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Tribuna:UN HISTORIADOR DE LA CIENCIA ENTRA EN LA ACADEMIA
Tribuna
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Una obra transida de entusiasmo

Juan Luis Cebrián

A partir de la generación del 98, la preocupación por la ciencia es una constante de nuestros grandes pensadores, entre los que descuella, por sus repetidas advertencias, por sus premoniciones y análisis al respecto, la descomunal figura de don José Ortega y Gasset. Pero sea debido a la especial orientación de nuestros diversos planes de estudio y a un mal entendimiento de la enseñanza de las Humanidades, sea por las dificultades económicas o la cicatería inversora, o por una culpable aversión al pragmatismo de que hacen gala muchos de nuestros intelectuales, durante decenios la contribución española al desarrollo científico-técnico ha sido más que limitada, y apenas bastan los dedos de las manos para contar las aportaciones trascendentales hechas por nuestros compatriotas en este terreno. Los empeños de algunos científicos de renombre y las fundadas vociferaciones de Ortega no resultaron suficientes para alejar de nuestro panorama cultural una especie de maldición que nos persigue desde el bachillerato, sometidos como estamos, también en esto, al mito de las dos Españas, representado aquí por una dicotomía singular entre las letras y las ciencias, que ha acabado por degenerar en una auténtica falla tectónica en la edificación del saber de nuestros días.

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De todos modos, en las décadas recientes se ha avanzado mucho en la corrección de este yerro histórico y comienza a haber una pléyade de científicos humanistas, y de humanistas científicos, que han de contribuir grandemente a la recuperación del tiempo perdido. Entre ellos podemos citar a nuestra compañera Margarita Salas, y al propio José Manuel Sánchez Ron, que es el intelectual español que más ha laborado en el campo de la Historia de la Ciencia en los últimos años, al tiempo que ha sido y continúa siendo un reputado maestro de la Física Teórica.

Sánchez Ron es autor de veinticuatro libros sobre estas cuestiones (veinte de los cuales podríamos considerar obras mayores), amén de compilador y editor de otras muy numerosas publicaciones colectivas y director de la colección de ensayo y divulgación científica de la editorial Crítica. Ha publicado cientos de artículos tanto en revistas especializadas como en la prensa diaria, y es el único español cuyos trabajos de historia de la ciencia son referenciados en los Collected Papers, de Albert Einstein, que viene publicando la Universidad de Princeton.

El talante moral, la atención por el hombre como sujeto preferente y objeto último de la investigación científica, recorre transversalmente toda la obra del nuevo académico e ilumina, al tiempo, su currículo de profesor y escritor. Es una obra, además, transida de entusiasmo y alerta combinados en lo que se refiere a la incidencia de los descubrimientos científicos en la construcción de la lengua. "Los idiomas -decía en un artículo publicado en diciembre de 2001- se ven obligados a reaccionar ante el desarrollo científico, acogiendo en su seno nuevos términos que surgen, irresistibles, obedeciendo a lógicas y motivaciones muy diferentes" (...). "Comunidades cuya capacidad científica es pequeña tienen un problema añadido: el de traducir esos nuevos términos, creados fuera, imponiendo criterios racionales que no violenten la historia, tradición y estilo lingüísticos propios".

Hoy nos ha hablado, sin embargo, del mestizaje, y nada más mestizo existe en la historia de la cultura que las lenguas. En efecto, éstas han sido violadas, transgredidas y mezcladas de manera constante. En eso reside su grandeza y su más evidente peligro. La RAE, en colaboración con las de las repúblicas hermanas de América y Filipinas, vela porque la perenne ebullición del lenguaje castellano no degenere en jergas, primero, que den más tarde origen a dialectos y aun a idiomas diferentes. La unidad de la lengua, que con ahínco defendemos y por la que tanto nos esforzamos, sólo es realizable desde el reconocimiento de las muchas y muy diversas aportaciones que nuestro inicial idioma romance ha recibido a lo largo de la historia. Al margen las de raíz árabe o amerindia, y de los neologismos y barbarismos que el internacional uso del francés, primero, y del inglés, ahora, han introducido, el desarrollo científico y técnico ha supuesto una auténtica invasión de nuevos términos no siempre bien homologados y definidos. De una comprensión unitaria de los mismos depende, sin embargo, en gran medida no sólo el futuro de la lengua, sino el de la investigación y, por ende, la superación de las diferencias científicas y económicas de nuestros países respecto a las potencias mundiales.

Querido José Manuel, a esa tarea, que aspira a la unidad desde la diversidad, y que asume el mestizaje cultural como la principal riqueza de nuestros pueblos, ha de incorporarse ahora tu magisterio y experiencia. Llegas anunciándonos que pretendes rompernos el corazón, lo que suena a una forma elegante de partirse el alma y partirla a los demás. Dices, con mucha razón, que la ciencia es divertida. El escritor inglés Gilbert K. Chesterton solía comentar con cuánta frecuencia la gente confunde lo divertido con lo frívolo. Entre nosotros podrás comprobar que, contra lo que su particular leyenda negra predica, también la Academia es divertida, y mucho, sin que ello desdiga de su proverbial seriedad. Bienvenido a esta casa en donde sólo encontrarás amigos conviviendo en un ambiente de diálogo y de libertad.

Extracto de la contestación de Juan Luis Cebrián al discurso de ingreso de José Manuel Sánchez Ron en la Real Academia Española.

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