El español no está en peligro
Les traigo la noticia de que el español no está en peligro.
Está, más bien, protegido, por dentro, por las lenguas regionales, por los idiomas nativos, por las hablas de la mezcla fronteriza.
En este III Congreso de la Lengua Española es bueno reconocerlo: esas lenguas son la armada elocuentemente invencible que conduce al español a todas las orillas. En México como en Perú, proveen al español no sólo los nombres de la abundancia (del chocolate a la papa) y la geografía sino las inflexiones afectivas que multiplican diminutivos, transposiciones sintácticas y sincretismos de todo orden. El español crece por dentro, deudo endeudado de las hablas nativas.
Otro tanto ocurre, es cierto, con las mismas lenguas aborígenes, que siguen incorporando nuevos registros gracias a que siendo lenguas aglutinantes pueden sumar y contaminar otros lenguajes, como un nuevo mapa que gracias al español reapropiado crece y amplía el mundo local haciéndolo universal. El español que hoy hablamos es transatlántico, hecho en las idas y vueltas, siempre más otro y más mismo.
Bien sabemos que muchas lenguas tribales han desaparecido con sus hablantes como desaparece un bosque al paso de lo moderno irreversible. Pero también es cierto que las lenguas nativas de mayor memoria cultural se han robustecido y crecido, incluso reparando sus pérdidas, en diálogo ante el espejo del español, desarrollando estrategias culturales de negociación, préstamo, transcodificación y complementaridad.
Con un refinamiento intelectual que trasciende la penuria colonial y la condición meramente subalterna; con una capacidad de resistencia activa, de respuesta, redistribuyendo el espacio compartible, esas poblaciones nativas, en diversa fluidez de mestizaje creativo, han sido capaces de reprocesar la violencia, traducir lo moderno, y poner a trabajar lo nuevo como otra herramienta de su heterogeneidad. Porque si hubiese una sola verdad, un solo pensamiento dominante, América Latina no tendría lugar en este mundo. Sólo lo tiene porque lo heterogéneo es, en buena parte, su creación, y en ella nos alberga a todos, borrando fronteras, y acrecentando nuestra humanidad.
Creo que en cuanto reconocemos el valor cultural de los pueblos migratorios, la audaz expresión de sus sagas, reconoceremos que no se trata más de víctimas, y que la victimización es una lectura reaccionaria que representa como subsidiaria una cultura que no podemos separar sin autonegación.
Nuestro español -el español más nuestro en cada Congreso de la Lengua- no conoce peligro. Posee, más bien, el exceso de identidad de su tránsito.
A esa circulación nos debemos. Lo que tienen en común el quechua y el catalán, el nahuatl y el gallego, es el español, el multilenguaje de la cultura atlántica del siglo XXI.
Julio Ortega es profesor de Estudios Hispánicos en la Universidad de Brown, Providence, Estados Unidos. Coordina una de las secciones del III Congreso de la Lengua.
Babelia
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