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NUTRICIÓN

¿Se pueden congelar todos los alimentos?

Conviene mantener lejos del refrigerador los huevos duros con cáscara, las verduras para ensalada, el arroz o los guisos de patata

Carolina García

Millones de personas en España congelan alimentos a diario, ¿pero lo están haciendo bien? Aunque en principio todo se puede congelar sin que su posterior consumo sea perjudicial para la salud, "hay alimentos que con la congelación sufren alteraciones en su textura y sabor y por ello se hacen incomestibles", explican desde yocomobien.es, web dedicada a la venta de cestas con alimentos sanos. "Por ejemplo, las tartas se agrietan, las patatas se deshacen, el huevo y la mayonesa se apelmazan y las frutas y las verduras con el frío se llenan de hielo y pierden totalmente su textura", añaden las mismas fuentes.

La congelación de los alimentos es uno de los métodos más tradicionales de conservación que existen, porque cuando el agua se convierte en hielo impide que se den las reacciones químicas y bioquímicas que provocan que la comida se deteriore.

Este proceso mantiene la calidad nutritiva mejor que cualquier otro sistema, es sostenible porque prolonga la vida de útil de los alimentos, reduce el desecho de los mismos y ayuda a planificar la compra. Para hacerlo de forma adecuada, los expertos recomiendan "congelar lo más rápido posible" –poco tiempo después de haber comprado el producto– y descongelar lento –poco a poco, en el frigorífico o dejarlo a temperatura ambiente, "evitando, si es posible, el uso de microondas".

Entre los consejos para realizar correctamente este proceso, los especialistas citan, como el más importante, no congelar algo que haya sido congelado antes, aunque sí se pueden congelar los alimentos ya cocinados con productos congelados. Además, se debe tener en cuenta otros factores, como evitar la abrasión por congelación, envolviendo bien el producto; extraer el oxígeno para evitar la evaporación; no congelar las latas, ya que se expanden y pueden explotar; no colocar alimentos sueltos, sino en pequeñas raciones; y evitar los envases de cartón, en beneficio de los plásticos, rígidos y herméticos. En todos hay que señalar la fecha de congelación y su contenido.

Alimentos que están prohibidos bajo cero

Según exponen los expertos, no se deben congelar los huevos duros con cáscara ni las verduras para la ensalada, como la lechuga, los berros, el tomate, el pepino o la cebolla. Someterlos a muy bajas temperaturas hace que se agrieten y pierdan su textura. Tampoco se puede hacer lo propio con la pasta, el arroz, los alimentos con contenidos altos en grasa (nata u otras salsas), alimentos ya fritos o guisos con patatas (la fécula se deshace al ser descongelada). "En el caso de congelar verduras, es recomendable blanquearlas antes –técnica culinaria que consiste en semicocinar algún alimento–: así se evita la proliferación de bacterias y aguantan más tiempo", sostienen desde yocomobien.es.

Tres apuntes que conviene recordar

1. "En comparación con los frigoríficos, los congeladores funcionan mejor si están muy llenos y los alimentos pegados unos a otros", dicen desde yocomobien.es.

2. "Tenga la puerta cerrada de los equipos de mantenimiento en frío el mayor tiempo posible, para evitar las fluctuaciones de temperatura", informa la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

3. "Si se consume pescado crudo en casa, hágalo después de haberlo mantenido congelado durante días", recuerda la OMS, para evitar la infección por anisakis. La anisakidosis es la enfermedad causada por las larvas de unos pequeños gusanos redondos de la familia Anisakidae. Cuando se ingiere un pescado crudo o que no se ha cocinado suficientemente, la larva del gusano, todavía viva, puede penetrar en el organismo y fijarse en las paredes del tubo digestivo.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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