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Uribe roza la mayoría absoluta para la presidencia de Colombia

Las FARC exigen ocupar el doble de terreno que controlaron durante las negociaciones

Juan Jesús Aznárez

El liberal disidente Álvaro Uribe, con un discurso que propone el ejercicio de la autoridad en la lucha contra las guerrillas, esto es, la ofensiva militar, como el único lenguaje eficaz para que cedan en sus pretensiones, continúa encabezando todas las encuestas previas a las elecciones presidenciales que se celebrarán el domingo en Colombia, pero no alcanza el 50% para evitar tener que competir en una segunda vuelta.

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Paralelamente, la guerrilla de las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC) anticipó a quien vaya a ser el nuevo jefe de Gobierno sus nuevas exigencias para restablecer el diálogo: una zona liberada de más de 113.000 kilómetros cuadrados, el doble de la concedida por el presidente Andrés Pastrana en 1999 con ese objetivo. 'Pretenden cobrarle al Gobierno la ruptura del proceso de paz', señala el analista Alfredo Rangel.

Los sondeos indican que Uribe, con cerca del 49% de las preferencias, roza la victoria, y de alcanzarla será el presidente que deberá lidiar con una guerrilla en armas desde hace 39 años, nada dispuesta a facilitar las cosas y acostumbrada al relevo de administraciones.

Las marxistas y campesinas FARC, aplicando el dicho de 'si no quieres taza, taza y media', exigieron la salida del Ejército de los departamentos del Caquetá y el Putumayo. Todos los candidatos presidenciales la descartaron, pero la sola publicación del despropósito demuestra el bloqueo de un conflicto sin solución a medio plazo pese a haberse intentado casi todo para conseguir el desarme de los rebeldes: la fuerza y el diálogo político.

El planteamiento de las FARC, según el secretario general del Partido Comunista Colombiano (PCC), Jaime Caycedo, es equivalente al de algunos aspirantes a la jefatura del Estado cuando afirman que sólo dialogarán si la guerrilla cesa unilateralmente el fuego y las hostilidades, los secuestros, el reclutamiento de niños o el lanzamiento de bombonas de gas cargadas de explosivos.

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La pretensión de los políticos es también de imposible cumplimiento en las actuales circunstancias: las FARC están sobradas de armas y de dinero y el Ejército se ha mostrado incapaz de batirlas. 'Las partes están posicionando sus puntos de vista, pero es tan absurdo el uno como el otro', señala Caycedo.

El baile de encuestas, mientras tanto, sigue aupando a Álvaro Uribe Vélez, pese a que un pequeño grupo de electores indecisos decidirá si Colombia acude a una segunda vuelta en junio. El estudio demoscópico encargado por la revista Cambio, el grupo Caracol y varios periódicos concede al candidato liberal independiente el 48% de los votos, cinco puntos menos que en la muestra de finales de febrero. El liberal oficialista Horacio Serpa obtendría el 31%, dos puntos más. Noemí Sanín y el izquierdista Luis Eduardo Garzón quedarían por debajo del 10%. Los indecisos apenas llegan al 3% de los electores, pero este porcentaje es suficiente para decidir si hay o no segunda vuelta.

Los hombres, los profesionales de clase alta y media y los jóvenes con estudios universitarios constituyen la principal cantera de Álvaro Uribe, cuyo mensaje es de enunciado sencillo y machacón, pero de aplicación compleja y ensayado por anteriores administraciones sin éxito: la solución pasa por convencer a los alzados de que, a largo plazo, serán derrotados y por tanto deben ser pragmáticos.

No obstante, una novedad en las propuestas del hombre al que Serpa relacionó con el paramilitarismo sería involucrar a la población civil en la lucha contrainsurgente. Esa iniciativa evocó las rondas campesinas peruanas contra el terrorismo de Sendero Luminoso o las patrullas civiles guatemaltecas en la salvaje guerra de los generales contra las guerrillas en el país centroamericano.

La idea, más que asustar, complace a una sociedad que sale constantemente de una barbaridad para entrar en otra. Otra encuesta difundida por RCN, la revista Semana y otros medios adelanta que Uribe ganará con el 49,3% de los sufragios, seguido por Serpa con el 23%. 'En el trasfondo de esta frenética competencia hay un paisaje de violencia, debilidad institucional y crisis económica', señala el semanario.

Guerrilla y paramilitares

Aunque esos vicios son relativamente antiguos, en estas elecciones se agregan a la inusitada presión de las guerrillas y los paramilitares sobre las candidaturas, y esa adulteración podrá tener consecuencias. De hecho, el propio Parlamento es sospechoso de albergar en sus escaños a legisladores comprometidos con grupos violentos.

La guerrilla de las FARC quemó urnas en aldeas alejadas de la mano del Estado, secuestraron a la candidata Ingrid Betancourt y 12 diputados en el mismo Parlamento de Cali; los paramilitares han obligado a no pocos políticos a dejar de hacer campaña, y amenazan a pueblos enteros con represalias si votan por Serpa.

Las presidenciales se desarrollan pues bajo intimidación armada, en un clima enrarecido, y con los partidos tradicionales, el liberal y el conservador, percibidos como cascarones vacíos e intercambiables, sin apenas fuerza entre una sociedad definitivamente desencantada por su pobre desempeño en democracia.

Un 60% de las personas consultadas en los sondeos dijo no pertenecer a ningún partido, y el 52% de los diputados del Congreso nacional procede de movimientos y coaliciones teóricamente independientes.

Policías colombianos examinan los restos de un coche bomba colocado por las FARC en La Pintada.
Policías colombianos examinan los restos de un coche bomba colocado por las FARC en La Pintada.REUTERS

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