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Necrológica:Un hombre de la cultura, el periodismo y la política
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Ciudadano Pradera

Fernando Vallespín

Mi primer recuerdo de Javier Pradera es de cuando, siendo yo bastante joven, le llevé a Alianza Editorial, que él entonces dirigía, un manuscrito bajo el brazo. Desde una cabeza inclinada con largos pelos despeinados en la que podía distinguir unas gruesas gafas rompió una voz grave que me dijo con sorna: "¡Una tesis doctoral! Mal empezamos, Vallespín". La verdad es que esa intimidante primera impresión del personaje se tornaría con el tiempo en una fructífera colaboración editorial y en una gran amistad en la que, en efecto, los libros acabaron por convertirse en el elemento mediador fundamental. Incluso por encima de la política, su otra gran pasión. Libros y política. La primera la consiguió satisfacer como editor, primero en Fondo de Cultura de España y luego en Alianza, y, siempre, como impenitente lector, que fue el modo de vida sin el cual apenas podía respirar. Su saber enciclopédico y su capacidad para la tertulia de altura hacían de él el perfecto interlocutor intelectual; curioso e inquisitivo, y generoso, didáctico y acogedor con los que éramos más jóvenes e inexpertos.

Su afilado juicio político estuvo guiado por una insobornable implicación con la democracia
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Su pulsión por la política la supo plasmar en su compromiso juvenil contra el franquismo; luego ya como primer editorialista de EL PAÍS, y como el columnista que nos ha venido acompañando hasta ahora. Haría falta tirar de hemeroteca para poder evaluar con justicia su sorda e incesante labor pedagógica en lo que significa la acción de una prensa crítica y responsable bajo condiciones difíciles como las que hubimos de vivir durante la Transición. El compañero Pradera de su primera iniciación política se convirtió enseguida en el ciudadano Pradera, cuyo afilado juicio político estuvo siempre guiado por una insobornable implicación con la democracia y con los valores cívicos que la sustentan. El Pradera periodista es indesligable de ese fondo normativo con el que cribaba, implacable, cuanto aconteciera en nuestro escenario público. Siempre, también, acompañándolo de algo que suele estar ausente entre nuestros analistas, una fina ironía que seguramente se apoyaba sobre su gran perspectiva histórica y su personalísimo sentido del humor.

Para el mundo intelectual español más amplio es impagable su dirección de la revista Claves de Razón Práctica, donde él y Fernando Savater acogieron a lo más granado del mundo académico, periodístico y literario de nuestro país. Claves siempre fue para él el juguete soñado, el instrumento que le permitía reconciliar todas sus aficiones e inquietudes. Y el poder completar el periodismo con la profundización en la lectura como profesión, la perfecta constelación de sus dos pasiones.

Todo lo anterior lo convierten en una figura imprescindible para entender el devenir de nuestra democracia y de la cultura española de los últimos cuarenta años. Pero para quienes nos consideramos sus amigos siempre nos quedará sobre todo el recuerdo de su bonhomía, su cariño y su humor. Y ese estoicismo del que hizo gala en sus últimos días, cuando contemplaba la enfermedad como un mero estorbo que le impedía acercarse con más lucidez al conocimiento del mundo para luego poder compartirlo con nosotros.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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