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México juega la baza del maíz ante la renegociación comercial con EE UU

Las autoridades del país latinoamericano exploran nuevos acuerdos de importación del cereal de Argentina y Brasil para disminuir su dependencia de EE UU

Ignacio Fariza
Productores de maíz de Zitlala (Guerrero).
Productores de maíz de Zitlala (Guerrero).

Las autoridades mexicanas tienen en uno de los productos más emblemáticos de la dieta nacional su mejor aliado en la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El maíz, sustento fundamental de amplios sectores de la sociedad mexicana desde tiempos inmemoriales, constituye también una fuente esencial de ingresos para los agricultores del sur de Estados Unidos: uno de los colectivos que propició la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y que ahora teme que sus políticas proteccionistas acaben pasando factura a sus propias cuentas de resultados. Esa es la carta que las autoridades mexicanas quieren jugar en las conversaciones comerciales con su vecino del norte. Si la deriva de las conversaciones con Washington acaba siendo dañina para sus intereses, la primera respuesta pasa por reducir al mínimo sus cuantiosas importaciones de mijo estadounidense.

Aun cuando el diálogo bilateral no ha echado a andar, la amenaza mexicana está sobre la mesa y el país latinoamericano ya ha dado los primeros pasos en esa dirección. Con el pretexto de reducir su dependencia de EE UU, en las últimas semanas las autoridades del país latinoamericano han intensificado sus contactos con sus pares argentinos y brasileños para explorar la posibilidad de incrementar sustancialmente su cuota de importaciones de maíz. “Nos tenemos que anticipar para que cuando lleguemos a esa mesa de negociación tengamos la certeza de que partimos de una posición de total fortaleza”, dijo a mediados de marzo el titular mexicano de Agricultura, José Calzada. Toda una declaración de intenciones.

A pesar del rol central que el maíz juega en la dieta nacional —es prácticamente imposible no ingerir un gramo de elote en un día medio en cualquier rincón del país—, y pese a ser autosuficiente y primera potencia mundial en la producción de una de sus variedades, el maíz blanco, México solo es el sexto productor mundial de este cereal. Su cuota global (2%) es mínima si se compara con la estadounidense (34%). Y sus necesidades de importaciones, máximas: solo este año deberá importar 16 millones de toneladas de maíz amarillo, el que más se consume en el país latinoamericano, casi en su totalidad de EE UU. El año pasado, solo los insumos energéticos (gasolina, diésel y gas natural) superan al maíz amarillo en la tabla de importaciones mexicanas de EE UU.

Una mujer que cultiva maíz para autoconsumo en Acapulco (Guerrero).
Una mujer que cultiva maíz para autoconsumo en Acapulco (Guerrero).CUARTOSCURO

La dependencia, en cambio, dista mucho de ser únicamente mexicana. En los dos últimos años, el mercado mexicano ha acumulado más de la cuarta parte de las ventas de los productores estadounidenses de maíz. Y cualquier descenso en las importaciones de este cereal supondría un duro revés para miles de agricultores del Medio Oeste que tienen en el vecino del sur a su principal y casi único socio. "Nuestros agricultores están preocupados y piden que se proteja la relación con nuestro primer cliente mundial de maíz", afirma Thomas Sleight, presidente del Consejo Estadounidense de Granos, una organización privada que reúne a los principales productores de cereales del país estadounidense con el fin de aumentar su rentabilidad y capacidad exportadora. "Es lamentable ver cómo la retórica a ambos lados de la frontera deteriora una relación comercial excelente, como la que une a EE UU y México", agrega.

“Sería un desafío para EE UU reemplazar a México como comprador de su maíz. También, dados los altos volúmenes, para México sustituir a EE UU como proveedor”, apuntan los técnicos de Geopolitical Futures en un extenso informe sobre la cuestión publicado semanas atrás. “En ese escenario, el gran problema lo tendrían los productores estadounidenses: no les sería fácil encontrar nuevos mercados y, muchos de ellos, ni siquiera tendrían la posibilidad de sacar su producto por barco [a México llega por tren]”, subraya Juan Carlos Anaya, director general del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas.

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No solo el Gobierno mexicano se ha movido para reducir el peso de EE UU en el mercado nacional de maíz: en el plano legislativo también se han sucedido las propuestas de reducción de las importaciones. Una de las más importantes ha sido la del senador independiente Armando Ríos Piter, que aboga por sustituir el mijo estadounidense por grano procedente de Brasil, Argentina y Canadá. “Aunque estoy de acuerdo con la acción del Ejecutivo, no creo que deba quedarse en eso. Es importante que se legisle y que el Senado fije una posición clara antes de que empiecen las negociaciones [del TLCAN]”, dice sobre su propuesta, presentada a finales de febrero y todavía en fase de tramitación. “México tiene un importante pool de activos para las conversaciones con EE UU, pero el maíz es uno de los más importantes por su capacidad para ejercer presión sobre los representantes republicanos en el Congreso”, añade.

Según los cálculos de Ríos Piter, el movimiento en favor de sus socios sudamericanos incluso abarataría el precio del maíz importado, especialmente en el caso de Brasil: “Es nueve dólares más barato en destino, fletes incluidos”, subraya. El plan del senador pasa por una reducción de las importaciones de maíz estadounidense del 60% en el primer ejercicio de aplicación; del 80% en el segundo y del 100% en el tercero, de forma que a tres años vista México no compraría ni un gramo de maíz a su hoy principal proveedor.

Pero no todos los participantes del mercado lo ven tan fácil. Juan Carlos Anaya, del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas, incide en la competitividad del maíz amarillo estadounidense respecto al brasileño o argentino gracias a su facilidad de transporte por tren, un medio sustancialmente más barato que el barco. “En destino, los fletes son los que suben el precio. Si no se traen de estos países no es porque no se quiera, sino porque resulta más costoso”, apunta. A su juicio, el hecho diferencial sería la imposición de un arancel sobre el mijo estadounidense, algo que ve “lejano”. “Entonces, el grano brasileño y argentino sí podría ser competitivo”, zanja.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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