Los Nelson Mandela de 2017
Tres innovadores y activistas de Nigeria, Guyana y Egipto reciben el premio Nelson Mandela-Graça Machel en Fiyi. ¿Quiénes son y qué hacen? Victor Ugo | Jubilanté Cutting | Khaled Elbalshy
Son inspiradores, jóvenes, luchadores, innovadores, transformadores... "Un rayo de esperanza". Por todo esto, Victor Ugo, fundador de Mentally Aware Nigeria Initiative (MANI) contra el estigma de la enfermedad mental en el país africano; Jubilanté Cutting, creadora de la Guyana Animation Network (GAN) para fomentar la industria audiovisual entre los jóvenes del Caribe; y Khaled Elbalshy, periodista egipcio defensor a ultranza de los derechos humanos y la libertad de expresión, han sido reconocidos con los premios Nelson Mandela-Graça Machel de Innovación.
Los galardones con el nombre del Premio Nobel de la Paz (1993) y su viuda son concedidos por la alianza de organizaciones de la sociedad civil Civicus desde 2005. En esta, su 12ª edición, los diplomas firmados a mano por la propia Graça Machel fueron entregados a sus merecedores la pasada semana en Fiyi. Allí, abrumados por la maratón de entrevistas y por ser centro de la atención de los medios de communicación locales e internacionales, los Nelson Mandela de 2017 relatan cuantas veces son necesarias sus experiencias y explican al detalles sus ideas y proyectos.
Para llegar hasta aquí, los premiados han pasado por un proceso de selección muy disputado. Sus organizaciones y luchas han competido con otras 300 candidaturas de todo el mundo. Un jurado formado predominantemente por personal de Civicus eligió 20 finalistas para someterlas al escrutinio público en las redes sociales, donde cualquiera podía apoyar o hacer comentarios sobre ellas. Finalmente, un jurado de tres personas, teniendo en cuenta las interacciones en la Red, eligió las tres propuestas ganadoras citadas más una cuarta a la acción filantrópica más valiente que se llevó la Fundación Guerrila de Alemania. "Todos ellos son un ejemplo de buenas prácticas", asevera Nic Mackay, responsable de la campaña Speak! (¡habla!) de Civicus, que promueve estos galardones que buscan "celebrar, promover y defender las voces de los ciudadanos comunes para garantizar un futuro más justo y sostenible para todos". ¿Cómo lo hacen? ¿Y por qué? Ellos mismos lo cuentan.
Victor Ugo, Nigeria. Premio a la mejor organización de la sociedad civil
Hace exactamente tres años y ocho meses que a Victor Ugo le diagnosticaron depresión. Fue durante una cena. "Siento que tuve suerte porque reconocieron en mí los síntomas y pude ir al psiquiatra. Creo que soy uno del 0,1% de los nigerianos que recibe ayuda así de pronto", relata. Debido a su propia experiencia, decidió fundar la Mentally Aware Nigeria Initiative (MANI) contra el estigma de la enfermedad mental en el país africano para que los afectados no sientan vergüenza, entiendan lo que les pasa y pidan ayuda. "La mayoría de la gente no sabe que se trata de una dolencia y que tiene tratamiento", asegura.
"Desde profesores de universidad hasta las personas más humildes piensan lo mismo, que las enfermedades mentales están provocadas por causas espirituales, las relacionan con el mal. No aceptan que son dolencias y creen que simplemente estás triste; no comprenden que puedes tener todo lo que deseas en la vida y estar deprimido", opina el joven. Para luchar contra esas creencias creó la plataforma MANI que, en menos de dos años desde su nacimiento, se ha convertido en la organización dedicada a la salud mental más grande de Nigeria.
En su país, con una población de unos 186 millones de personas, se estima que entre el 20 y el 30% sufre alguna enfermedad mental, según los escasos estudios al respecto, como el publicado el pasado 2016 en el Annals of Nigerian Medicine. Son muchos millones de personas (tantos como la población de España, entorno a 46 millones) y podrían ser más porque, como advierte Ugo, no hay datos fiables precisamente porque muchos rehúsan reconocer su dolencia y, por tanto, no acuden a centros profesionales en busca de terapia. Incluso los suicidios son ocultados por las familias por miedo a convertirse en el hijo, el hermano o la mujer de alguien que se quitó la vida, añade el jóven.
En Nigeria, desde profesores de universidad hasta las personas más humildes piensan que las enfermedades mentales están provocadas por causas espirituales, las relacionan con el mal Victor Ugo, fundador de MANI
"Tenemos que conseguir que se hable de ello", preconiza Ugo. Su estrategia es fomentar la conversación en la redes sociales como Facebook o Instagram, lanzar campañas online en Twitter, así como vídeos en Youtube y podcast para ser escuchados. A través de todos estos canales explican qué es la depresión, el trastorno bipolar o las adicciones a las drogas, enfermos anónimos comparten su experiencia y se invita a quienes detecten en sí mismos o sus amigos ciertos síntomas a pedir ayuda. "Hasta corregimos a los medios de comunicación para que se entienda que no hablamos de estados de ánimo, sino de enfermedades", detalla. MANI tiene igualmente una línea 24 horas para atender a quienes llaman en busca de consejo y, en caso necesario, le derivan a una institución donde pueda recibir el tratamiento adecuado de un profesional.
