La humanidad ha matado a 144.000 elefantes en siete años, el 30% de los que quedaban
El primer censo continental retrata los brutales efectos de la demanda de adornos de marfil en China
La conservación de la naturaleza africana es una guerra a muerte. Y no es una metáfora. Directores de parques nacionales como el español Luis Arranz, que dirigió el de Garamba, en República Democrática del Congo, reconocen que arman a sus guardabosques en el mercado negro. Los enemigos de la fauna africana son cazadores furtivos que empuñan fusiles Kaláshnikov, pero también grupos armados como los extremistas cristianos del Ejército de Resistencia del Señor, en Uganda, o los fundamentalistas islámicos de Boko Haram, en Nigeria, que se financian con la venta del marfil de los elefantes. Solo en el Parque Nacional de Virunga, vecino de Garamba, han muerto asesinados 150 rangers en la última década. Los últimos, Fidèle Mulonga Mulegalega, de 25 años, y Venant Mumbere Muvesevese, de 35, tiroteados en marzo por las milicias Mai Mai.
Grupos armados como Boko Haram o el Ejército de Resistencia del Señor se financian con la venta del marfil
Cada 15 minutos muere un elefante en África. “La vanidad, para lucir collares y pulseras de marfil, está generando una demanda que dispara la matanza de elefantes”, ha lamentado hoy Anthony Banbury, un antiguo alto cargo de Naciones Unidas que ahora dirige los proyectos de filantropía del multimillonario Paul Allen, cofundador de Microsoft. Banbury ha presentado hoy los resultados del esperado primer censo continental de elefantes, durante el Congreso Mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que se celebra hasta el 10 de septiembre en Honolulu (EE UU).
Los números son dramáticos. La población de elefantes africanos de sabana cayó un 30% entre 2007 y 2014 por la caza furtiva y la destrucción de su hábitat. El creciente declive ya alcanza el 8% anual, principalmente debido a las matanzas ilegales. El censo, realizado en 18 países, ha contado exactamente 352.271 supervivientes. Desde 2007, por lo tanto, la humanidad ha matado a unos 144.000 elefantes. A este ritmo, serían eliminados de la faz de la Tierra en poco más de 15 años. El elefante de bosque, diferente del de sabana y no incluido en el censo, también desaparece a una velocidad alarmante.
Hace un año, el presidente estadounidense, Barack Obama, y su homólogo chino, Xi Jinping, anunciaron un acuerdo hacia la prohibición “casi completa” de la importación y la exportación de marfil, con excepciones como los trofeos de caza deportiva debidamente documentados. China es el gran mercado negro de marfil, considerado allí una símbolo de estatus social. “Hay que prohibir también el comercio de marfil dentro de los países. Si conseguimos que todo el comercio de marfil sea ilegal, veremos recuperaciones muy importantes de las poblaciones de elefantes”, ha declarado en Honolulu el ecólogo estadounidense James Deutsch, vicepresidente de la Wildlife Conservation Society.
“Hay que conseguir valorizar económicamente a los elefantes vivos, para que las comunidades locales ganen dinero con ellos y los defiendan. Una forma obvia es el turismo, pero hay que desarrollar otras”, ha afirmado Deutsch. Se calcula que un elefante que muere de viejo genera a lo largo de su vida más dinero que 76 congéneres muertos. Los colmillos de cada ejemplar se venden por unos 22.000 euros.
El gran bastión de los elefantes es Botsuana, con una población de 130.000 ejemplares que se mantiene estable
El ecólogo reconoce que las soluciones no son sencillas. El rey Juan Carlos de Borbón encendió un debate internacional cuando se supo que se había roto la cadera en abril de 2012 mientras participaba en una cacería secreta de elefantes y otros animales en Botsuana. “Es un tema muy complejo y prefiero no opinar”, sostiene Deutsch sobre la posibilidad de financiar la conservación con los beneficios de una caza teóricamente controlada por los gobiernos.
“Hemos llegado a la decisión de detener la caza comercial de vida salvaje en las zonas públicas a partir de 2014, porque disparar a los animales puramente por deporte y trofeos ya no es compatible con nuestro compromiso de preservar la fauna local como un tesoro nacional”, afirmó sin embargo el comandante general Ian Khama, presidente de Botsuana, a finales de 2012.
Su país es hoy, según el censo, el gran bastión de los elefantes en África, con 130.000 ejemplares que se mantienen estables. El segundo país es Zimbabue, con 83.000 individuos y una caída de solo el 10% desde 2005. Sin embargo, la amenaza se cierne sobre estos dos reductos de la fauna africana. Las regiones que más han sufrido los ataques de los cazadores furtivos están al otro lado de sus fronteras con sus vecinos del norte, Angola y Zambia.
"Si no somos capaces de salvar al mayor mamífero terrestre, el pronóstico para la conservación de la fauna salvaje es deprimente”, ha lamentado el fundador de Elefantes Sin Fronteras
“Perdemos 96 elefantes al día, entre 25.000 y 30.000 cada año. Si no somos capaces de salvar al mayor mamífero terrestre, el pronóstico para la conservación de la fauna salvaje es deprimente”, ha lamentado en un vídeo Mike Chase, autor principal del censo y fundador de la organización Elefantes Sin Fronteras. Su investigación, realizada con 81 aviones, ha sido financiada con más de seis millones de euros por el cofundador de Microsoft.
El Congreso Mundial de la Naturaleza que se celebra en Honolulu congrega a 9.000 participantes de más de 190 países, organizados por la UICN, que ha pagado el viaje de EL PAÍS a la capital hawaiana. La UICN es la principal red medioambiental del mundo y está formada por 1.300 miembros, desde Estados soberanos a ONG. Durante el evento, sus miembros votarán una moción para promover el cierre de los mercados domésticos de marfil de elefante. “Toda oferta de marfil, incluidos los mercados nacionales legales, crea oportunidades para el blanqueo de marfil ilegal bajo una apariencia de legalidad”, denuncia la moción.
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