"No responderemos a la provocación de Chávez"
Éstos son posiblemente los días más duros, pero también más gratificantes, para Juan Manuel Santos, ministro colombiano de Defensa. La operación que acabó, en suelo ecuatoriano, con la vida de Raúl Reyes, número dos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), es el golpe más contundente recibido por el grupo armado en sus cuatro décadas de historia. Pero además ha destapado, gracias a la incautación de tres ordenadores, las complicidades de los Gobiernos de Venezuela y Ecuador con la narcoguerrilla, catalogada internacionalmente como terrorista. Colombia se siente traicionada por sus vecinos, a los que se ha unido el presidente nicaragüense, Daniel Ortega, aliado de Hugo Chávez, que acaba de romper las relaciones diplomáticas. Economista, abogado y periodista, Santos cree que la democracia colombiana es lo suficientemente sólida para resistir el asedio.
Pregunta. ¿Qué implicaciones tiene la ruptura de relaciones por parte de Nicaragua?
Respuesta. Era algo previsible. Lamentamos mucho que haya ocurrido, pero no creo que tenga muchas implicaciones porque, la verdad, Nicaragua no tiene un comportamiento de trascendencia, a nivel internacional.
P. ¿Los motivos hay que buscarlos en Caracas?
R. Sí, esta decisión tiene mucho que ver con Caracas, como también tiene que ver la reacción tardía tan agresiva del presidente de Ecuador, Rafael Correa. Es evidente que hay una coordinación.
P. ¿Qué ha cambiado para Colombia la muerte de Raúl Reyes?
R. Ha cambiado muchísimo. Reyes era una pieza clave en el engranaje de las FARC. Era el pívot que reparte juego a nivel nacional e internacional. Era el miembro más visible del secretariado, el mejor conectado. Se le consideraba el número dos.
P. ¿Y quién es el número uno?
R. Oficialmente, Manuel Marulanda, Tirofijo. En la práctica, podría haber sido Reyes y, en el aspecto militar, el Mono Jojoy.
P. En los últimos tiempos han caído importantes cabecillas de las FARC, como el Negro Acacio o Martín Caballero. ¿Es esa la estrategia?
R. Vamos por los cabecillas y estimulamos que las bases se desmovilicen, y esa política ha tenido mucho éxito. Ya llevamos casi 2.500 desmovilizados: está aumentando notablemente la cantidad y la calidad, con gente veterana y con jerarquía, que aporta más información.
P. Al planear la operación, ¿se plantearon que las FARC podrían matar a algunos de sus rehenes como respuesta?
R. No, no creemos que sean tan torpes.
P. ¿Cómo está hoy la guerrilla?
R. Muy debilitada. Tienen problemas de comando y control. Y eso nos lo confirma el material que hemos encontrado en las computadoras.
P. Ese material también revela las aproximaciones de Correa con las FARC. ¿Lo esperaban?
R. Para nosotros fue una sorpresa. Sabíamos que había cierto grado de permisividad, pero no imaginábamos esa complicidad. En los correos se habla de un emisario de Correa ante las FARC, que es su ministro del Interior; de su disposición a trabajar con ellos, incluso a cambiar mandos de las fuerzas de seguridad hostiles a los terroristas. Y, por lo que ahora sabemos, eso viene de atrás.
P. Correa esgrime que era una intervención humanitaria.
R. Es impresionante cómo tanta gente quiere aprovechar la situación de los rehenes para sacar rédito político. No hay más que ver el espectáculo que organiza Chávez con los liberados y sus familias. El propio Correa lo intenta. Es repugnante.
P. Esta operación ha sido un éxito militar y de inteligencia, pero les ha abierto un frente internacional complicado.
R. Sin duda, y tenemos que manejarlo con sabiduría, pero con contundencia. Se destaparon las cartas. Ahora sabemos con quién estamos lidiando. Ese doble juego de pactar con las FARC por debajo de la mesa mientras nos abrazaban y nos daban el pésame por nuestros muertos era, a la larga, una situación más peligrosa. El mundo tiene que entender la posición de Colombia, un país sometido durante 40 años a un grupo terrorista. Que tengamos vecinos que los amparan y les permiten descansar, entrenarse y planear ataques es el peor de todos los escenarios. Esta crisis se puede convertir en una oportunidad para que la comunidad internacional obligue a estos países a cumplir con sus compromisos.
P. ¿Temen que Hugo Chávez busque un pretexto para provocar un conflicto bélico?
R. Esperamos que no, aunque con personas de este tipo hay siempre un riesgo. Así como no hemos respondido nunca a sus agravios personales, no vamos a responder a sus provocaciones militares. Por eso he dado la orden de no movilizar un solo soldado a las fronteras.
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