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IV CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA

Los editores de poesía buscan el riesgo y la excelencia

Debate de los responsables editoriales sobre los éxitos de venta y el rigor creativo minoritario

Jesús Ruiz Mantilla

¿Vender o hacer lectores? ¿Aceptar el éxito o apostar por el riesgo desconocido? Son dilemas nuevos en el mercado editorial de la poesía que ayer pusieron sobre la mesa cuatro curtidos editores del género en el IV Congreso Internacional de la Lengua, que se celebra en Valladolid y que hoy concluye con el lema Poesía necesaria. "Talento, riesgo, intuición y gusto" son las recetas que propuso Adolfo García Ortega, de Seix Barral. A éstos hay que añadir "pluralidad y excelencia", aconsejó Manuel Borrás, de Pre-Textos, que hizo un alegato para cortar de raíz el cainismo de las mafias literarias y los mundos excluyentes. ¿Y los libros que se venden a miles? ¿Enriquecen u obstruyen la labor de hormiga y de corredor de fondo que caracteriza a un editor poético? Ahí surgió la polémica con los presentes en el debate, entre los que también estaban Jesús Munárriz, de Hiperión, y Abelardo Linares, de Renacimiento.

"Un solo libro puede financiar todo un catálogo y no es ningún desdoro tener a ciertos autores", afirma Adolfo García Ortega
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"Creo que ha llegado la hora de callar"

Abelardo Linares fue el más beligerante en su visión de la poesía inmaculada, distante y aristocrática: "Creo que hay ciertos libros que no benefician en nada al mundo de la poesía, que no aportan nada, que resultan fenómenos negativos y que en la cultura no vale todo". Luego habló de catálogos "biodegradables" y de "intrusos" y animó a que algunos de los presentes intervinieran en contra de esos cantautores que les da por publicar versos. No se le citó, pero a nadie se le escapaba el nombre de Joaquín Sabina y sus sonetos Ciento volando y de catorce (Visor), que ha vendido más de 150.000 ejemplares. "Hay algunos que buscan su Harry Potter en la poesía", siguió Linares, que también arremetió contra los suplementos literarios y criticó a quienes eligen "el éxito frente a la excelencia".

Algunos se removían en sus asientos. Otros le rebatían y los demás callaban. El caso es que para ser la primera mesa del día, a las diez de la mañana, a muchos se les despegaron las legañas ante el espíritu batallador del editor de Renacimiento y librero viejo con sede en Sevilla.

Adolfo García Ortega, de Seix Barral, defendió los libros que se venden bien: "Todo editor puede publicar lo que más le apetezca. Hay que tener en cuenta que un solo libro puede financiar todo un catálogo y no es ningún desdoro tener a ciertos autores. Además, tenemos que asumir que los lectores pueden marcar pautas".

Manuel Borrás, de Pre-Textos, se apuntó a ese carro también en una rueda de prensa posterior al coloquio, aunque sin olvidar que lo que debe regir los criterios es "la excelencia". Sin embargo, vino a decir que el acceso a la poesía y a futuros lectores puede producirse por medio de esos libros de éxito. "Lo mismo que cuando hablamos del señor Lara, fundador de Planeta, hay que decir que fue él quien propició que por primera vez entrara un libro en muchas casas".

Pero hubo coincidencia en lo que mueve a estos editores a realizar su trabajo: "La pasión", afirmó García Ortega. Una palabra que estuvo en boca de los otros tres. Como la preocupación ante la avalancha de talentos: "Se publica mucho, demasiado", dijo Linares, que aseguró que el éxito en poesía es vender por encima de 1.000 ejemplares, pero que quien vende entre 100 o 200, puede considerarse 'respetado".

"Ya la edición no puede absorber tanta poesía", agregó García Ortega, que se congratuló de la "democratización del género", pero lanzó un aviso a los poetas en ciernes. "Los que escriben poesía deben asumir que lo importante es el hecho de crearla, que publicar no es fundamental", dijo el responsable de Seix Barral.

También hubo tiempo para reivindicar la pluralidad, la variedad y para denunciar esa mala costumbre de las sectas estilísticas y las mafias poéticas que han cerrado muchas puertas en España a tantas cosas. Según Borrás, el único de los presentes en la mesa que es editor lector y no editor y también poeta, afirmó: "El nuestro es un trabajo gustoso y de alto riesgo. Pero nosotros, en nuestros más de veinte años de vida en Pre-Textos, de lo que más nos preciamos es de haber contribuido a la distensión del tribalismo y a luchar contra el cainismo español de las posturas estéticas enfrentadas. Nuestro catálogo es plural", dijo.

Pese a los obstáculos, no hubo lloros ni quejas, a todos se les veía optimistas: "La vida del editor en España es envidiable. Tenemos pocos lectores, pero fieles, aquello de una inmensa minoría es cierto", dijo Jesús Munárriz, de Hiperión. Lejos quedan los siglos en que la edición poética ni existía: "Hay que tener en cuenta que en España se empezó a editar en tiempos del modernismo, que hasta entonces sólo circulaban en manuscritos u obras de poetas muertos", añadió Linares. Por eso, también hubo recuerdo especial para los pioneros en la labor, como Juan Ramón Jiménez, que marcó un hito con su colección Índice, o Manuel Altolaguirre, y también ánimos para los que hoy fomentan en solitario la circulación de ese arma cargada de futuro y que no recalaron ayer en Valladolid, pero son héroes enriqueciendo los estantes de las librerías.

Victoriano Crémer, María Victoria Atencia, Antonio Colinas, Jaime Siles y Jesús Hilario Tundidor (de izquierda a derecha), en Valladolid.
Victoriano Crémer, María Victoria Atencia, Antonio Colinas, Jaime Siles y Jesús Hilario Tundidor (de izquierda a derecha), en Valladolid.EFE

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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