Así es la fábrica para generar empresarios del dueño de Mercadona
Juan Roig ha creado en Marina de Empresas un proyecto que abarca desde la enseñanza universitaria y la incubación a la inversión para generar emprendedores
Dos edificios gemelos del puerto de Valencia alojan Marina de Empresas, la apuesta del presidente y dueño de la cadena de supermercados Mercadona, Juan Roig, para formar a los empresarios del mañana. Los 18.000 metros cuadrados reúnen la enseñanza que imparte la Escuela de Empresarios (EDEM), la aceleradora de proyectos Lanzadera y la sociedad de inversión Angels Capital. Del aula al consejo de administración. Las condiciones son tan favorables —Lanzadera ofrece a los jóvenes emprendedores financiación sin intereses y un espacio físico, formación y asesoría gratis—, que muchos piensan que hay gato encerrado.
El objetivo de Roig, uno de los hombres más ricos de España, es “fortalecer el tejido empresarial” en su tierra y “promover la creación de empresas”. “Así quiere devolver parte de lo que la sociedad le ha brindado. El objetivo no es obtener beneficios”, afirma Javier Jiménez, director general de Lanzadera. Marina de Empresas sí pretende ser “sostenible a largo plazo”.
La sociedad Angels Capital puede convertirse en socio de los emprendedores convirtiendo en acciones la financiación de Lanzadera o invirtiendo nuevo capital. Al salir de las empresas, Angels recuperará parte de la inversión y el beneficio se destinará a repetir el ciclo de Lanzadera. “Este es el escenario ideal. Acabamos de cumplir cuatro años y aún necesitamos tiempo”, dice Jiménez.
Cuatro historias de emprendedores explican cómo funciona esta fábrica de empresarios.
Los profesores son los empresarios. Carlos Montesinos accedió a Marina de Empresas por la base, la formación universitaria. Montesinos, de 24 años, dejó la Universidad de Valencia al acabar primero de ADE y volvió a empezar la misma carrera en EDEM. El centro creado por la Asociación Valenciana de Empresarios oferta carreras, másteres y formación para directivos y el año pasado tuvo 1.500 alumnos. “Vi que los profesores eran personas que dirigían grandes empresas y que podía aprender con los mejores”, dice. Montesinos, nacido en Valencia, tuvo entre sus profesores al dueño de Mercadona y al consejero delegado de Iberia Express, Fernando Candela. Un curso universitario cuesta 5.000 euros, aunque se conceden becas a estudiantes con pocos recursos.
En EDEM, los alumnos plantean un proyecto empresarial y las asignaturas giran alrededor. “En Contabilidad de Costes analizas, por ejemplo, los costes de tu restaurante. Se valora saber aplicar el concepto, y hay talleres de inteligencia emocional, comunicación o liderazgo”. En el proyecto final de carrera los alumnos crean una empresa de verdad. Montesinos montó Airhopping, una especie de Interrail aéreo basado en un algoritmo y una paradoja: es más barato volar a varias ciudades, con estancias de varios días en cada una de ellas, que a una sola en el mismo viaje. En seis meses el buscador ha tenido más de 3.000 clientes.
Todo lo que necesita una ‘start-up’. Entrar en Lanzadera no es sencillo. Del millar de propuestas que se presenta cada año se aceptan unas 35. Cristina Vidal, nacida hace 26 años en Sax (Alicante), llegó en septiembre con su empresa Panapop, de fábrica y venta por Internet de relojes de tendencia orientados a consumidoras de moda efímera. El año pasado facturó unos 300.000 euros. Y en 2018 prevé llegar a 1,5 millones.
Los equipos, como se llama en Lanzadera a las start-up, acuerdan un itinerario de nueve meses. “En ese plazo tenemos que cubrir unos hitos. Calculamos los gastos y los beneficios que necesitamos para cumplirlos y Lanzadera nos da cada mes el dinero que nos falta para alcanzar el objetivo de crecimiento”. El tope de financiación son 200.000 euros. Panapop pactó 70.000. “Si estás muy por debajo de los objetivos, sales del programa. Si estás un 20% por encima, pueden darte más dinero como prima”.
“Lanzadera te proporciona todo lo que necesitas”, dice Vidal. Expertos en derecho fiscal y administrativo, márketing o finanzas. Formación, charlas sobre el Modelo de Calidad Total en el que se basa la gestión de Mercadona, presentaciones de casos de éxito. Contacto con otras start-up. La diferencia entre emprender en las salas diáfanas de Marina de Empresas y hacerlo en casa es abismal, dicen quienes han probado los dos. “Venir en fin de semana es opcional, aunque se valora. El esfuerzo es el pilar fundamental”, afirma Vidal. Por distintos motivos, un 28% de los emprendedores abandona Lanzadera antes de lo previsto.
Un fondo que atrae a otros fondos. Angels Capital invirtió en mayo en Boatjump, una empresa recién salida de Lanzadera. “Nos trasladamos dos plantas arriba”, dice Jaime Vara, nacido hace 29 años en Salamanca. Vara fundó Boatjump tras constatar que la tecnología en el alquiler de barcos estaba muy atrasada. “Tardabas un mes para reservar una embarcación”. Su agregador de oferta permite alquilar por Internet desde un velero a un yate, eligiendo si lo quieres con capitán, cocinero o tabla de pádel surf en puertos de España, Italia, Croacia, Grecia, Australia y el Caribe.
La sociedad de inversión de Roig convirtió en acciones los 150.000 euros que Lanzadera había prestado a la empresa. Y participó, además, en una ronda de inversión de 500.000 euros que completaron sociedades como Aurorial, de PC Componentes. “Que Angels apueste por un proyecto le da credibilidad porque su criba es muy fuerte. Si otros fondos ven que te han elegido, van más tranquilos. Nosotros recibimos más ofertas para poner dinero del que necesitábamos”. Boatjump espera superar en 2018 los tres millones de euros en ventas.
Valorar al cliente igual que a las ventas. Daniel Mayo, de 31 años, fue seleccionado en la primera edición de Lanzadera con un proyecto de casas desmontables. Pero tres meses antes de acabar su estancia dio un volantazo. “Con la crisis los precios estaban por los suelos. Me di cuenta de que tenía que construir, pero una experiencia”. La idea de este arquitecto fue Vivood, una “red de hoteles de naturaleza”.
Angels Capital invirtió 1,2 millones de euros en el proyecto, cuyo primer establecimiento, en la escarpada ladera del Valle de Guadalest (Alicante), ofrece 25 suites camufladas en una parcela de 84.000 metros cuadrados y ha ganado una decena de premios. En 2017 Vivood facturó más de 1,5 millones. “Tengo de socio a un fondo de inversión que valora lo mismo lo que cuido al cliente y al trabajador que las ventas”, dice Mayo.
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