Si se pasa con el deporte le saldrán caries
…y algunos males más. Entrenar fuerte provoca oxidación celular, arrugas o daños en las articulaciones. Aún así, es mejor que quedarse tirado en el sofá. Esté preparado.
El deporte es salud, reza el dicho popular. Pues sí, pero siempre que se practique con moderación. Ya sabe, lo de los 150 minutos semanales que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) para individuos sanos (un ratito casi todos los días –también hay que descansar–). En cambio, la práctica vigorosa y muy frecuente, ya sea para lograr una medalla olímpica o por su propia satisfacción como deportista popular, pasa factura.
La primera evidencia salta a la vista: de cuello para arriba, muchos corredores o ciclistas parecen mayores. Tienen rostro enjuto y abundantes arrugas. “Es la llamada runner’s face o cara de corredor: al entrenar intensamente, el rostro se deshidrata (subsanable si se aplican cremas al terminar el ejercicio), queda a merced de las radiaciones ultravioleta y pierde grasa, se queda más huesudo”, explica el doctor José Vicente Lajo Plaza. ¿De qué depende perder más o menos? “De la predisposición genética para consumir más grasa de aquí o allá”. El traqueteo depara más disgustos. “El impacto repetido destensa los músculos. Con el tiempo, acaba en flacidez”, explica Concha Albert, cirujana plástica en el Instituto Tapia.
Los radicales libres atacan
Estos contratiempos estéticos no son nada comparados con la temida oxidación celular producida por nuestra propia respiración agitada. “El oxígeno posibilita el metabolismo. Pero a veces se generan radicales libres: moléculas o átomos con algún electrón desparejado”, explica Elisa Cabiscol, del Instituto de Investigación Biomédica de la Universidad de Lleida, en su artículo Oxidación celular y envejecimiento. Estos átomos huérfanos de un electrón no dudan en quitárselo a otras moléculas vecinas. Sus favoritas: el ADN, los lípidos y las proteínas. Las células asaltadas comienzan a replicarse mal y el organismo envejece aceleradamente. Sin ir más lejos, se deteriora el colágeno de la piel y se arruga. A nivel interno, causan mutaciones que derivan en el mal funcionamiento de los órganos.
El precio de los 'piques'
"Enfermarse a las puertas de una competición puede dar al traste con meses o años de trabajo duro", dice Antonio López Ocampos, entrenador y director de Saludando. Para conocer cómo afecta entrenarse demasiado de cara a una prueba, descargue gratuitamente nuestra aplicación.
Antes de colgar definitivamente las zapatillas, sepa que en esto de la oxidación los científicos no terminan de ponerse de acuerdo. Algunos agoreros, como Harshal R. Patil en su artículo Daño cardiovascular derivado del excesivo ejercicio crónico, vienen a afirmar que entrenar duro durante años genera tal estrés oxidativo que la cosa acaba en patologías cardíacas irreversibles. Otros estudios apuntan a arterioesclerosis, cáncer o demencia. Investigaciones más recientes, sin embargo, rebajan el tono apocalíptico. La clave está en la hormesis, algo así como que las propias células se pueden entrenar para adaptarse al estrés oxidativo y combatirlo con su propia artillería antioxidante (como el glutatión y otras enzimas).
¿Cómo lograrlo si se planea terminar un ironman? El profesor Julien Finaud, en su artículo Estrés oxidativo: relación entre ejercicio y entrenamiento, da la clave: “Optar por un plan largo, progresivo y ajustado a la propia condición física”. En otras palabras, sudar la camiseta durante muchos meses, de menos a más, sin sobreentrenar. A medida que mejora el músculo, lo hace también su capacidad antioxidante. Llegados a este punto, unos y otros tampoco se ponen de acuerdo en si merece la pena atiborrarse a suplementos antioxidantes o si con una dieta equilibrada, rica en frutas y verduras, basta. Y dejar el resto en manos del glutatión y compañía.
