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Columna
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Papas

Me da a mí que pensar que el "papa Clemente" se haya adelantado por unos días al Papa de verdad. No sé. Puede que sea coincidencia, pero en el orden de lo sagrado las coincidencias como que no existen. Tampoco se me hace a mí muy normal que el del Palmar de Troya se haya despedido de este mundo al mismo tiempo que en Madrid era retirada, con rumbo incierto, la última estatua ecuestre de Franco. Dirán ustedes, ¿y eso qué tiene que ver? Pues paso a explicarles. (No se impacienten, que el asunto es complejo). Recuerden que Franco fue elevado a los altares del Palmar de Troya en 1977, en plena transición democrática, junto a José Antonio, Carrero Blanco, Adolfo Hitler, Don Pelayo, etcétera. Ya sé que desde el punto de vista canónico la cosa es bastante chunga, pero el carisma es el carisma y a Clemente Pérez Domínguez lo ordenó de sacerdote un arzobispo vietnamita -de nombre impronunciable, eso sí-, un 31 de diciembre de 1976; el mismo que, once días más tarde, lo consagró de obispo, con la mediación y ayuda de otros dos prelados completamente legales: monseñor Lefevre, de Francia, y monseñor Ángel Temiño, de Orense, por si ustedes no lo sabían. Así que, cuidadito. En cuanto al orden civil, ahí está la resolución del Tribunal Supremo, de 4 de enero de 1988 (con Felipe ya en la Moncloa), autorizando el registro de la Iglesia Palmeriana entre las asociaciones religiosas españolas, o sea.

Ahora viene lo mejor. Hay un cuento muy raro de Andersen -que ya es decir- titulado Ole Pegaojos, donde se narra cómo la Muerte viene en su caballo negro "corriendo veloz y llevándose en su carrera a seres humanos, viejos y jóvenes. A unos los sentaba delante, a otros a la grupa. Los que habían tenido buenas notas pasaban a la parte delantera del corcel; pero los que no, eran puestos en la parte de atrás. Allí eran obligados a escuchar cuentos horribles, y no podían saltar del caballo, porque estaban pegados al asiento. En cambio, los que iban en la parte delantera, escuchaban historias maravillosas todo el tiempo, deduzco que mientras llegaban a las fronteras del Más Allá.

No sé si lo habrán pillado. Sí, hombre. Donde dice "caballo negro de la muerte" pongan "caballo de bronce de Franco". En cuanto a los dos pontífices, el de pega y el otro, parece obvio cuál pasaría delante y cuál detrás. O a lo mejor no es tan obvio. Podían ir los dos delante, o los dos detrás. Quién sabe.

Cuando yo estuve por el Palmar de Troya, con unos amigos, en plan... antropológico -se imaginan, 1976-, pudimos hablar con el vidente Clemente, que accedió a mostrarnos las primeras llagas de sus manos, tras mucho rogarle, conste. Aquello parecían más bien quemaduras de cigarrillo, pero a su alrededor ya se agitaba una pequeña multitud fervorosa, entre el polvo y los lentiscos, con los ojos desorbitados y llorosos, y con toda la pinta de estar viendo cosas raras. Desde entonces, le tengo yo mucho respeto a la cosa. Y es para tenérselo. Por eso creo que, lo mismo que la Iglesia oficial ha acabado mirando para otro lado en lo del Palmar, un nuevo Gobierno responsable ha podido muy bien disponer todo lo necesario para que el alma de Clemente cabalgue hacia donde sea en el caballo de Franco, que es lo suyo. Y de camino, pues que aproveche el viaje. ¿O no?

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