Granada celebra la pasión por la vida de Ayala
El presidente Rodríguez Zapatero impone medallas honoríficas al escritor y a José Saramago
Al tiempo que los niños y los adultos le agasajaban en Granada, el escritor Francisco Ayala conocía que el Gobierno había aprobado en el Consejo de Ministros de ayer la Comisión Nacional que se ocupará de su centenario. Los niños granadinos asistieron a la presentación de la reedición de Historia de la libertad, que Ayala escribió en plena Segunda Guerra Mundial, y la Diputación de Granada le hizo hijo predilecto de la provincia. Este último acto fue presidido por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que anunció la citada decisión de convertir el centenario de Ayala "en uno de los principales acontecimientos culturales de este país". Junto a Ayala fueron homenajeadas varias instituciones y el premio Nobel portugués José Saramago.
La comisión que organizará el centenario de Ayala a la que aludió Zapatero tendrá a los Reyes como presidentes de honor; la vicepresidenta honorífica será la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega. La comisión será presidida por la ministra Carmen Calvo, presente también ayer en el homenaje de Granada. Luis García Montero, poeta granadino, especialista y amigo del escritor que el 16 de marzo será centenario, ya trabaja como comisario de los actos que se preparan, y lo hace de manera muy estrecha con Carolyn Richmond, esposa de Ayala.
Cuando la vicepresidenta Fernández de la Vega hizo ayer el anunció explicó que "rara vez un país tiene la suerte de poder expresar su reconocimiento a uno de sus intelectuales más brillantes y prolíficos" cuando éste llega a los cien años. En el acto de anoche en el Hospital Real de Granada, donde la Diputación le rindió homenaje, Ayala hizo patente que tendrá cien años dentro de nada, pero no los aparenta.
Su discurso de gratitud lo hizo de pie firme; sólo necesitó la ayuda de Miguel Ríos (el músico granadino que presentó el acto; Zapatero le dijo en el micrófono: "Miguel, cada vez se te ve mejor") para desdoblar el folio que llevaba. Se ajustó sus gafas de leer (no usa otras), y se aprestó a decir con gran soltura las trescientas palabras que llevaba preparadas.
Lo que dijo estuvo lleno de la frescura con la que suele referirse al "vicio de los viejos que abruman a sus circunstantes con un catálogo de los insípidos productos de su memoria". Recordó cuando iba en familia al campo y con su pandilla cometía "travesuras inocentes (o no tan inocentes a veces) que, en ocasiones, si eran descubiertas o denunciadas, merecían la reprobación nada severa de nuestros mayores". E hizo una valoración urbana del paso del tiempo: "Recuerdo de aquellos días el encanto de un paisaje abierto y pintoresco, no sobrecargado como en la actualidad con edificaciones, útiles y necesarias sin duda, pero no siempre del mejor gusto...".
Los azares del destino
No dejó Ayala a un lado su esencia literaria. "La escritura acumulada de tantísimos años del tenaz escribidor que he sido yo refleja de vez en cuando, y casi siempre de un modo muy secreto e íntimo, aquellas vivencias infantiles y juveniles que, en función de esta tierra mía, guardaba mi memoria".
Ayala dejó Granada en 1922. Vino luego la vida en Madrid, hasta que la Guerra Civil lo llevó al exilio... "Los azares del destino me han permitido recuperar, al cabo de los años mil, el contacto cordial de la tierra nativa".
A Saramago -"ligado sentimental a Andalucía y especialmente a Granada, donde se enamoró" [está casado con la periodista granadina Pilar del Río], como señaló el presidente de la Junta, Manuel Chaves, que intervino en el acto- le hizo "muy feliz" que su nombramiento como hijo adoptivo coincidiera con este agasajo provincial a tan ilustre hijo predilecto de Granada. El escritor portugués, además, lanzó una iniciativa, al hilo de uno de los premios que otorgó anoche la Diputación, en este caso al Ayuntamiento de Cúllar, preocupado por la violencia doméstica que en esta localidad granadina ha tenido un dramático epicentro. "Los hombres debiéramos manifestarnos en las calles, y las mujeres debieran vernos desde las aceras, y nuestra manifestación sería en contra de esa infamia que es el maltrato a la mujer".
