La crisis del 'ladrillo' salpica a la política
El empresario Jabyer Fernández desafía al diputado general de Vizcaya tras verse abandonado en un proyecto de pisos - Acusa a Bilbao de dejarle sin adjudicaciones
Aquella mañana, en su despacho de la Gran Vía bilbaína, José Luis Bilbao no daba crédito a la carta que le acababan de remitir desde el propio Registro de la Diputación de Vizcaya. Jabyer Fernández, el empresario con quien había compartido vino, mantel y fotografías en actos públicos, le requería por escrito para que pudieran hablar "harto de que no me cojas nunca el teléfono". La estrategia, que no agradó a Bilbao, hizo posible la cita, celebrada el pasado mes de enero, sin otro resultado que confirmar la declaración de guerra entre uno y otro.
Atrás quedan las fotos en plena precampaña electoral de 2007 para presentar "un proyecto innovador" en el que José Luis Bilbao veía una solución para "crear 1.100 puestos de trabajo" y distribuir 1.500 viviendas en un año entre 28 pueblos vizcaínos dentro de un plan foral. A cambio, Habidite, una empresa inspirada por Fernández para desarrollar casas modulares prefabricadas, creía asegurarse la inversión más rentable jamás soñada. Con el paso del tiempo, todo un espejismo.
Guzmán avisó a Bilbao del problema de Fernández para pagar las nóminas
Aquel acuerdo, con una inversión de 57 millones de euros, comprometía a la Diputación a facilitar "en condiciones de cimentación comprobada" unos terrenos en Alonsotegi (Vizcaya) donde Habidite crearía su innovadora planta para construir hasta 3.500 viviendas, mientras se apostaba por el I+D. Humo. Tan ilusionado se encontraba el empresario que llegó a comparar su proyecto con los inicios de Henry Ford en el sector del automóvil.
Bastaron unos meses para que Bilbao tomase distancias. Atrás quedaba su empeño en que Fernández se deshiciera de su compromiso con Barakaldo, con alcalde del PSE-EE, como así ocurrió, para llevar el proyecto de viviendas a Alonsotegi después de que "quedara prendado" de la idea cuando la conoció a instancias del presidente del PNV, Iñigo Urkullu. En el grupo Afer, centro de todas las operaciones, sostienen que, en realidad, "a Bilbao nunca le ha interesado el tema más allá del anuncio del proyecto" y de ahí que "lleva tiempo ideando cómo quitarselo de encima y, de paso, a Fernández".
La desconfianza entre ambos, dotados además de una especial autoestima, iba tomando cuerpo hasta que la llegada de la crisis del ladrillo colocó al empresario en una posición de debilidad y se rompió la comunicación. Fue el principio del fin de su sueño de las viviendas modulares, al menos en Vizcaya. Le bastó leer y escuchar algunas entrevistas a Bilbao para comprender que su suerte estaba echada. Mucho más cuando hace unos meses, en la puesta de largo del prototipo de su vivienda, el diputado general no acudió al acto oficial. Se excusó con un mensaje al móvil, alegando una reunión de urgencia en Madrid sobre el futuro de Iberdrola. "Pero te mando cinco diputados", le escribió a modo de compensación.
Para entonces, Bilbao ya había descalificado a Fernández al asegurar públicamente que apoyaría las viviendas de Alonsotegi "si hay proyecto y empresario". Sin embargo, como adelantó EL PAIS, los propietarios de los terrenos elegidos para fabricar las viviendas aseguran que nunca han recibido una oferta de compra por parte de la Diputación. Ni la recibirán, a la vista del divorcio anunciado.
Pero Bilbao jugaba con información confidencial. En la víspera de presentar el prototipo de los pisos, Enrique Curro Guzmán trasladó al diputado general una descriptiva frase que el dueño del entramado de Afer había confesado mientras almorzaba en su txoko con directivos del grupo: "Hoy va a ser el día más alegre de mi vida, pero mañana no tenemos para pagar la nómina". Guzmán y Joseba Intxaurraga han creado una empresa de ingeniería.
