La ayuda tarda en llegar a las víctimas
La burocracia y la falta de infraestructuras dificultan la asistencia, mientras el número de muertos supera ya los 125.000
La tragedia que azota el sureste asiático no parece tener fin, y el número de muertos alcanzó ayer los 125.000. El Gobierno de Indonesia cifró ayer sus fallecidos en 80.000, y Tailandia reconoció que sus víctimas mortales también podrían duplicar las 2.000 actuales. En Sri Lanka, donde se cuentan 29.000 muertos, la asistencia a las víctimas ha sido hasta ahora un caos. La ayuda internacional llega lentamente a las costas que el tsunami dejó como un erial. Los más de un millón de esrilanqueses que lo han perdido todo tornaron en desesperación la conmoción inicial, y sus duras críticas al Gobierno se unían a las de las ONG, que han visto su trabajo retrasado por la burocratización y la ineficacia de la Administración cingalesa.
Fuentes de la organización Mundial de la Salud aseguran que cinco millones de personas en toda la zona afectada por el maremoto están en peligro al carecer de acceso a agua, comida o atención médica. Al mismo tiempo, la ONU, que trata de coordinar toda la ayuda, incluida la de los distintos países que han mandado equipos, exigió a las ONG que, a más tardar anoche, emitieran los informes de los analistas enviados a las áreas destruidas de Sri Lanka para "poner en marcha un plan coordinado de asistencia a las necesidades precisas de los damnificados".
Hasta ahora ha sido el caos. Las víctimas de esta histórica tragedia no han recibido más ayuda que la de particulares y organizaciones religiosas, que han suministrado fundamentalmente comida y ropa. Pero la gente comienza a estar harta de estar en la calle o aglomerados en templos y escuelas. La mayoría quiere tener su propio refugio, aunque sea una tienda de campaña, que les proteja de la lluvia y del sol. En los dos últimos días aterrizaron en Colombo una decena de aviones con equipos y ayuda, pero ya el miércoles se informó de que no hacían falta ni rescatadores con perros ni médicos. Pese a ello, siguen llegando. La rabia comienza a hacer mella en muchos de los que se han quedado sin casa, que se alinean junto a la carretera y paran cualquier coche o camión que lleve ayuda. Ya se han observado acciones de pillaje y saqueo, por lo que las ONG pidieron al Ejército que escolte los convoyes humanitarios.
Unidades del Ejército han comenzado a reparar las carreteras y puentes dañados por el tsunami. La reconstrucción de las infraestructuras es elemental para la distribución de la ayuda. La red de carreteras de Sri Lanka es muy mala. Estos días la carretera que conduce de Colombo a Galle, una de las ciudades del sur más dañada, estaba totalmente colapsada por los daños y por la cantidad de voluntarios que a bordo de coches, furgonetas o camiones quisieron llevar privadamente su ayuda a los damnificados.
Los Gobiernos de la zona tratan de multiplicar sus esfuerzos para evitar que las epidemias vuelvan a doblar las pérdidas de sus ciudadanos. Una misión de la Comisión Europea sobrevoló Aceh para valorar las necesidades de la zona y ajustar el envío de la ayuda a las necesidades de la población. Desde el helicóptero contemplaron aterrados que había aldeas en las que no se movía ni una persona. El grado de devastación de esa provincia es tan gigantesco porque ha sufrido el doble impacto del terremoto más fuerte del mundo en los últimos 40 años y del tsumani más destructivo de la historia. En Aceh se necesita de todo. Los supervivientes están cercanos a la hambruna, después de días aislados rebuscando a sus muertos entre los escombros de pueblos como Malabo, que ha quedado destruido en un 80%. En la capital provincial, Banda Aceh, la destrucción es de casi un 50%. Prácticamente no quedan edificios intactos. De los cinco hospitales existentes, cuatro han quedado inservibles.
Australia, el país occidental más próximo a Indonesia y con el que mantiene serias divergencias en cuanto a la lucha contra el terrorismo internacional tras los atentados de Bali que costaron la vida a 88 australianos, se ha volcado en ayudar a su vecino. Ayer llegaron 10 aviones con helicópteros, hospitales de campaña, camiones, generadores, además de comida, ropa y alimentos.
En India, donde el Gobierno ayer dijo que dejaba de contar los fallecidos para concentrarse en los entierros, se procedió a la cremación masiva de centenares de los más de 7.000 cuerpos recuperados, que aún permanecían en las morgues. Poco a poco llegan informaciones sobre el horror que el Ejército indio se ha encontrado en las islas Andamán y Nicobar, cercanas al epicentro del terremoto. Nueva Delhi, que tiene un poderoso Ejército, ha enviado varios aviones cargados de material. India no ha solicitado ayuda internacional.
El Gobierno tailandés admitió indirectamente haber infravalorado la catástrofe sufrida en Phuket y otras islas menores también muy turísticas, en las que la violencia de las aguas arrasó numerosos hoteles repletos de turistas. En Maldivas, sin embargo, aunque los daños materiales son cuantiosos, el número de víctimas mortales se mantiene en menos de un centenar, cuando las primeras previsiones eran mucho mayores, ya que este pequeño archipiélago tiene una altura media inferior a un metro sobre el nivel del mar.
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