Etiopía: una hambruna más allá de la sequía
La prosperidad del país es una mentira, o una verdad para una minoría a costa de la mayoría Son más de 300.000 niños los que padecen desnutrición severa, o sea, se mueren de hambre
Etiopía, un país que en los últimos años presenta una economía que crece a un ritmo del 10%, con la construcción de las primeras autopistas en el país, una línea de tranvía, centro de inversión de negociantes... Cifras e informes que invitan a pensar en el optimismo.
Pero cuando nos adentramos en el país, en las zonas rurales, la realidad es otra. A los campesinos, que representan el 80% de la población etíope, poco les importa el gran tranvía o los hoteles y rascacielos de Addis. Ellos siguen igual, cultivando el campo como se hacía en las décadas previas, con los mismos recursos, provocando que en realidad vivan peor, al ver aumentado hasta un 300% el precio de los cereales básicos como el teff o el trigo, base de su alimentación.
La prosperidad etíope era una mentira, o una verdad para una gran minoría a costa de la gran mayoría.
Más allá de la sequía
Este año, las precipitaciones están siendo escasas. Los meses de lluvia han llegado más tarde de lo habitual y en menor cuantía. El ganado está empezando a morir por falta de alimento. La cosecha se está secando.
La cosecha este año será escasa y dispondrán de menos alimentos. En los siguientes meses un menor ingreso en las ventas. A posteriori, en el momento de la siembra, no dispondrán del dinero para poder comprar semillas. Un problema cíclico. La hambruna…
La hambruna no es causa del azar, ni tan sólo debido a la sequía; no podemos achacar la hambruna a la sequía y eximirnos así de responsabilidades a quienes las tienen. La hambruna va más allá, hay que indagar en las causas, intereses, razones. Detrás se esconden motivos económicos y políticos.
Ahora, la sabia naturaleza avisa al estúpido hombre del error cometido en la falsa prosperidad. Lo peor, es que fue un error premeditado, y es que por encima de la estupidez humana encontramos la avaricia y egoísmo humanos.
Ahora esperemos rectificar.
Miles de niños inocentes ya han muerto a costa de nuestro error, o mejor dicho y peor hecho, a costa de nuestra avaricia y egoísmo. A costa de construir autopistas al futuro sin mejorar la agricultura que alimenta al pueblo.
Resultado: vuelve la hambruna a Etiopía, vuelven miles de niños a morir de hambre por no tener alimento.
Esto es Etiopía…
Las cifras de la vergüenza
Cada cinco segundos un niño de menos de diez años muere de hambre en el mundo. Cada día mueren 25.000 personas por causas relacionadas con el hambre. Más de 800 millones de personas pasan hambre
Pero prefiero no hablar de cifras, es cobarde hablar de cifras. Detrás de cada una de ellas se esconde un rostro, una mirada, una historia personal que no podemos obviar, aunque muchas veces sea más fácil esconderse detrás de las frías estadísticas, escuchemos la historia de Ruziya, miremos a los ojos a Abdulakim, hablemos con Nassaneth…
Eso sí, en una Etiopía que han dicho que crece a un ritmo de más del 10%.
Cara a cara con el hambre
Meskerem es el primer mes del año etíope: septiembre. Mes que, en teoría, es de bienes y abundancia. El de la cosecha. Este año no puede serlo.
Meskerem, así se llama la pequeña niña que llega a la unidad terapéutica de renutrición, tiene un año. Pesa menos de 6 kilos y tiene un perímetro braquial de 8 centímetros, es decir, su brazo tiene un perímetro como el de mi dedo gordo.
Ya no son las frías cifras, ahora es Meskerem. Su cálida mirada triste y asustada de ojos oscuros, su pelo quebradizo por la desnutrición, esforzándose por sonreír a la vida a pesar de todo. Esta es Meskerem.
Por no comer… Por no poder comer…
Es muy sencillo decir que no comen, que no pueden comer, quizá debamos preguntarnos: ¿por qué no pueden? Quizá es que no les dejamos comer, o que les quitamos la comida, o nos comemos lo suyo.
Debemos cuestionarnos las cosas.
No es todo tan sencillo. Nada es objetivo. Todo tiene una causa. Y estamos implicados. No nos eximamos de responsabilidad.
Yitchala
Yitchala es una expresión en amhárico, la lengua nacional etíope, que viene a decir: “Sí se puede”.
Yitchala. ¡Nosotros podemos hacer algo por ellos!
Sea o no sea mi culpa, sí que está en mis manos poder hacer algo por Meskerem y por los miles de niños y niñas que se encuentran en su situación.
Nassaneth no es noticia, tampoco lo es su amiga Meskerem, ni su hermana Kedija que murió antes de cumplir un año de vida. Nassaneth, Meskerem y Kedija son tres niñas que sufren desnutrición severa, por decirlo claramente, se mueren de hambre en vida.
No podemos permitir que niñas sigan muriendo en vida de hambre, por no tener nada que llevarse a la boca. No podemos permanecer indiferentes ante la muerte de Kedija. No podemos permanecer en silencio, debemos actuar. Es una gran responsabilidad.
No podemos permitir que muera Nassaneth. Ni Nassaneth ni Meskerem. Pero es que no son sólo dos niñas, sino que son más de 300.000 niños los que padecen desnutrición severa en Etiopía.
Por no comer… Por no poder comer…
Iñaki Alegría es pediatra y responsable del pabellón de malnutrición infantil del hospital rural de Gambo.
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