“Estamos en el corredor de la muerte porque nadie viene a rescatarnos”
Hindou Oumarou Ibrahim, coordinadora de la Asociación de Mujeres Peules Autóctonas de Chad, lucha para romper el vínculo entre cambio climático y pobreza y por la inclusión de las autóctonas en los procesos de toma de decisión
Detrás de un cuerpo menudo y una voz débil, Hindou Oumarou Ibrahim (1983) esconde un carácter fuerte. La fundadora de la Asociación de las Mujeres Peules Autóctonas de Chad nació en el seno de la comunidad nómada Mbororo, no muy lejos de Yamena. Desde allí logró llegar a trabajar codo con codo con los líderes políticos mundiales en las cumbres del clima internacionales más importantes con el objetivo de romper el vínculo entre cambio climático y pobreza y hacer oír la voz de las mujeres indígenas en los procesos de toma de decisiones.
Su pulso firme se manifestó por primera vez con ocho años, cuando rechazó casarse con el marido que le propusieron. Quería seguir estudiando y adujo la misma razón para todos los siguientes pretendientes durante muchos años. Incluso llegó a amenazar con suicidarse ante la perspectiva de un matrimonio precoz que no deseaba. La activista reconoce haber sido una privilegiada por tener la suerte de poder ir a la escuela, algo muy raro en su comunidad, en la que las niñas están destinadas a casarse y ser relegadas a las labores del hogar. Criticada por sus vecinos por haber preferido los libros al matrimonio y al mismo tiempo marginada en la escuela por ser nómada, Oumarou con apenas 14 años sintió que quería hacer algo por las otras niñas de la comunidad. Empezó así a trabajar para la creación de la que en 2005 se habría convertido en la Asociación de las Mujeres Peules Autóctonas de Chad, centrada en dos objetivos principales: defender los derechos humanos, sobre todo los de los pueblos autóctonos, de las niñas y las mujeres, y, al mismo tiempo, luchar por la protección del medio ambiente.
Pregunta. ¿El hecho de ser mujer e indígena ha sido un obstáculo para su activismo?
Respuesta. Ser mujer en África ya presenta grandes desafíos. Serlo en Chad y provenir de una comunidad autóctona, aún más, pero estos factores a final han jugado a mi favor. Las autoridades otorgaron el permiso de actuar a la organización al creer que, siendo mujeres, no lograríamos hacer nada. Hay muchos problemas en hablar de los derechos. Levantar la voz en nombre de toda una comunidad ha acarreado problemas incluso en mi familia, porque mi padre no quería que fuera a la escuela. Tuve que luchar para convencer a la gente de que se puede ser a la vez mujer y líder, algo que no ha sido nada fácil. Ahora tanto mi padre como los otros miembros de la comunidad han cambiado de idea y admiran mi trabajo.
No son los hombres los que nos integran. Somos nosotras las que nos integramos
P. ¿En qué está trabajando actualmente su asociación?
R. Organizamos actividades sobre el cambio climático y proyectos para las comunidades, sobre todo de generación de ingresos para mujeres, porque la independencia económica es crucial para la participación en el proceso de toma de decisiones. Hacemos formaciones en derechos humanos y de las mujeres. Hablamos con los jefes de comunidad para que nos manden a las mujeres y las capacitamos sobre estos temas. El próximo paso consiste en sentar juntos a hombres y mujeres para que compartan la toma de decisiones. Nunca se ha hecho en Chad. En todos los talleres que organizamos, las mujeres tienen que estar presentes al menos en la misma cantidad que los hombres y en los proyectos siempre incluimos un 5% de hombres para que nos apoyen. Hemos coordinado también un proyecto de cartografía participativa en tres dimensiones para un uso sostenible de los recursos naturales, la gestión de conflictos, el vínculo entre las comunidades y los que toman las decisiones políticas. Hay un proyecto en curso sobre conocimientos de los pueblos autóctonos y adaptación al cambio climático.
P. ¿Tiene esperanza de que pronto será más frecuente ver a representantes femeninas de la sociedad civil sentarse en la misma mesa que las autoridades en las negociaciones?
R. Chad adoptó la convención marco de Naciones Unidas sobre cambio climático y ratificó el Acuerdo de París, que asegura el respeto de los derechos de los pueblos autóctonos. El Estado tiene que ceñirse a lo que se comprometió y no le damos elección. No son los hombres los que nos integran, somos nosotras las que nos integramos.
