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54º Festival de San Sebastián

Matt Dillon: "La carrera de actor no es un 'sprint', sino un maratón"

Maribel Marín Yarza

Matt Dillon (New Rochelle, Nueva York, 1964) tenía sólo 15 años cuando un cazatalentos se topó con su mirada en los pasillos del instituto Hommocks y le abrió las puertas del cine. Se estrenó con Olver the edge, una película de adolescentes de Jonathan Kaplan. Pero con los años logró zafarse de los papeles que le ofrecían por su físico y abordar otros más complejos de la mano de directores como Francis Ford Coppola. Así que sabe que "la carrera de un actor no es un sprint". "Es más bien un maratón, una prueba de fondo". Por eso ayer, cuando recibió el Premio Donostia de manos de la actriz Lucía Jiménez y arropado por su amigo, el cineasta, Julian Schabel, dijo: "Siento extraño este reconocimiento, porque estoy en la mitad de mi carrera". ¿Puedo volver dentro de 35 años?".

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Dillon, el premio Donostia más joven de la historia del Zinemaldia, revisó horas antes su trayectoria en una comparecencia entre seria y aburrida. Habló de que se siente privilegiado por haber descubierto tan joven su vocación, de su intención de volver a ponerse detrás de la cámara -"quiero volver a dirigir y tengo varios proyectos en estadios iniciales"- y de su deseo de trabajar de nuevo con Coppola, el cineasta que destapó sus dotes interpretativas en Rebeldes y La ley de la calle. "Ha sido un mentor para mí", confirmó. "Sobre todo, cuando hice mi película, La ciudad de los fantasmas. Es un genio. Estoy seguro de que trabajaremos juntos", aseguró sobre su padrino.

Personajes conflictivos

Dillon, amante de la música cubana y seguidor de los New York Mets, se ha revelado como un intérprete versátil, capaz de abordar papeles en los más diversos registros. Ha hecho de Henry Chinaski, el alter ego de ficción del escritor Charles Bukowski en Factotum; de policía en Crash; ha interpretado a esquizofrénicos... "Siempre me han interesado los papeles complejos, en conflicto, y me gusta buscar su talón de Aquiles", confesó. Y no dejan de ofrecérselos. "Es lo bonito de ser actor, que nunca sabes lo que te espera a la vuelta de la esquina". Tampoco fuera del rodaje. Ayer levantó pasiones, que causaron un incidente. Sus escoltas derribaron a una adolescente que se acercó a pedirle un autógrafo.

El actor sólo tuvo que enfrentarse ayer una pregunta incómoda. Fue sobre el racismo y la política de inmigración de su país. Y se salió por peteneras. "El racismo es una parte desgraciada de nuestro país, pero también existe una conciencia de igualdad en la sociedad", dijo. "La actual Administración ha retrocedido en muchos sentidos. Pero volveremos a ser los de antes (...) Si negamos que la gente pueda venir a nuestro país estamos negando la esencia de lo que es América"

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