Bush reorganiza la estrategia en Irak tras la muerte de Al Zarqaui
El presidente de EE UU analiza con su plana mayor la retirada gradual de las tropas
El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, convocó ayer a su equipo de seguridad y defensa para analizar la reconstrucción y la seguridad de Irak en la perspectiva de una retirada gradual de tropas. Aunque la muerte del líder de Al Qaeda en ese país, el jordano Abu Musab al Zarqaui, ha sido valorada como un importante paso, la cautela ante las dificultades que aún existen domina la reunión de dos días que se celebra en Camp David. Washington y Bagdad hablan de la presencia de los soldados, pero no hay todavía ningún calendario para la retirada.
Sin embargo, sí hay una música nueva en boca de los mandos estadounidenses. El general George Casey, responsable del despliegue, cree que la salida de parte de los 130.000 soldados de aquí a finales de año es una posibilidad real, ahora que hay nuevos ministros de Interior y Defensa en Bagdad: "En la medida en que las fuerzas iraquíes de seguridad sigan haciendo progresos y que el Gobierno de unidad nacional actúe como tal y lleve al país hacia delante, creo que vamos a poder ver continuas reducciones graduales de fuerzas de la coalición en los próximos meses y el año que viene".
El consejero nacional de Seguridad iraquí, Mouwafak al Rubaje, cree que es probable que al acabar 2006 haya menos de 100.000 soldados, y que la mayoría no estará en Irak a mediados del 2008.
No se esperaban plazos sobre tropas ayer, y no los hubo. "Lo que haremos se basará en las condiciones sobre el terreno", se limitó a decir el presidente. Pero no es ningún secreto que cualquier movimiento de repliegue a partir del verano ayudará a los republicanos, que se enfrentan a unas elecciones legislativas en las que pueden perder el control de una o de las dos cámaras del Capitolio, después de los errores y fracasos en Irak de los tres últimos años y de un gasto -en el despliegue y en la reconstrucción- que ha agravado el déficit presupuestario sin dar los frutos esperados. Las encuestas de apoyo a Bush siguen en torno al 35% y el respaldo a la guerra se mantiene en índices similares, con una creciente impaciencia por el lento pero continuo goteo de soldados muertos y heridos y por la ausencia de un horizonte claro sobre el gasto y sobre el repliegue.
Compromisos de ayuda
Bush pidió ayer a los vecinos de Irak y a la comunidad internacional que su compromiso de ayuda para la reconstrucción, de 13.000 millones de dólares (10.325 millones de euros), no se quede en meras palabras. El mensaje que la reunión quería enviar a los iraquíes, añadió, era: "Estamos con vosotros". En Camp David estaban el vicepresidente, Dick Cheney, los secretarios de Estado y Defensa, Condi Rice y Donald Rumsfeld; el consejero de Seguridad, Stephen Hadley, y el consejero de Inteligencia, John Negroponte. El presidente fue informado desde Bagdad por el general Casey, el general John Abizaid, responsable del Mando Central, y el embajador Zalmay Khalilzad. Bush pidió a los mandos que felicitaran a las tropas por la caída de Al Zarqaui, "aunque sé que eso no supone el final de la guerra", y, sin dar detalles, dijo a los generales: "Su valoración es muy realista y las recomendaciones de cómo vencer, de cómo tener un Irak autogobernado y que se autodefienda, son muy válidas".
Además de la muerte de Al Zarqaui -y de la operación de iraquíes y estadounidenses para tratar de dar el golpe de gracia a los combatientes extranjeros-, otro factor fundamental para la seguridad es la incorporación de los insurgentes suníes al proceso político, algo que podría debatirse hoy en el curso de la reunión virtual entre Camp David y Bagdad.
Hasta ahora, el nuevo primer ministro, el chií Nuri al Maliki, se ha negado a entablar conversaciones con grupos suníes "que tengan las manos manchadas de sangre", aunque la semana pasada anunció la puesta en libertad de más de 2.000 prisioneros. Desde Washington, en donde inquieta la violencia entre las milicias que produce decenas de muertes diarias, se han emitido en varias ocasiones mensajes a favor de tender puentes con la comunidad suní. La desaparición del líder de Al Qaeda ofrece una buena oportunidad para aislar a los combatientes extranjeros e incorporar a los grupos armados suníes formados tras el desmantelamiento del Ejército y el partido único de Sadam Hussein, una decisión ya reconocida como uno de los mayores errores de la invasión.
Los norteamericanos esperan oír hoy el nuevo plan de seguridad para Bagdad elaborado por Al Maliki para "restablecer el control de las armas por parte del Estado y acabar con las milicias y con la limpieza étnica", un plan que prevé el choque frontal con "las bandas armadas y los terroristas" y el desarrollo de los servicios de inteligencia, según escribió el primer ministro en The Washington Post. Al Maliki aseguró también que su Gobierno impulsará "la reconciliación nacional para cicatrizar las heridas y divisiones causadas por la dictadura de Sadam Hussein y empeoradas por el terrorismo".
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