P. ¿Qué efectos ha tenido el cambio climático la vida cotidiana de los chadianos?
R. El impacto varía de una zona a otra, depende de la región (el sur del país es tropical, en el centro se encuentra la sabana y el norte es desértico). Falta agua y hay problemas de concentración de población. Lo primero que se observa es el cambio de la duración de las estaciones. Hay problemas de escasez o abundancia de lluvias, lo que afecta de inmediato a la seguridad alimentaria. Luego están la desaparición de especies animales y vegetales y el calentamiento. El año pasado se estableció un nuevo récord en abril con temperaturas de hasta 48 grados a la sombra. Así no se puede vivir. Es imposible que la tierra produzca alimentos y se da origen a desplazamientos de población.
P. Usted dijo que la población de la región del Sahel "está en el corredor de la muerte". ¿Es demasiado tarde para que se salve?
El Acuerdo de París no es más que un texto. Nosotras, en cambio, queremos acciones
R. Pronuncié esta frase durante las negociaciones de la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU de Copenhague (2009). Durante las conversaciones internacionales, se discuten hasta las comas, mientras que para nosotros es una cuestión de supervivencia. La gente quiere disponer de agua y alimentos, respirar aire limpio. Estamos en el corredor de la muerte porque nadie viene a rescatarnos. ¿Dónde está la solidaridad internacional? Somos todos seres humanos bajo la misma atmósfera. Nadie puede vivir feliz si su vecino no tiene qué comer. Los que se participan en las cumbres internacionales tienen la responsabilidad de nuestra supervivencia.
P. ¿Qué ha cambiado desde entonces?
R. No gran cosa, solo que algunas organizaciones han viajado a Chad para conocer la realidad local sobre cambio climático y han confirmado que hay que reaccionar cuanto antes. Nosotras creemos que actuar significa hacerlo en primer lugar en sus países de origen, en Europa y en EE UU. Es cierto que se firmó el Acuerdo de París, pero no es nada más que un texto y nosotras, en cambio, esperamos acciones: dejar de utilizar el carbón y las energías fósiles y apostar por las verdes, no desperdiciar la comida, por ejemplo.
P. ¿Cree que las autoridades chadianas están apostando por un modelo de desarrollo económico compatible con la protección del medio ambiente?
R. Ningún gobierno es libre de elegir: si se quiere un desarrollo sostenible, hay que proteger el medio ambiente. En Chad, la economía se basa principalmente en la agricultura y la cría. Con el descubrimiento del crudo, todos se han lanzado a este sector y el petróleo es un fósil, no es sostenible y contamina mucho. Ahora que el precio del barril ha caído, estamos en crisis desde hace unos meses. Si se apunta al crecimiento sostenible, es posible desarrollar bien la economía del país. Más del 60% de los 14 millones de habitantes de Chad vive en un entorno rural y no se sustenta con el petróleo. Es ahí donde hay que invertir. En el respeto al medio ambiente está implícito el de las comunidades locales. Se necesita una gestión participativa, pero que implique a todas las comunidades.
P. ¿El cambio climático crea un caldo de cultivo para el terrorismo?
R. La pobreza está en la base de todo. En Chad existe una competencia enorme por las tierras. Si los hombres no son capaces de alimentar a sus familias, están dispuestos a hacer cualquier cosa. Lo que ocurre en el norte de Nigeria con Boko Haram también empezó como un problema económico, porque no hay una distribución equitativa de los recursos. Sienten rabia hacia sí mismos, hacia el Gobierno, hacia la naturaleza. Pueden hacer cualquier cosa para salvaguardar su dignidad.
P. ¿La perspectiva de género está bien integrada en las negociaciones internacionales sobre clima?
R. El concepto de género está incluido desde la Cumbre del Clima de Lima (2014), pero solo en París se creó una comisión de trabajo sobre este asunto, en el intento de integrar a las mujeres en todos los aspectos. ¿Eso basta? Si se dan cuenta solo ahora de que la mujer es importante, es una pena. En Marrakech se ha hablado mucho del papel de las mujeres, pero actualmente apenas representan el 20% de las personas de referencia en los países. En el plan estructural y técnico, aún no se ve esta evolución. Las mujeres no participan en la planificación.
P. ¿El compromiso asumido hasta ahora por los países del norte hacia el sur es suficiente?
R. Los países del norte cada vez vuelven a hablar del mismo compromiso que mantienen desde la cumbre de Copenhague. Deberían crear una ventana directa para el acceso a la financiación, especialmente para actividades 100% destinadas a mujeres.
El diálogo entre distintos países africanos en Marrakech representa un primer paso, pero ¿se trata solo de un compromiso político? Necesitamos acciones y estas se basan en financiación. Hasta que estos países sean independientes desde el punto de vista económico, no podrán decidir de manera autónoma.
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