Salutación dominical del traidor y el optimista
De acuerdo: no es la mejor película de Clint Eastwood, no es una gran película, ni siquiera es una de las mejores películas de un año que, con los Oscar de En tierra hostil, para mi gusto empieza bien. Pero es fácil imaginarse a Eastwood, a sus casi 80 años, diciéndose: "Tengo al mejor actor posible (Morgan Freeman), tengo un libro estupendo (El factor humano, de Carlin), tengo dinero y llevo toda la vida diciendo que el coraje es la virtud por excelencia: ¿me voy a morir sin contar la historia de este tipo?". El resultado es Invictus, una película casi imposible, porque toda ella gira en torno a un partido de rugby, que debe de ser una de las cosas menos cinematográficas del mundo; pero también es, ya que no una película magistral, sí la película de un maestro y un buen espectáculo de sesión de tarde, lleno de risas y lágrimas y buen rollo, en el buen sentido de la expresión. Por lo demás, viéndola saltan de nuevo a la vista los paralelismos entre la transición a la democracia en Suráfrica y la transición a la democracia en España. A propósito de ésta se ha hablado últimamente de la ética de la traición que guió en aquel trance a sus principales protagonistas. Pese a su buen rollo, Invictus no deja de mostrar como al trasluz la realidad, y es que Nelson Mandela fue el campeón mundial de esa ética, porque traicionó absolutamente su pasado para ser fiel al presente (y de ahí que Eastwood tenga razón y Mandela sea el político más valeroso de nuestro tiempo); frente a Mandela, como siempre en estos casos, estaban los que lo acusaban de traidor, los predicadores de la lealtad, los que no aceptaban componendas, los insobornables, los puros: como siempre, se llamaban a sí mismos héroes, pero políticamente eran nulidades y moralmente eran basura.
"La realidad es que Mandela traicionó absolutamente su pasado para ser fiel al presente"
2 He leído muchos comentarios acerca de esa fotografía en la que el etarra Jon Rosales aparece en Facebook luciendo la camiseta de la selección española de fútbol en compañía de dos amigos, pero yo debo de ser muy tonto porque sigo sin pillar el chiste: ¿qué hace ese tipo que odia a muerte todo lo español enfundado en la camiseta española? Sin duda es una forma de manifestar su odio, pero ¿por qué aparece sonriente y feliz y abrazado a sus dos colegas, a quienes suponemos igualmente sonrientes y felices? ¿Se fotografiaría usted enfundado en una camiseta del Ku Klux Klan, sonriente y feliz, y colgaría la foto en Facebook para que la vieran sus amigos? Ya sabíamos que los chicos de ETA son políticamente nulidades y que moralmente son basura, pero ¿son también totalmente subnormales? De lo que no cabe duda es de que, en el contexto de la democracia española, son los más insobornables, los más puros, los que no toleran las componendas de la transición y por ello siguen pensando que la democracia actual no es más que un disfraz del franquismo. Están esperando a su traidor, están esperando a su pequeño Mandela, están esperando a alguien que los lleve desde el delirio hasta la realidad. O lo estamos esperando nosotros. Claro que Mandela no era exactamente un tonto. Ni exactamente un cobarde. El detalle no es banal.
3 Leo en un avión las últimas revelaciones sobre la muerte en Collioure de Antonio Machado y me pregunto cuántos años van a tener que pasar todavía antes de que los españoles corrientes podamos leer en un avión las últimas revelaciones sobre la muerte de Antonio Machado sin echarnos a llorar a lágrima viva, haciendo el ridículo delante de las azafatas y el pasaje y agotando sus existencias de kleenex. La revelación consiste esta vez en que, al día siguiente de morir de tristeza en el lugar más triste del mundo después de haber perdido la guerra más triste del mundo, Machado recibió una carta de la Universidad de Cambridge en la que le ofrecían un puesto en su rectorado. La pregunta que las personas sensatas se hacen es: ¿lo hubiera cambiado todo esa promesa de un buen trabajo en un país civilizado, en uno de los mejores campus del mundo?; la pregunta que yo me hago es: ¿cuándo coño acabará esta tristeza?
4No puedo terminar así. Al otro lado de la página es domingo, debe de hacer un frío tremendo y seguro que la crisis sigue teniendo muy mala pinta. ¿Cómo arreglo este artículo? ¿Hay cosa donde posar los ojos que no sea recuerdo de la muerte? Por supuesto. Todo parece indicar que psiquiatras, psicoanalistas y fabricantes de antidepresivos y ansiolíticos son las primeras víctimas de la crisis, porque no hay mejor antídoto contra la neurosis que las estrecheces económicas: cuando tienes que preocuparte de lo que vas a comer al día siguiente no te queda tiempo para preocuparte de las torturas que intenta infligirte el cabrón del Superyo. Claro que hay quien afirma que la crisis no ha hecho más que empezar y que si se prolonga mucho la gente acabará perdiendo la esperanza; mi respuesta a eso es que la esperanza es el peor enemigo del hombre y que no esperar nada es la única forma de tenerlo todo, incluida la salud mental. Cioran, optimista incomprendido, lo dijo mucho mejor: "En cuanto sospechéis de alguien que posee el menor gusto por el Porvenir, sabed que conoce la dirección de más de un psiquiatra".
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