Otro de los objetivos es que aumente el grado de concienciación respecto a la salud mental para que la sociedad reclame más y mejores servicios. "Tenemos muy pocos psiquiatras y muchos se van del país", alerta. El tabú vacía sus consultas de clientes y la carencia de insituciones hace que la gente no busque terapia. Un círculo que se retroalimenta y que Ugo se ha propuesto tornar con MANI. Cuanto menos estigma, más gente pedirá ayuda y, con mayor mercado, más profesionales ejercerán la psiqitaría y psicología.
Ugo estudia medicina y ejerce como médico en un hospital privado; una labor que no le gusta, pero que realiza para costear los gastos de la organización, su verdadera vocación. Para la atención del teléfono y las redes sociales tira, además, de amigos y de desvelos nocturnos. "Si con eso hemos llegado así de lejos, imagina lo que podríamos hacer con recursos", se le ilumina la mirada. Desea conseguir más fondos para crecer. Pero hoy no tiene si quiera para comprar una cámara de vídeo, microfónos e iluminación y debe alquilar el equipo cada vez que graba un vídeo. "Gastamos 100 dólares en cada grabación y realizamos tres al mes", anota. Ha tocado a la puerta de grandes fundaciones sin éxito —"a la Gates no le interesa la salud mental", apunta— y espera que el premio atraiga la atención de inversores. Lo dice mientras prueba a hacer fotografías con la cámara de la periodista enfocando al soleado paisaje de la Universidad del Pacífico Sur, en Suva (Fiyi) donde un día después recibirá el galardón.
He creado una aplicación como Uber, pero aplicada a la salud mental en la que el paciente es el cliente y el terapeuta, el conductor
"La gente alrededor dudaba de mí; mis padres, mis amigos… Este tipo de premio significa algo más que una motivación para continuar, quiere decir que lo que hago es bueno e importante para mi país", proclama. Lejos de contentarse, Ugo tiene planes de futuro, algunos a punto de cumplirse. Sueños que le matienen en pie en sus recaídas. Y la terapia.
"¿Conoces Uber?", pregunta. Pues él ha adaptado ese modelo a la salud mental en Nigeria. "He creado una aplicación en la que el paciente es el cliente y el profesional es el conductor. Cuando el primero marca el botón de emergencia, una alerta salta en los móviles de los terapeutas de la región. Quien acepta el servicio, se compromete a llamar y asesorar al paciente", detalla con entusiasmo. Y sigue contando los pormenores de este invento que ha desarrollado con el apoyo de la farmacéutica GSK y que lanzará en 2018. "La gente podrá pedir cita con profesionales en su zona al precio que acuerden.Tendrán un diario de evolución, un recordatorio de pastillas...". Habla con alegría de este proyecto que "permitirá que la gente pida ayuda sin necesidad de hablarlo en las redes sociales". Un paso más hacia su objetivo: "Llegar a todo el mundo que lo necesite".
Jubilanté Cutting, Guyana. Premio al joven activista
Con tan solo 19 años, Jubilanté Cutting fundó en 2016 una organización sin fines de lucro en su país, Guyana. Su creación, la Red de Guyaneses en Animación (GAN, por sus siglas en inglés), tiene un objetivo tan concreto como particular: que los jóvenes artistas del país y la región del Caribe se interesen por la industria audiovisual, y más concretamente la de la animación.
Cutting era mucho más joven cuando en 2014 le surgió la idea. "La inspiración vino de mi experiencia en Animae Caribe Festival en Trinidad y Tobago", explica. Allí, asistió a un taller sobre arte, tecnología y animación. "Y me sentí molesta porque yo y otros asistentes que estábamos allí no éramos quienes deberían recibir aquella formación. Sino personas que amasen y tuvieran pasión por crear. Así que pensé que cuando tuviera la oportunidad de llevar al público adecuado a ese tipo de eventos en vez de ir yo misma, lo haría". Dos años después, ya en la universidad cursando Derecho, cumplió su promesa.
El arte se ve todavía como un hobby, no algo que se pueda convertir en una carrera profesional Jubilanté Cutting, creadora de la Guyana Animation Network
"El arte se ve todavía como un hobby, no algo que se pueda convertir en una carrera profesional", lamenta Cutting, mientras gesticula con sus manospara reafirmar sus palabras. "Estamos intentando cambiar ese modo de pensar", y hace sonar su uña contra la mesa. Para ello, a través de redes sociales, charlas en escuelas, universidades, eventos, campamentos de verano... han llegado a más de 3.500 personas con sus mensaje: la creación digital puede ser una carrera rentable en la industria global de la animación y una herramienta para sacar el país adelante.
