La hora del almuerzo en un hogar de Yamena
La crisis económica en Chad ha incrementado el precio de los alimentos básicos y reducido la dieta de las familias incluso en zonas urbanas. En esta casa de la capital sólo se come una vez al día
Florence ha pasado las últimas tres horas de la mañana preparando la comida para el almuerzo. Será la misma que la cena. Y la misma que el almuerzo del día siguiente, hasta que se acabe. Ha venido del pueblo a Yamena, la capital chadiana, para echar una mano a su tío mientras que su mujer se encuentra de viaje por algunos días.
Alfons Kaweye vive en esta casa con sus cinco hijos, entre los que está un recién nacido, y su mujer. Tiene 40 años y hace lo que buenamente puede para llegar a finales de mes, desempeñando tareas domésticas para distintas familias. Duermen todos juntos en un pequeño cuarto, mientras que Alfons se instala en el salón, donde también se encuentra una bombona de gas que usan para preparar la comida y una nevera.
Suelen comer en una mesa instalada en el porche, donde hasta hace poco sus hijos recibían clases particulares de un profesor. En la pizarra colgada a la pared, la letra ordenada del docente permanece intacta entre fórmulas matemáticas y ejercicios de gramática francesa. Sin embargo, hace ya dos meses que Alfons tuvo que prescindir de su colaboración, puesto que las finanzas de casa empiezan a menguar.
En la pequeña nevera, hay dos coles congeladas, tomates, zanahorias y algunas botellas de agua reservada a los huéspedes foráneos. El calor ha hecho que la leche de vaca se convirtiera en ácida, pero la beben igualmente. La botella de cinco litros tiene que durar la semana entera y por eso no pueden tomarla todos los días, aunque a los niños le guste mucho. El único capricho que les ha permitido es un paquete de pasta.
Mientras Florence prepara la boule, una pasta con harina de maíz omnipresente en la mesa de los chadianos, tiene la radio a todo volumen. En el patio, dos perros buscan alivio de la canícula a la sombra de un tanque de agua. Ellos también comen boule, aunque, según el dueño del hogar, prefieren el arroz. La mujer, de 27 años, se ha lucido con la preparación de tres salsas —una de espinacas con pescado ahumado, una de hojas de mandioca con pasta de cacahuete y la última a base de gombo—.
Por mucho que a Alfons le guste el sabor de cacahuete, sabe que no pueden acabar todo el plato en un único día. Solo el pescado ahumado les ha valido unos 2.000 francos (unos tres euros). Suele ganar unos 150.000 francos al mes (228 euros), de los que gasta más de la mitad en alimentar a su familia. La crisis económica que azota el país vinculada a la caída de los precios del crudo ha hecho que los costes de los alimentos se incrementen, lo que expone al riesgo de malnutrición también a familia que hasta ahora estaban fuera de peligro.
Un total de 11 regiones sobre 20 ya superan el umbral de emergencia de malnutrición aguda y en 2017, 3,8 millones de personas estarán expuestas a inseguridad alimentaria en Chad, según estimaciones de la Oficina de Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea (ECHO).
"Antes la comida era más barata", recuerda Alfons. "Un saco de arroz de cinco kilos valía unos 20.000 francos (30 euros), pero ahora ronda los 40-50.000 (60-76 euros) y solo puedo comprar pequeñas cantidades para tirar adelante. Un litro de aceite de cacahuete está a 1.000 francos (1,5 euros). Podemos comer de vez en cuando carne, pero el pescado es muy caro, como mucho compramos el ahumado, que es más barato".
"No llegamos a comer tres veces al día", suspira. Está especialmente preocupado por los más pequeños de casa y, cuando puede, les da algunas monedas para que compren cacahuetes y las coman en el recreo escolar. "Sé que no es suficiente lo que les doy. Normalmente, un niño debería comer cuando tiene hambre", dice cabizbajo.
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