Acostumbrado a deshacer nudos políticos, el presidente del Gobierno, que tuvo que anudar al cuello de Ayala y de Saramago los lazos de las medallas que recuerdan sus honores, tuvo ciertas dificultades. Cuando tuvo que anudar el lazo correspondiente al Nobel portugués, se las vio y se las deseó, de modo que el servicio de protocolo ya le anudó previamente el que tenía que imponer a Ayala. Fue un alivio.
Hubo política en los discursos. El presidente de la Diputación, el socialista José Martínez Caler (en quien Saramago ve a un personaje del Quijote), alertó contra "la desafección civil de la política" y expresó esta convicción: "Sin ideas, la política es un tributo a la resignación". Chaves usó una frase de Ayala para invocar la utopía: "Si conseguimos no ser meros testigos del pasado, entonces podremos vivir más".
Y fue Rodríguez Zapatero el que de manera más decidida abordó la política. Granada le parece "un ejemplo vivo" de que su idea de la alianza de las civilizaciones "es una utopía posible"; expresó su convicción de que ese pasado granadino se puede invocar hoy como el cimiento "de una sociedad moderna, dinámica, que ha sabido crecer sin perder la memoria".
Después de los elogios que dedicó a los escritores y a los otros premiados (de Ayala y de Saramago dijo que representan los dos "la inagotable esperanza" que marca sus literaturas), el presidente recordó que el exilio sufrido por el autor granadino "es ya una referencia moral en la historia de este país". "Ayala", señaló, "es, como Granada, un símbolo de la mejor España, marcada por la pasión de vivir, de perdonar pero de no olvidar para no cometer los mismos errores del pasado". Recordó a Azaña: "La libertad no hace felices a los hombres, pero los hace más hombres. Contra los que alimentan el odio, los extremismos, la intolerancia, hay que construir una sociedad de ciudadanos cada vez más cultos, más libres, más solidarios".
El acto se inició con la interpretación del Cant dels Ocells, de Pau Casals, en homenaje a las víctimas del terrorismo.
Mientras duró la celebración, en la que también fueron premiados la Fundación Parque Tecnológico de Ciencias de la Salud de Granada, la deportista María José Rienda y la fiesta del Cascamorras de Baza y de Guadix, un grupo de un centenar de personas portaban fuera del Hospital Real banderas españolas sin escudo y gritaban contra Zapatero, a quien llamaban "traidor". También cantaban el estribillo "España, unida, jamás será vencida".
"Yo soy mi antepasado"
Ayala está en plena forma. Ayer por la mañana despertó en Granada con una ligera indisposición que le mantuvo en su cuarto hasta la hora de comer, así que no se pudo encontrar con los chicos a los que iba a presentar su libro Historia de la libertad en el Ayuntamiento de la ciudad en la que nació.
Él no pudo ir, le fue imposible, pero se dirigió a los chicos a través del teléfono que sostenía el alcalde, José Torres Hurtado. Su voz se escuchó, nítida, potente, desde su cuarto de hotel: "¡Hola, muchachos!". Los chicos escucharon embelesados su mensaje, le dedicaron un aplauso cerrado y luego le hicieron preguntas, que anotó Luis García Montero, el comisario de las actividades con las que se saluda el centenario del autor de El fondo del vaso.
A Francisco Ayala le fastidió sobremanera no estar con los chicos: para él, ese encuentro era uno de los momentos más esperados de todos los que ahora le preparan, y el libro que iba a estar en el centro del homenaje escolar, su Historia de la libertad, lo considera un emblema de su pasión, la libertad. Fue escrito en 1943, en plena guerra mundial, cuando él estaba en el exilio; apareció en 1945, en Buenos Aires, y el Ayuntamiento granadino ahora lo ha editado de nuevo, en edición facsímil, para regalárselo este año a todos los niños que nazcan aquí.
Al escritor se le frustraron las ganas de estar con los chiquillos, pero a primera hora de la tarde ya estaba mucho mejor, pudo encontrarse con los arquitectos que preparan la gran exposición de su centenario y se le vio otra vez con la vitalidad con que saludó a los chicos, "¡hola, muchachos!". Que es la misma vitalidad, por cierto, con la que se refirió a sí mismo la noche anterior, cuando Enriqueta Antolín, Caballero Bonald, Justo Navarro, Almudena Grandes y Rafael Juárez hablaron de su vida y de sus milagros literarios. Ayala se congratuló de sentirse tratado como si no estuviera presente, y exclamó: "¡Escuchando todo esto he pensado que yo soy ya mi antepasado!".
Babelia
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