compañía de su primo y de una lámpara de queroseno. "Sentí mucho miedo. Era oscuro y la escalera no parecía muy resistente", cuenta desde la sede de Naciones Unidas de Nairobi, en la que participó en la Asamblea de la organización sobre Medioambiente, celebrada a principios de este mes. Con el dinero acumulado durante los turnos de fin de semana y en las vacaciones, pudo hacer frente al gasto del material escolar.

En esa época, la minería estaba prohibida en su región natal, en el occidente del país. "Era como jugar al gato y al ratón. De repente llegaba la policía y había que huir. Me resultaba muy fácil escapar al ser tan pequeño y esconderme entre los árboles, pero muchas otras personas eran detenidas y tenían que pagar sobornos para ser puestos en libertad", explica. A pesar de todo, Opiyo mira al pasado viendo el vaso medio lleno. "Pude terminar los estudios gracias al trabajo en la mina. Hay que tener en cuenta todos estos factores antes de condenar el empleo de menores en estas actividades".

La exposición al mercurio puede originar daños cerebrales, cardiovasculares y de riñón, pérdida de cociente intelectual y afectar al desarrollo del sistema nervioso de los fetos durante el embarazo. Opiyo conoce de muy cerca los problemas para la salud vinculados a este metal. Su madre fue diagnosticada con silicosis y falleció en 2015. Su mejor amigo también enfermó por la contaminación.

"Cuando empecé a trabajar en la asociación me sentía culpable por haber sido cómplice de alguna manera del uso del mercurio y de la contaminación de mi región". Este sentimiento y las ganas de reaccionar contra las injusticias sociales le empujaron a buscar ayuda económica para llevar a cabo investigaciones y actividades de sensibilización.

La exposición al mercurio puede originar daños cerebrales, cardiovasculares y de riñón, pérdida de cociente intelectual y afectar el desarrollo del sistema nervioso de los fetos durante el embarazo

En la actualidad, trabaja codo con codo con el mundo académico keniano para desarrollar métodos alternativos para la actividad minera, pero admite que existen muchos obstáculos. Uno de ellos es la ausencia de datos fiables sobre el número de afectados. A este factor se une la falta de apoyo por parte de las autoridades y la extensa corrupción. "Mientras no tengan conocimiento sobre el problema, no pueden ayudarnos", lamenta.

Kenia firmó la Convención de Naciones Unidas de Minamata, el primer acuerdo ambiental internacional que regula el uso del mercurio en actividades humanas, en 2013, pero aún no lo ha ratificado. Las comunidades mineras del país pierden cada año entre 174.000 millones y 342.000 millones de chelines (entre 1.430 millones y 2.812 millones de euros) por la contaminación derivada del mercurio, según un estudio publicado de reciente en la revista científica The Journal of Environmental Management.

La contaminación por mercurio afecta también a los que están bien informados sobre este problema, como demuestra un estudio realizado de reciente por el IPEN (una red de salud pública global y medioambiente) y el BRI (el Instituto de Investigación sobre Biodiversidad) y divulgado en la Asamblea de Naciones Unidas sobre Medioambiente de Nairobi. La investigación, realizada con ocasión de la cumbre de los países firmantes de la Convención de Naciones Unidas de Minamata, ha demostrado que la contaminación por mercurio afecta también a los representantes de organizaciones internacionales. Más de la mitad de los participantes del encuentro, celebrado el pasado mes de septiembre, presentaban niveles de este metal más elevados del umbral de alerta para la salud.

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Sobre la firma

Tiziana Trotta
Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, principalmente en Planeta Futuro y en la Mesa Web. Es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Urbino (Italia), Máster en Ciencias Históricas, Filológicas y de las Religiones por la Universidad Sorbona (Francia) y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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