La sequía asfixia a los pastores etíopes
La muerte del ganado deja a millones de personas que ya necesitan ayuda para comer sin posibilidad de recuperarse
Adina (nombre ficticio) tenía casi un centenar de cabras y ovejas. De ese ganado vivían ella y todo su clan en la región de Somali, al sudeste de Etiopía. Luego llegaron El Niño, La Niña, sequías, lluvias erráticas y tardías... Aunque los nombres de los fenómenos meteorológicos a Adina no le importan demasiado. Ella vio que la falta de agua trajo falta de forraje y estropeó los pastos. Y sus animales fueron muriendo, uno detrás de otro. Cuando solo le quedaban cuatro o cinco, decidió dejarlo todo y marcharse a otro lugar. Allí no había opciones de salir adelante.
En esta región de casi 4,5 millones de habitantes fronteriza con Somalia, también conocida como Ogadén, la sequía lleva tres años sin dar tregua. "Es una situación devastadora", resume Dominique Burgeon, director de Emergencias de la FAO (la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura). Tantos meses sin apenas agua, con malas cosechas y los pastizales secos, han provocado la muerte de cientos de miles de animales. Y, con ello, han multiplicado la cantidad de gente que depende de la ayuda humanitaria para comer en esta y otras zonas de Etiopía, como la vecina Oromía.
En todo Etiopía, más de 10 millones de personas necesitan ayuda para alimentarse
En enero, la respuesta de la comunidad internacional había reducido a 5,6 millones de etíopes (el equivalente a los habitantes de toda la provincia de Barcelona) la necesidad de asistencia alimentaria. Pero tras otra mala temporada de lluvias esta pasada primavera, hoy ya son 8,5 millones. Y a ellos se suman otros 1,6 millones de pastores de la región se Somali que recibían ayuda estructural por parte del Gobierno. Porque ante la gravedad de la situación, el Ejecutivo ha pedido al Programa Mundial de Alimentos (entidad de la ONU dedicada a repartir asistencia alimentaria) que también los incluya entre los necesitados, según explica Peter Smerdon, oficial del propio PMA.
La buena noticia, según Smerdon, es que los países y organizaciones donantes están respondiendo ante la emergencia. "Con cuatro países a un paso de la hambruna [Sudán del Sur, Nigeria, Yemen y la vecina Somalia], temíamos que la gente se olvidara de Etiopía, pero no ha sido así", señala. Con todo, aún hacen falta unos 126 millones de dólares para llevar a los afectados comida o dinero para comprarla en los próximos seis meses.
La mala es que, aunque esencial, esta ayuda de emergencia no será suficiente. Si las comunidades pastoriles pierden sus animales, les puede llevar entre cinco y siete años reponerlos. Y mientras tanto, seguirán necesitando que alguien les lleve alimento o les dé apoyo económico. Por eso es necesario, defiende Burgeon, proteger al ganado al mismo tiempo. Por ejemplo, llevando también alimento para que sobrevivan, como piensos o forraje enriquecido con melaza. Eso permitirá que la gente mantenga sus activos y pueda volver a una relativa normalidad cuando las retornen las lluvias, y con ellas las buenas cosechas y los pastos.
"El tratamiento de salud para un animal puede costar unos 40 centavos de dólar", señala el experto de la FAO. "Y reponerlo si se muere, más de 40 dólares". Así que actuar ahora es, además, un modo de ahorrar. No solo por esa vía. También por los cientos de miles de personas que de ese modo no necesitarían recibir ayuda en los próximos meses y años.
Los últimos pronósticos indican que, aunque en este comienzo del otoño las lluvias serán normales en gran parte de Etiopía, en Somali serán de entre normales y por debajo de lo normal, lo que puede agravar el problema. "Por eso debemos combinar la ayuda inmediata con la creación de resiliencia ante las falta de agua", reflexiona Smerdon. "No podemos esperar que la situación vuelva a ser como hace una década, cuando las sequías ocurrían cada varios años".
Pese a los progresos de Etiopía en las grandes cifras (pobreza, desnutrición), esta nueva realidad climática repite escenas de necesidad y urgencia regularmente. Y hace que gente como Adina decida que no puede seguir viviendo como hasta ahora, de sus animales, y deje su hogar para buscar una alternativa en otro lugar. Ella y los suyos se convierten así en desplazados climáticos. Es cierto que el pastoreo se ha tornado difícil en estas áreas pero, ¿qué pasaría si todos se fueran?
Invertir en prevención
La situación de los pastores de la región de Somali es crítica, pero los efectos de la sequía afectan a agricultores y ganaderos de todo Etiopía. Una plaga de gusano cogollero asola además las zonas productoras de maíz.
Los líderes de las tres agencias de la ONU dedicadas a la alimentación (FAO, PMA y FIDA) visitaron el país esta semana para llamar la atención sobre la necesidad de invertir en prevención y capacidad de respuesta a las cada vez más frecuentes sequías.
"Es esencial invertir en esa preparación y suministrar a los agricultores y las comunidades rurales el conocimiento y las herramientas para que puedan protegerse a sí mismos y a sus medios de vida", dijo el director general de la FAO, José Graziano da Silva.
En la región norteña de Tigray, por ejemplo, el establecimiento de sistemas de irrigación y la creación de plantaciones frutales y centros de salud han mejorado la productividad agrícola y la salud. Y dejan comunidades con capacidad de responder en los años malos. "Sabemos lo que funciona, y tenemos que trabajar sobre ello", señaló Gilbert Houngbo, presidente del FIDA.
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