Los leucocitos agotan los músculos
Imagine que hoy le tocan series (correr distancias cortas a toda velocidad para aumentar la potencia muscular). O unas cuestas en bici. “El resultado es un daño en el músculo. Los leucocitos acuden a degradar las fibras dañadas, pero también se liberan especies reactivas del oxígeno. Este proceso se conoce como inflamación”, dice el fisioterapeuta Alfredo Córdova, en un artículo publicado en Apunts de Medicina de l’Esport. Suena horrible, pero es un proceso totalmente normal siempre que haya una exigencia física elevada. Sentirá un profundo cansancio y algo de dolor en las piernas mientras sus músculos se reconstruyen para hacerse más fuertes. Aquí, unos defienden que lo mejor es evitar males mayores con fármacos inmunomoduladores o suplementos como la glutamina. Otros prefieren la técnica de toda la vida, el RICE (acrónimo de las palabras en inglés rest, ice, compression y elevation). O sea, no entrenar al día siguiente o hacerlo con poca carga, ponerse hielo, algo de compresión y elevar las piernas. Relájese un día y no se sienta miserable por estar machacado. Si achucha al músculo en ese estado calamitoso, solo conseguirá lesionarse.
Si la idea de tener arrugas y cojera (por la falta de colágeno) le parece poco atractiva, imagínese con unas venas superlativas. “Son las pseudovarices del deportista. Las venas se engrosan para transportar más sangre. Y como reduce la grasa de la piel, se hacen más evidentes”, expone el flebólogo Ángel Gramajo Booth, miembro del American College of Phlebology.
La saliva deja de ser eficaz
Los domingos, ¿son días de tirada larga, esto es, coger carretera y manta y correr o pedalear varias horas seguidas? Además de agujetas y rozaduras puede traerse unas caries. “La alta intensidad invita a respirar por la boca. Eso la reseca y alcaliniza la saliva, que se vuelve menos eficaz contra el sarro”, explica Marta del Pozo, odontóloga en Clínica Córdoba Del Pozo. Hidratarse es básico pero ojo con las bebidas isotónicas: “Reponen minerales y oligoelementos pero contienen un tipo de azúcar que se adhiere al esmalte y acelera la producción de ácido de los microorganismos patógenos”. Añada la ingesta de barritas energéticas sin el inmediato aseo dental (nadie se baja de la bicicleta para lavarse los dientes) y tendrá un festín para las bacterias orales.
Si lo suyo es la natación, el menor de sus problemas será que el agua de la piscina vuelva verde su cabello rubio (por cierto, se debe a una reacción con el cobre de algunos alguicidas). “Se habla del sarro del nadador: una tinción amarillo-marrón de los dientes. El pH de la saliva oscila entre 6,2 y 7,4 mientras que el de las piscinas tratadas con cloro asciende a 7,2 – 7,6. Esto provoca una rápida descomposición de las proteínas salivales formando depósitos orgánicos, sobre todo, en los incisivos”. El Consejo Profesional de Fisioterapeutas de Madrid advierte: si esas bacterias pasan de infectar la boca a navegar por el torrente sanguíneo pueden acabar causando agotamiento muscular. Y con esos inquilinos en las extremidades olvídese de mejorar sus marcas.
El catarro del medallista
"El ejercicio intenso y prolongado altera el sistema inmunológico", explica Julio de la Morena, especialista en medicina del deporte del Centro Médico Real Madrid-Sanitas. "El estrés aumenta los niveles de catecolaminas, cortisol y hormona del crecimiento. Y modula el número y actividad de los leucocitos, dejándole inerme ante ciertas infecciones comunes". Las víctimas habituales son las vías respiratorias superiores. "Pero también se le puede reproducir los herpes, coger vulvovaginitis (si es mujer) o una infección gastrointestinal", señala Eduardo Fernández-Cruz, jefe de la Unidad de Inmunología Clínica de HM Hospitales.
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