Los otros, en el mercado
¿Por qué el Gobierno español ha apostado por la Convención para la protección de la diversidad cultural? Porque creemos en la cultura; en unos valores culturales que han sido el verdadero motor histórico de los principios económicos y sociales en los que se cimenta nuestra convivencia actual en el continente europeo.
La Europa diversa ha venido defendiendo que detrás de la cultura hay ciudadanos y lo que hoy consagra la Convención aprobada en la Unesco es el derecho efectivo al acceso a la cultura en condiciones de igualdad para todos: la voz de los otros, la de los no hegemónicos, también va a estar en el mercado. La diversidad se convierte así en pluralidad y en más libertad. Nuestro nuevo instrumento internacional, tantos años perseguido, no defiende a unas culturas en detrimento de otras, sino que nos permite competir en condiciones de igualdad material. El texto señala que la cultura es una mercancía especial y que, por lo tanto, sus transacciones deben regularse al margen de las políticas de comercio internacional al uso, dejando libertad a los gobiernos para protegerlas con el fin de procurar su conservación.
La idea es una vieja conocida en Europa, continente que, con este nuevo tratado, ha conseguido exportar su perseverante defensa de los activos políticos y económicos de sus culturas y ha capitaneado en esta ocasión con una sola voz su discusión en la Unesco. Quizá porque sabe que este resultado tiene mucho que ver con nuestro proceso de integración europea. Y que lo va a favorecer desde el momento en que el propio concepto de diversidad es el elemento común a todos los países que integran Europa. Éste es un buen ejemplo de lo que puede conseguir una Europa unida.
La Convención adoptada está llamada a constituirse en un inexcusable instrumento para construir la paz y el entendimiento entre pueblos e individuos. En este proceso, todos los países llegarán al convencimiento de que la riqueza y conservación de saberes y emociones son aliados fundamentales para el desarrollo. El planteamiento es coherente con la postura liderada por España en la ONU a favor de una Alianza de Civilizaciones. Se evidencia así un principio que se constituirá en eje político de este siglo: que el mundo es uno solo y que su gobierno lo hacemos todos.
Conscientes de nuestra propia diversidad y pluralidad como país, el Gobierno no dudó en aliarse con la Convención de la Unesco a través de iniciativas como la adopción de la Carta de São Paulo en julio de 2004 o la reunión de ministros de Cultura que tuvo lugar en Madrid en junio de este año. Queda más. Las perspectivas de cooperación en la escena cultural internacional se verán potenciadas, entre otras cosas, con la creación de una Carta Cultural Iberoamericana, impulsada en la Cumbre de Salamanca.
Sólo me queda, como ministra de Cultura, agradecer a políticos, profesionales, organismos y periodistas por habernos acompañado en este empeño y animar a los Gobiernos a que adopten la defensa de la pluralidad cultural como brújula.
Carmen Calvo es ministra de Cultura
Babelia
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