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Columna
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A la hora de Ecuador

El TLC, Tratado de Libre Comercio, concebido como un tejido que comunique porosamente las economías de Iberoamérica con la de Estados Unidos, puede hacer el pequeño milagro de poner de acuerdo en su contra a la mayor parte del mundo andino. Recientemente lo han firmado Perú y Colombia, aunque no todo el mundo lo ve en ambos países con el mismo entusiasmo; en diciembre, el indígena Evo Morales se alzó a la presidencia boliviana haciendo campaña contra todo acuerdo que afectara a lo que llama riquezas nacionales; y, finalmente, la prueba de fuerza se traslada hoy a Ecuador, donde a partir del día 31 organizaciones indígenas tratarán de perfilar un movimiento de convergencia contra el tratado, que afirman que arruinaría a 1.600.000 pequeños campesinos, incapaces de competir con los subsidios de Washington a su propia agricultura.

La reivindicación indígena ecuatoriana se halla integrada por tres movimientos principales: la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, con su brazo político, Pachakutic, Nuevo Amanecer) fundada en 1986, y que dice agrupar a más de tres millones de los cinco millones de indígenas, sobre una población de 13 millones de nacionales; la Fenocin, de composición como su nombre indica un tanto abigarrada (Federación Nacional de Organizaciones de Campesinos, Indígenas y Negros); y Feine (Federación Ecuatoriana de Indígenas Evangélicos), mucho menos activa esta última en la protesta política, como corresponde ual pentecostalismo de inspiración norteamericana, que combate, en especial en la América india, el racheado progresismo de la Iglesia Católica.

Si las tres organizaciones deciden actuar conjuntamente y, en especial, si CONAIE da la orden de salir a la carretera, puede quedar paralizado medio país para forzar al Gobierno de Alfredo Palacio -producto de un golpe del Congreso en abril pasado contra el anterior presidente, el ex coronel Lucio Gutiérrez- a que organice un referéndum sobre el TLC. Y, a medio plazo, la convocatoria puede contribuir a que vaya madurando una candidatura de Pachakutik a las presidenciales del próximo octubre.

La opinión más ilustrada en Quito se divide en dos escuelas de pensamiento. La más extendida es la que sostiene que la participación de CONAIE en el derrocamiento de Abdalá Bucaram -destacado animador de nightclub- en 1997, y de Jamil Mahuad -de origen libanés, como el primero- en 2000, ha convencido a los líderes de la confederación -que preside Luis Macas- de que tiene el poder de quitar y poner rey, y por ello en su asamblea nacional del 31 decidirá movilizar todos sus efectivos contra el TLC. De esta forma, los paros de las dos últimas semanas habrían sido un ensayo general para la inminente demostración de fuerza. La segunda escuela cree, en cambio, que la CONAIE se ha extenuado con tanto flexionar el músculo en la sierra, y que sin el apoyo del Ejército -que hoy no se adivina- no puede desestabilizar al Gobierno de Palacio, parapetado en el estado de emergencia que decretó hace medio mes en cinco de las provincias serranas.

En 1993 el Instituto Indigenista Interamericano contabilizaba 739 grupos étnicos en el Nuevo Continente, que hablan unos 400 idiomas, mayoritariamente en Latinoamérica, a los que correspondía una población de 40 a 50 millones de indígenas. Pensar en una alianza general de pueblos autóctonos puede ser un espejismo. Ni todos los casos son el mismo, ni los grados de explotación homologables. Pero en el tronco andino y áreas de América central hay etnias naturalmente federadoras de esos intereses: quechua y aymará en los Andes -lo que afectaría también a Perú, donde hay un candidato indigenista, Ollanta Humala, en las presidenciales de abril- y maya en Mesoamérica. Y nadie se felicita más por ello que el presidente venezolano, Hugo Chávez, que sueña con una alianza de colores contra el blanco que barra el Estado pos-colonial.

La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), cierto que de seguimiento modesto si se la compara con sus pares en Ecuador, propuso el viernes pasado en Bogotá una "gran movilización continental" contra los TLC de Washington. Todos en marcha hacia Quito.

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