_
_
_
_
75ª EDICIÓN DE LOS OSCAR
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Algunas alegrías

Elvira Lindo

Seguro que Almodóvar recordará especialmente esta ceremonia, este Oscar, y las caras que ponían las estrellas del cine mientras escuchaban sus palabras de agradecimiento y de alegato en contra de la guerra. Las buenas noticias se recuerdan más nítidamente cuando algo ajeno y brutal se cruza en el camino. Vimos a Almodóvar más tranquilo que la vez anterior (también sería la experiencia), menos obligado a aprovechar esos pocos minutos para ser cómico, y eso fue a favor de su discurso, que sonó rotundo y sereno, aunque luego dijera que lo había moderado por la tensión que se respiraba. Pero no hay que restarle alegría a la alegría: el que Pedro optara por dos oscars este año era uno de los alicientes que para los españoles tenía la ceremonia. El segundo aliciente, el trágico segundo aliciente, era la guerra. Dicen que la ceremonia de ayer fue sosa: ni alfombra roja, ni demasiadas payasadas. Más bien diría que fue tensa. Tan tensa, que el espectador que la seguía al otro lado del océano podía percibirlo. Y es que la realidad emerge, por mucho que se quiera ocultar, por mucho que se controle la realización y que no viéramos casi nunca las reacciones del público (parecía realizada por TVE). Steve Martin lo dijo en uno de sus chistes: "Los actores, qué son los actores...: unos son demócratas y otros...". El público se echó a reír y lo interrumpió con aplausos, porque aunque los conceptos ideológicos sean muy distintos en Estados Unidos que aquí, los actores, en su mayoría, los actores siempre han estado más cerca de los presidentes demócratas y han temido como a un nublado -tienen razones poderosas- el reaccionarismo republicano. Ellos tienen más razones para sentir miedo a la autoridad, pero, además, poseen un sentido casi religioso de la disciplina, y se palpaba en el ambiente que salirse del guión era una falta terrible de disciplina, y a eso hay que sumarle que son patriotas, aunque sean progresistas, y no les resulta fácil echar piedras contra su propio país en presencia de medio mundo. Pero hubo momentos memorables que quedarán en nuestra memoria: las palabras de Gael García Bernal, que con un temple y una sutileza increíbles dijo lo que tenía que decir en contra de la guerra; las palabras de Adrien Brody, al que ya admirábamos por Las flores de Harrison y del que quedamos enamorados después de El pianista. Brody enlazó la emoción de recibir el Oscar por haber interpretado a ese pianista testigo de la barbarie con esa otra barbarie que está sucediendo ahora mismo; y las palabras del mismo Almodóvar, que expresaron lo que otros no se atrevieron a decir. Es muy difícil imaginar lo que uno hubiera hecho en una gala tan controlada. Los americanos son espontáneos cuando les dejan, pero a la hora del cumplimiento de las normas, las obedecen implacablemente. Por eso, hay que pensar que lo poco que pudo decirse ha sido muy importante y hay que resaltar aquello que a uno le produjo alegría, ya digo: el Oscar de Almodóvar, la belleza de Leonor Watling, los oscars para El pianista, que era, sin duda, el competidor del que Almodóvar podía sentirse más orgulloso (está bien que no le dieran un premio de consolación a Scorsese, él está en edad de hacer todavía grandes películas). El Oscar a la nariz de Nicole Kidman y a la más inmensa que nunca Catherine Z. Jones. Se nos quedaron en el tintero Las horas y la insuperable Julianne Moore. Pero los premios siempre son injustos. La sensación esencial que dejó esta ceremonia es de que los artistas estaban incómodos, y a mí me pareció bien que lo estuvieran. Es un reflejo de cómo estamos todos. Asustados y hasta las narices.

Más información
Hollywood consagra a Almodóvar
Los Oscars registran los peores índices de audiencia de su historia por la guerra de Irak
Peter O'Toole, Oscar a toda la carrera, se abraza con Meryl Streep.
Peter O'Toole, Oscar a toda la carrera, se abraza con Meryl Streep.EFE

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_