¿'Cupcakes' al whisky para hombres?
Un abogado de Nueva York se ha eregido como santo patrón de los 'cupcakes' para machotes. Bacon, cerveza, whisky y sobre todo mucho, mucho chocolate negro son sus claves
David Arrick acaba de superar los 40 años, tiene el porte rudo y la voz grave. Hace gala de su masculinidad en todas sus apariciones en medios de comunicación estadounidenses, especialmente en los realities a los que es invitado con frecuencia. Al contrario que muchos personajes televisivos de su perfil, no le invitan a hablar de las bondades del último taladro de Black & Decker o la precisión de la nueva Beretta de cañón corto con cachas de marfil. David Arrick es experto en cupcakes.
Por cupcakes, acaso haga falta decirlo, se entienden esas magdalenas hipercalóricas, hiperglucémicas e hipercoloridas con ínfulas de cosmpolitas que causaron furor entre la población principalmente femenina estadounidense desde que su presencia en Sexo en Nueva York se volvió tan habitual como los zapatos de Manolo Blanik. Adoptadas, como todas las cosas cuquis, desde el resto de la comunidad internacional por el grueso poblacional maleni ("tanta sacarosa, tanta cursilería, tanto infantilismo y tanto culto a lo mono irrita al Altísimo. Y como la fiebre no remita, nos acabará mandando un diluvio para castigarnos por adorar al cupcake, ese becerro de oro del siglo XXI", definió en este mismo diario Mikel López Iturriaga, autor de El comidista, hace poco menos de un año), las cupcakes parecían algo tan femenino como masculino es Arrick.
¿Qué le lleva a alguien a colgar su cara corbata de abogado en Wall Street para ponerse un mandil y dedicarse a hornear mini tartas desde su casa? En el caso de Arrick, la necesidad: a finales de 2008, la bomba expansiva de Lehman Brothers le dejó en la calle, y tuvo que reinventar su truncado American way of live. Pero él añade un segundo motivo con más peso, si cabe: la frustración.
No puede ser que un 'cupcake' se relacione siempre con lo rosa y lo mono
Justo después de perder su trabajo, paseando por el East Village, observó una cola de mujeres que rodeaba una manzana frente a una famosa pastelería. “Pensé: qué ridículos son los cupcakes, tan supuestamente femeninos”, ha declarado a numerosos medios, para añadir: “Y entonces vi la luz: ¿por qué no lanzar una línea de cupcakes para hombres?”. Arrick tenía buena mano con el horno, una afición que le venía desde 20 años atrás, así que invirtió sus ahorros en alquilar una pequeña cocina industrial desde la que llevar a cabo su particular cruzada.
El éxito fue inminente: el boca a oreja se expandió por la red a clic de ratón y no tardó en calar en los principales blogs de estilo de vida… femeninos. Daily Candy, uno de los más seguidos, publicó un post sobre Arrick y en la hora siguiente, este graduado cum laude por la Universidad de Nueva York recibió más de mil pedidos. “Antes era un prestigioso abogado, ahora la gente me para por la calle y me dice: ‘¡Eh, tú eres el tipo de los cupcakes!’¿Te lo puedes imaginar?”, declaraba al New York Times.
Desde entonces, ha firmado con una productora para protagonizar un reality y ha lanzado, con relativo éxito, un libro de recetas. Ahora es una cara habitual de la televisión, sobre todo en magazines femeninos como el de la famosa presentadora Rachael Ray. Curiosamente -o no-, el principal target de los testosterónicos cupcakes son las mujeres: el 95% lo ve como un detalle ideal para su pareja. El mayor hito de Butch Bakery fue cuando Jennifer Lopez le hizo un cuantioso pedido para el cumpleaños de su marido, Marc Anthony.
Jennifer Lopez hizo un cuantioso pedido a Arrick para el cumpleaños de su marido, Marc Anthony
Claves para masculinizar un cupcake
Para empezar, el color. “No puede ser que un cupcake se relacione siempre con lo rosa y lo mono”, declama Arrick desde su web. Así, los tonos naif y las referencias florales y frutales dejan paso a otros motivos más romos como la combinación verde y marrón camuflaje, los cuadros escoceses típicos de una camisa de leñador o los colores de los principales equipos de béisbol, por ejemplo.
El sabor tampoco puede ser tan empachoso y azucarado como el de los cupcakes originales. “Mis creaciones son el resultado de un carnicero que descubre la crema de mantequilla”, afirma Arrick desde su web. Así, en sus cupcakes no falta el azúcar, pero no hacen ascos a generosas dosis de bacon, cerveza o whisky y sobre todo mucho, mucho chocolate negro.
La de Arrick es una historia de éxito… Relativo. “De momento, mis beneficios son igual a cero”, dice el improvisado pastelero, que se ha dedicado a reinvertir en su proyecto todo lo que ha ganado hasta ahora. Sus planes inminentes son montar una tienda física en su Brooklyn natal y dar el salto internacional a través de internet. ¿Llegaremos a ver una nueva línea de cupcakes castizos en nuestro país? Tiempo al tiempo.
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