Julie Sohn y Miguel Palacio dan severas lecciones de estilo
Duyos recurre a la teatralidad para mostrar su tendencia rupturista
La segunda jornada de la 35ª edición de la Pasarela Cibeles con las propuestas para el otoño-invierno 2002-2003 ha discurrido con un acentuado equilibrio de calidades y con la clara intención de los modistas de, sin abandonar las tendencias, ahondar en la distinción personal del estilo. Julie Sohn y Miguel Palacio representan el rigor, mientras Duyos y Victorio & Lucchino abanderan la exuberancia y el estilismo del exceso.
Ya en sus desfiles anteriores en Cibeles Julie Sohn, más que asombrar encantó. Ella posee lo que en una mezzosoprano se llama 'virtuosismo de la media voz'; sobre un estilismo ejemplar en apenas cuatro tonos (negro, arena, marrón y azul noche) la creadora de origen coreano afincada en Barcelona modeló líneas suaves, desarrolló una falda doble con algo de pareo urbano y aun otra cuyo patrón irregular es una mezcla inteligente del evasé clásico con un pliegue asimétrico lateral. Sohn mostró abrigos amplios, chaquetas cortas entalladas y una seda de topos aleatorios en las blusas, hasta conseguir una mujer soñadora a la vez que contemporánea, sin olvidar alguna que otra transparencia y un exquisito terciopelo negro grabado.
Miguel Palacio abandera el imperio del negro, aunque matiza su colección con obsesivas repeticiones en marfil, blanco y naranja; virtuosamente mostró pasamontañas en lana, capuchas, cuellos generosos que devienen en esclavinas y agresivos pantalones en la ya histórica pata de elefante. Hay que mencionar su blusa chubasquero y su obsesiva propuesta de las transparencias; la ausencia del botón utilitario y su presencia agigantada como elemento decorativo. A Palacio le hizo un flaco favor esta vez la peluquería.
Recuperación
Fue recibida con alivio la recuperación estilística y material de Quina Fernández, que usó con dignidad un cuero grabado como damasco y sobre plastificado en una variedad de prendas de buen dibujo. Claramente imponiendo el blanco y el negro, la diseñadora gallega sucumbió al uso en clave californiana del cuero color rosado, terminando su desfile con trajes masculinos en moiré.
Juan Duyos aportó la hora teatral con un excesivamente lento y largo desfile inspirado en las mujeres tapadas limeñas del siglo XVIII. Cada look estaba lleno de una enorme carga irónica y plástica donde, si se quiere, el joven madrileño reciclaba a beneficio de su generación el exceso de Montesinos y el misticismo de Font.
Duyos presentó mangas de macramé, medias madroñeras goyescas, pantalones capri, volantería colonial y pololos de gruesa lana. Su delantal multicolor inca se sumaba a los adidas de última generación, estableciendo un curioso paralelismo cromático en el que la ropa propiamente dicha navegaba dentro de un sofisticado barroco indiano.
Cerraron la jornada Victorio & Lucchino con un desfile en el que las claves del mercado hacen su aparición para contener lo que puede denominarse 'antigua fiebre andalucista'. Hubo alguna buena chaqueta entallada y los habituales excesos difíciles de clasificar y describir: denim recamado, un kimono procedente de un mantón y una lluvia residual de volantes y flores.
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