Catalina, matriarca del barrio de Pan Bendito (Carabanchel) tiende su colada en las cuerdas que ha instalado en la calle. Es la mañana de un día cualquiera de esta misma semana. Termina, clava un taburete en el barrizal que hay frente a su casa, un bloque de pisos lleno de basura, socavones y grietas y, mientras ve la vida del barrio pasar, pide que alguien venga a arreglarla.
La unidad móvil es un coche utilitario amarillo. Eso sí, con los rasgos distintivos de los vehículos sanitarios. En su interior se desplazan alguna de las cuatro profesionales que componen la UMERP. Unas siglas que encierran un significado muy importante para cerca de 750 niños. Son la Unidad de Menores en Riesgo Psíquico.
Dice el viceconsejero de Transportes e Infraestructuras, Luis Armada, que está muy tranquilo, pese a que un auto de la Audiencia Provincial de Madrid ordena al juez Santiago Torres -instructor del caso Guateque, la trama de corrupción municipal que otorgaba licencias a cambio de dinero- que investigue si el alto cargo regional cometió prevaricación.
Lo primero que hace José Tebar Castillo después del paseo de mediodía es encender la televisión y poner su canal. Un canal poco habitual el de este caballero de 81 años, manchego, bajito, con el bigote blanco. Don José dice que le "rejuvenece"; su señora, Hortensia, de 75 años, tampoco se ahorra elogios: "Son los únicos que hablan de este barrio bendito".
No se nace sabido. Por eso un niño de no más de cinco años enseña a su hermana pequeña cómo se corta con una espada la línea continua de la carretera. La niña aprende rápido y apuñala un par de veces a un paso de cebra. Luego se enfunda el sable de madera y ordena: "Vamos". También aprende rápido, a hacer café con una cafetera de juguete, un niño algo mayor.
RAFAEL FRAGUAS | Madrid
Recorrido madrileño por la vida de Miguel Hernández
Nadie dijo nunca que Yo La Tengo fuera una banda de acceso sencillo ni flechazo instantáneo. Por eso, el millar muy largo de amantes de las emociones fuertes que se acercaron anoche a La Riviera sabía que tocaba estrujarse las meninges.
ÁNGELES GARCÍA | Madrid
El Prado recorre la historia de la armería junto al retrato de corte