Con un proyecto de apenas un año de vida, Cutting ya piensa a lo grande e imagina un futuro en el que la región del Caribe y Guyana compartan una potente industria de animación. "Quiero que los artistas tradicionales sean capaces de aprovechar su creatividad, pero tienen que adquirir habilidades digitales", reflexiona. Para lograrlo, focalizará sus esfuerzos en una misión cada año. "El pasado fue crear conciencia y educar, empezando desde los movimientos de base hasta los líderes del más alto nivel para que se incluya la creación artística y uso de nuevas tecnologías en el currículo educativo, tanto en la universidad como en el instituto", asegura citando las reuniones que mantuvo con la primera dama y el ministro de educación. "Con ellos tuvimos conversaciones incómodas porque no hablábamos el mismo idioma y no entendían por qué la industria digital es importante para la cultura", reconoce. "Y lo es porque no hay mejor manera de difundir la cultura caribeña que desde su propia gente. Sé que a la gente le encanta Bob Marley, Rhianna, Niki Minaj… ¿Por qué no también disfrutar de la cultura caribeña a través del arte de la animación?", plantea.
El premio supone más que un apoyo económico que le cubrirá unos meses de funcionamiento. "Significa más que un reconocimiento para mí o la organización, incluso al país; sino que se atrae atención a la región. Ahora la gente sabrá que aquí está pasando algo", y vuelve a golpear con contundencia la mesa con su índice. El galardón también ha supuesto una recarga de energía para los cuatro trabajadores de la red, todos menores de 25 años, así como para sus 15 voluntarios. No cobran nada más que la satisfación de saber que están haciendo algo bueno. Al menos, eso es lo que les dice Civicus cuando le otorga a Cutting el Nelson Mandela-Graça Machel a la activista joven del año.
Khaled Elbalshy, Egipto. Premio al activista individual
Khaled Elbalshy es periodista y defensor de los derechos humanos, especialmente la libertad de expresión. Precisamente por ello sufre los intentos del Gobierno egipcio por coartar la suya. El 21 de marzo de este año, el Tribunal de Delitos Menores de Qasr El-Nil sentenció a Elbalshy a una pena de un año de prisión suspendida durante los próximos tres años. Y este es solo el último capítulo de una larga lista de hostigamientos, cierres y condenas, como recoge en su página web la organización Front Line Defenders.
"Cuando se vive bajo una dictadura, por lo primero que se pregunta es por el estado de la libertad de expresión y de prensa en ese país", asegura. Por eso, una entrevista tras otra (y esta es la última de toda una mañana de atención a los medios) sus interlocutores le han lanzado la misma cuestión, bromea el periodista. "Nosotros vivimos en una dictadura absurda qure está acosando a los periodistas; más de 12 han sido asesinados en los últimos tres años", subraya. A los que hay que sumar los que han sido detenidos y las cientos de páginas web bloqueadas (entre ellas, la suya) y un largo etcétera de acciones para silenciar a las voces críticas.
Con todo, Elbalshy, miembro del sindicato de periodistas de Egipto, no ceja en su lucha. Se enfrenta con su pluma y su resistencia a un "Gobierno que cree que la prensa tiene que ser su voz". "De algún modo ha tenido éxito, a quien no puede comprar, le silencia, le arresta, le bloquea". Por eso, el Frente para Defender la Libertad y el Periodismo que creó con algunos colegas es uno de los últimos bastiones de la defensa de la libertad de expresión en Egipto.
En Egipto, vivimos en una dictadura absurda qure está acosando a los periodistas; más de 12 han sido asesinados en los últimos tres años Khaled Elbalshy, periodista
El periodista ha sido premiado con el Nelson Mandela-Graça Machel de Innovación 2017 en la categoría de activista individual. Tras comentar la situación general y, no sin pudos y algunos rodeos, habla de sí mismo. "He sido detenido desde la era de Mubarak, así que esto no es nuevo para mí", comenta. "Me han condenado a un año de prisión y mi sitio web está bloqueado", continúa. Esto último se ha producido, explica, tras la publicación de su último artículo dirigido a Al Sisi cuyo titulo era No te queremos y en el que señalaba que tenerle en el poder era en sí mismo una amenaza para el país. "Lo que hicieron fue coger el artículo e incluyeron lenguaje ofensivo, de odio y prohibido por la ley. Lo subrayaron y lo expusieron frente al Parlamento. Y bloquearon mi web diciendo que yo había escrito aquello", relata. "Reconocí que había escrito aquel artículo, pero sin todo ese lengiaje de odio. Pero ahora me enfrento a una posible condena de 10 años".
Su estrategia para proteger la libertad de expresión en Egipto no es otra que ejercerla y denunciar las violaciones contra ella. "Si me cierran un medio, abriré otro", adelanta. "Pero no tengo más dinero y he de buscar otras maneras de sobrevivir. Aun así, continuaré", afirma.
¿Cómo vive su familia su firmeza en esta lucha? Elbalshy se quita los escudos: "Mi mujer también paga el precio. Después de la revolución creó su una asociación para defender los derechos de las mujeres y los niños. Y a la par que cerraron mi web, cerraron su organización y se marchó". Y comenta que quizá a su regreso de Fiyi, vaya a su lado. "Siempre volvemos", sonríe.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.