Israel levanta el cerco a la basílica de Belén tras la salida de 123 palestinos
Trece palestinos son trasladados a una base militar británica en Chipre y el resto queda en libertad
Abdulá Daud, el jefe de la inteligencia palestina en Belén y uno de los hombres más buscados por Israel, traspasó ayer a las seis de la mañana, hora española, la Puerta de la Humillación de la basílica de la Natividad de Belén con un pañuelo palestino sobre los hombros. Momentos antes había entregado su arma a un agente de EE UU y estaba desarmado ante los militares de una de las mejores unidades del Ejército israelí. Tras estrechar la mano al monje franciscano Ibrahim Faltas, de nacionalidad egipcia, caminó hacia los soldados y se entregó. Comenzaba así el fin del asedio al templo cristiano iniciado el 2 de abril cuando unos 200 palestinos irrumpieron en la iglesia y fueron cercados por el Ejército de Israel.
A lo largo de tres horas y media se repitió el mismo ritual más de un centenar de veces. Cada vez que un palestino aparecía por la pequeña puerta del templo, lo recibía un mediador que lo acompañaba hasta un detector de metales, situado 30 metros más adelante, y le entregaba una bolsa con víveres. Allí, un franciscano o un monje ortodoxo recogía el carné de identidad del palestino y lo acompañaba hasta un autobús. La documentación era entregada directamente a un soldado israelí y el hombre era introducido en un vehículo. En total había siete autobuses esperando en la plaza del Nacimiento. Todos ellos con las ventanas cerradas y soldados israelíes armados apostados en el interior para controlar a los viajeros.
A las seis y media, hora española, partió el primer autobús llevando a los 13 palestinos deportados a Chipre, dos de los cuales estaban heridos y tuvieron que abandonar la iglesia en camilla. El vehículo iba custodiado por coches todoterreno con agentes federales de Estados Unidos a bordo y algunos vehículos militares israelíes. Su destino era una base militar -donde los milicianos iban a ser interrogados por los servicios de inteligencia israelíes, aunque con presencia internacional- antes de ser trasladados al aeropuerto Ben Gurión, de Tel Aviv, donde un avión británico esperaba para trasladarles a la base militar británica de Akrotiri, en Chipre.
Durante el trayecto por carretera, varios ciudadanos israelíes, con banderas de Israel y carteles en los que se comparaba a Arafat con Hitler, trataron de cortar el paso a la comitiva y llegaron a tumbarse en algunos casos delante del autobús. Para los manifestantes la deportación es una claudicación de Israel y exigían que los milicianos fueran juzgados por un tribunal israelí. La policía tuvo que intervenir para dispersarlos.
Suprimir el terrorismo
También la población musulmana de Belén se opone a las deportaciones, pero porque creen que los milicianos deben ser puestos en libertad. 'Se pueden evitar las deportaciones suprimiendo el terrorismo', señaló Ranan Gisin, jefe de gabinete del primer ministro israelí.
Media hora más tarde partía el segundo autobús con los 26 milicianos, cuyo destino era, en teoría, una prisión de Gaza supervisada por británicos y estadounidenses. A su llegada al territorio palestino, los prisioneros fueron aclamados como héroes por una población que espera en cualquier momento que se produzca un ataque de las tropas israelíes apostadas al otro lado de la frontera.
Finalmente, en otros cinco autobuses fueron instalados 84 civiles, en su mayor parte vecinos de Belén, quienes debían ser sometidos a un interrogatorio antes de ser puestos en libertad. A continuación, los observadores internacionales sacaron las armas depuestas por los milicianos palestinos, entre las que se encontraban numerosos rifles de asalto kaláshnikov, pistolas, algunas granadas y numerosa munición que hubiera permitido a los atrincherados prolongar su resistencia al asedio. Las armas fueron entregadas a los militares israelíes.
A última hora surgió un problema, ya que los 10 activistas del grupo propalestino Movimiento de Solidaridad Internacional se negaron a abandonar la Natividad y exigieron la presencia de abogados y mediadores. Los activistas entraron a la fuerza en la iglesia hace una semana y el Gobierno israelí ya había anunciado que, dado que eran de diversas nacionalidades, serían expulsados de Israel cuando salieran de la iglesia. Los israelíes solicitaron a los religiosos católicos, ortodoxos y armenios que salieran de la iglesia, cosa que hicieron por primera vez en 39 días, y varias unidades de la policía antidisturbios tomaron posiciones en las cercanías de la Puerta de la Humillación, el pequeño acceso que da al templo. En un último esfuerzo, representantes palestinos, entre los que se encontraba el diputado Salá Tamari, e israelíes entraron a negociar una salida de los pacifistas. Finalmente, éstos salieron de la iglesia cuatro horas después y fueron inmediatamente detenidos.
En la ciudad de Belén, un severo toque de queda seguía vigente por la tarde a pesar de que un portavoz del Ejército, el coronel Olivier Radowicz, había asegurado que los militares se retirarían de Belén, 'en cuanto no quede nadie dentro de la iglesia'. Los tanques se fueron anoche del casco viejo de Belén, una ciudad con una población cercana a los 100.000 habitantes.
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