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Tribuna:IRAK: LA DESTRUCCIÓN DE LA MEMORIA
Tribuna
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Aniquilación de la historia

El expolio del Museo de Bagdad significa el expolio y aniquilamiento de una buena parte, la más profunda, de nuestra memoria histórica, de la de todos. Ésta había sido afanosamente reconstruida por los arqueólogos durante más de siglo y medio de trabajo penoso. Después de la devastación por el mongol Hulagu Khan en 1248, que arrasó la Bagdad califal, este expolio quedará como el intento más brutal, previsto y consentido, de aniquilar su significación cultural. Es posible que a muchos fanáticos de credo fijo -cristiano, judío o musulmán- esto les resulte atractivo.

Después de la experiencia que dejó la guerra del Golfo, con el expolio sistemático que sufrieron los museos provinciales de Irak, cuantificado por las propias autoridades iraquíes, en unos 5.000 objetos, y del que se salvó el Museo de Bagdad, no cabía en nuestras cabezas que éste pudiera sufrir suerte similar. El Pentágono fue, con todo, alertado de tal posibilidad y un oficial reconoció que no se habían establecido planes especiales en previsión de saqueo de los bienes culturales. Se ve que la salvaguarda de la cultura no entraba entre sus prioridades y ha sucumbido a los efectos colaterales de la contienda.

Las 75.000 piezas menores encontrarán vía libre en el mercado negro
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El saqueo viola la cuna de la civilización

Hace un año pudimos recorrer las salas del Museo de Bagdad y contemplar, casi palpar, el fabuloso acervo de piezas de la civilización sumerio-acadia que allí se conservaba y que la hacía renacer a nuestra mirada: no sólo piezas excepcionales como el carnero enramado de Ur (2600 antes de Cristo) o la cabeza de rey acadio (2300 antes de Cristo): esculturas, estelas, relieves (¡los de Kalah y Nínive!), cerámica decorada, joyas de todo tipo, cilindros-sellos, figurillas, armas de bronce y piezas de sílex daban fe de una cultura plurimilenaria que fue el inicio y dio impulso a la nuestra propia a través de la transmisión hebrea y griega posterior. Sin mencionar el cúmulo inmenso de tablillas cuneiformes que nos hablaban directamente de sus propios logros y problemas.

Todo esto ha desaparecido de momento, destrozado o secuestrado, para emprender la oscura ruta del mercado negro de las antigüedades que desde años florecen en Suiza, Reino Unido y Estados Unidos. Todo el que de una manera u otra ha trabajado en excavaciones en Oriente conoce alguna de las estaciones de esa ruta y ha sido con frecuencia tentado a entrar en el juego. Es posible que las piezas más significativas afloren de nuevo y puedan ser arrebatadas a la furia y el desespero de la multitud que se lanzó al expolio gritando: "¡El gobierno de Sadam ya no existe, todo esto es nuestro!". Pero la selectividad del expolio, la cuidadosa destrucción de los archivos y registros informáticos, así como el acceso, al parecer no forzado, a las cámaras de seguridad hacen pensar que entre esa multitud enloquecida se camuflaba una planificación que tenía objetivos precisos. Se trataba de algo más que de untidiness o falta de modales, como calificaba Rumsfeld la actividad de los expoliadores.

Es posible que las más significativas piezas sean algún día recuperadas, más o menos íntegras (así ha prometido Powell, con tanta ingenuidad como desconocimiento del tema), y otras pueden ser restauradas (el mismo Powell pondría el engrudo, como sarcásticamente comentaba un reportero americano), pero la gran masa de piezas menores, de un total cifrado en 75.000, muchas de ellas no adecuadamente clasificadas, y la enorme cantidad de tablillas aún no descifradas ni inventariadas encontrarán vía libre en el mercado negro, con o sin certificado de autenticidad, falsificado naturalmente. Una tablilla de dimensiones medianas (10 x 5 centímetros) alcanza el precio de unos 5.000 a 10.000 dólares, dependiendo de su contenido. Todavía en 1996 era intervenido en la frontera de Arabia Saudí un camión con 1.000 tablillas del expolio que siguió a la guerra del Golfo.

Incluso el lobby que constituye la denominada The American Council for Cultural Policy, integrado por coleccionistas y marchantes de antigüedades, presiona para que se autorice el mercado de antigüedades robadas. Frente a tales grupos, los arqueólogos americanos y europeos han levantado la voz.

Imágenes desoladoras nos han transmitido el horror de una guerra que ha generado un presente de dolor y muerte en nombre de un futuro de paz y libertad. Lo lamentable es que los que han sufrido ese presente no podrán disfrutar de tal futuro.

Gregorio del Olmo Lete es catedrático del Departamento de Filología Semítica de la Universidad de Barcelona.

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