La lengua propiamente dicha
Génesis y aventura de la publicación de la actual edición popular del 'Quijote'
De lo que más se habla es de la lengua, claro está. Los manifestantes anticongreso trataban de explicar anteayer a los Reyes, y no lo pudieron hacer, que ya estaban hartos de que les enseñaran la lengua; les querían entregar un manifiesto de protesta -por la situación laboral, política, por el Congreso mismo- y querían darles también unos espejitos como los que aparecen en Cien años de soledad, la fábula latinoamericana de Gabriel García Márquez, para que vieran lo que España le ha robado a América. Pero no pudieron hacerlo. Así pues, la lengua se quedó esta vez en ronquido a las puertas del Congreso de la Lengua (cuya primera sesión plenaria abrió el académico Claudio Guillén), donde la palabra que más se oye es precisamente la palabra lengua; algunos congresistas enseñan la lengua y otros no la enseñan. Me refiero a la lengua propiamente dicha: el 95% de los 400 millones de hispanohablantes no enseña la lengua al hablar -prueben con zapato o Zacatecas- mientras que el otro 5% no tiene más remedio que poner la lengua delante de los dientes cuando tiene que decir zozobra o Zaragoza. Uno que habla con la zeta es el Rey y uno que habla con la ese es García Márquez, el ausente de Rosario que fue protagonista en Zacatecas. Ayer se encontraron lejos de Rosario, en Cartagena de Indias; la lengua viaja así, se convierte en congreso cada vez que dos hablan, aunque sean el Rey y el Nobel.
La palabra más dicha es lengua, seguida por mezcla y mestiza
La palabra más dicha es lengua, seguida por mezcla y mestiza; la lengua española -o castellana: no se hagan problema, como dicen los argentinos- parece disfrutar de una salud respetable, porque ya no se habla tanto de defenderla sino de abrirla, de hacerla convivir también en medio de sus atacantes. Argentina, española o castellana; el congresista uruguayo y mexicano Carlos Pereda explicó: "Da igual mientras no sea tartamuda; en todo caso, la lengua es un proceso precario".
Un académico de Puerto Rico, donde el español es una isla rodeada de inglés por todas partes, decía que la única manera de que el español prospere en lugares así es poniéndolo a nadar contracorriente, viendo qué palabras o sintaxis van ingresando en el idioma sin que éste pierda su naturaleza. Por cierto, a un congresista -el profesor Ángel López García, de la Universidad de Valencia- se le ocurrió decir que el español es para pensar y el inglés es para comerciar, y saltaron chispas en algunas lenguas propiamente dichas. ¿Cómo le niega a Shakespeare y a lord Byron la tradición literaria de su lengua? ¡Un poquito de por favor! La brasileña Nélida Piñón, que obviamente no es española pero ya es como si lo fuese, añadía: "¡Hasta Winston Churchill usaba el inglés no sólo para negociar, qué prosista!".
Carlos Fuentes volvió a reivindicar la mezcla, la convivencia y el orgullo del idioma por la noche, cuando la Academia -las 22 Academias por fin actúan como si fueran una sola, reitera el director de la Española, Víctor García de la Concha- le entregó su primer premio colectivo por su libro En esto creo. Cuando De la Concha explicó sus méritos parecía estar premiándole su tan elogiado discurso de la mañana: "Bastaba oírte esta mañana para saber cuán digno eres de este premio".
Están para eso, pero hablan tanto de la lengua como si se hubieran juntado para hablar de un pariente que ha nacido o fallecido, con tanta intensidad lo elogian.
Pero quien de veras le pone intensidad a su tarea -como presidente del Congreso pero también como director de la Academia y como hombre incansable en los pasillos- es el director de la Española. Había que ver a De la Concha explicando la génesis -la idea nació hace más de dos siglos- de la actual edición popular del Quijote, responsabilidad de esa asociación de academias, cuidada por el académico Francisco Rico y publicada y distribuida desde ayer en todo el mundo. De la Concha fue explicando, como si relatara una novela de aventuras, aquella salida histórica de la primera edición del Quijote, de Madrid a Valladolid y regreso, hasta llegar hoy a este Quijote en edición popular, "así que hemos llegado al fin de una utopía que ya está al alcance de todos ustedes...", hizo una pausa de suspense, él que es tan aficionado al cine, y concluyó: "Una utopía que está al alcance de todos ustedes... A 25 pesos argentinos".
Los aplausos coronaron su entusiasmo. Pero el hombre más aplaudido y requerido del Congreso es Ernesto Sábato; compensa la fragilidad en la que le va dejando el tiempo con una sonrisa que nunca le abandona, y va a todas partes, no se arredra, con su blazer azul y su suéter rojo. Los chicos le piden autógrafos que él escribe con su caligrafía minúscula, como si la vista disminuida le achicara también las letras. Acudió a escuchar a la escritora Carmen Riera; ésta confesó que Sábato es el escritor de su vida, el único al que ha enviado flores. Ella estaba con los novelistas José María Merino y Juan José Millás, introducidos por su colega argentino Elvio Gandolfo en una librería que llaman Homo Sapiens. Ahí contó Millás lo feliz que está viendo el Paraná, "pues era un gran río muy estudiado en mi adolescencia y que siempre me produjo extrañeza: ¿cómo siendo tan grande era Para Ná?". Ya sabe Millás que Paraná es sólo un nombre antiquísimo y que el río convierte a Rosario, como cantaban Los Fronterizos, en "la capital de los cereales".
Y no va sólo Ernesto Sábato a las presentaciones literarias. Los hinchas de Rosario Central -el equipo de Roberto Fontanarrosa, uno de los más ilustres de los rosarinos- supieron que estaba aquí y le dieron un agasajo ayer a mediodía, hasta le pusieron la camiseta. El autor de Sobre héroes y tumbas declaró un día que ése era su equipo, y aquí el fútbol es al menos tan importante como la lengua, ser de un equipo es como ser de una patria. La patria será la lengua para Octavio Paz, pero aquí al menos la patria es también el fútbol. Y su Quijote es la camiseta.
Babelia
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