Así las cosas, sin una vivienda construida, con las líneas de crédito recortadas y más exigibles que nunca, desasistido del poder fáctico y real que en Vizcaya representa su diputado general, Fernández, con notorias carencias de liquidez y destruyendo 500 empleos, empezaba a sentirse abandonado. Hasta la propia BBK percibió su debilidad.Iurbenor se había hecho con los terrenos de Befesa, la antigua Sefanitro, para acometer el principal proyecto residencial de Vizcaya, denominado Puerta de Bilbao, que incluía 2.000 viviendas. Otro reto propio de la personalidad desafiante de Fernández en vísperas del progresivo hundimiento del sector.
Una hipoteca de 282 millones facilitada por la BBK, La Caixa y Banco Santander hizo posible la compra, pero su firma costó demasiado. El también presidente de Iurbenor asegura: "Xabier Irala me llamó para decirme dos días antes de ir al notario que era mejor que el proyecto lo hiciera Neinor [participada por la BBK] en lugar de nosotros". La firma notarial llegó tras 10 horas de tensa espera.
Precisamente esta operación ha abierto definitivamente la caja de los truenos. Su digestión financiera puso a Iurbenor al borde de la mayor quiebra del ladrillo en el País Vasco. La adquisición de los 235.000 metros cuadrados por parte de La Caixa, la mayoría, y de la BBK supuso un ingreso para la firma inmobiliaria de 359 millones, un precio final superior al valor actual de mercado, pero incluyendo la oportunidad de futuro.
En la redistribución de este ingreso comienza el penúltimo capítulo de esta guerra indisimulada. La decisión personal de Fernández como administrador único de Iurbentia de "pagar primero a los acreedores antes de abonar el IVA para salvar puestos de trabajo" consumó el cisma. Un grupo de seis directivos de la empresa, encabezados por Fernando García Macua y que llegan a representar un 25% de las acciones, defendieron hasta tal punto la alternativa contraria que no dudaron, primero, en presentar una denuncia ante la Ertzaintza y, después, su filtración a la prensa. De hecho, un periodista amigo de Fernández le previno horas antes de que se conociera la demanda: "Prepárate para el chaparrón que te viene".
La dirección de Iurbentia teme una acción concertada en contra de sus intereses. "El primer paso puede ser que rechacen el aplazamiento de la deuda, pero recurriré porque tengo voluntad de pagar y soy igual que otros cientos de empresarios que están en la misma situación". Pero esta decisión de la Hacienda puede coincidir con la rescisión de varias obras que ejecuta para Diputación, entre ellas el frontón de Miribilla. Y es entonces cuando Jabyer Fernández, que cree ver la mano del diputado general en "la reducción que he sufrido en adjudicaciones de obra" va a emprender el camino de los tribunales contra José Luis Bilbao, a quien responsabiliza de incumplir el millonario contrato de viviendas en Alonsotegi. "Ahí empieza y se acaba todo", reconoce, consciente de que juega a perdedor.
Al final, un mal sueño
Jabyer Fernández ya no parece el mismo, aunque posiblemente lo siga siendo. Aquel empresario arrollador de hace apenas cinco años, hecho a sí mismo en la
universidad de la ferralla, adulado sin límite, refractario al yate del nuevo rico, pero capaz de alterar su nombre para ser diferente entre los comunes, amenazado ayer y hoy por ETA, ahora se siente agobiado por las deudas y, quizá, más solo que nunca.
Su ambición, "desmedida" para algunos y "muchas veces temeraria", según otros, le empujó a construir demasiado rápido un intrincado enjambre de empresas, posiblemente convencido de que estaba tocado por los dioses. Además, a su alrededor, con sueldos millonarios, nadie se lo discutía. Fiaba su suerte a una única carta: que su sueño (las dichosas viviendas que Bilbao aseguró que le compraría) se hiciesen realidad. Y a partir de ahí, con semejante aval y liquidez, a multiplicar el pan y los peces. Pero la crisis del ladrillo le ha situado en su cruda realidad, porque había inflado en exceso su burbuja.
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