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Bush propone incrementar el gasto militar para reactivar la economía

El presidente de EE UU introduce una crítica a Enron en el discurso sobre el estado de la Unión

Enric González

El aumento del gasto militar es esencial para ganar la guerra contra el terrorismo, lo que evitará nuevos ataques y, a su vez, permitirá que la economía estadounidense quede a salvo de atentados y se recupere. Abreviando el argumento, la concesión de 48.000 millones de dólares adicionales al Pentágono será la principal causa de un déficit presupuestario de 80.000 millones, pero ayudará a luchar contra la recesión. Sobre ese funambulismo político construyó George W. Bush su discurso sobre el estado de la Unión. El presidente trató de trasladar la popularidad personal generada por su campaña antiterrorista a un terreno, el doméstico, mucho más resbaladizo, sobre todo desde que estalló el caso Enron.

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A propósito de la quiebra de la compañía energética, el presidente de Estados Unidos trató de distanciarse del escándalo de Enron con un llamamiento a la 'transparencia empresarial'.

El discurso ante el Congreso sobre el estado de la Unión, que Bush tenía previsto pronunciar a partir de las tres de la madrugada (hora peninsular española), marca los objetivos presidenciales para todo el año. En esta ocasión, resultaba de especial trascendencia: era el primero de su mandato, coincidía con el arranque de una larga campaña electoral para la renovación parcial del Congreso en noviembre y se desarrollaba en las circunstancias extraordinarias creadas por los sucesos del 11 de septiembre.

Mención indirecta a Enron

La Casa Blanca anunció ayer que la intervención presidencial se centraba en tres objetivos: 'Ganar la guerra contra el terrorismo, proteger el territorio nacional y acabar con la recesión'. 'Creo que podemos conseguir los tres objetivos', afirmó Karen Hugues, asesora del presidente y una de las personas encargadas de coordinar la redacción del discurso. El texto, que se mantenía anoche en secreto, fue retocado a última hora para introducir una cuidadosa mención indirecta al caso Enron, la quiebra de la mayor compañía energética del mundo, con indicios de fraude contable y peligrosas ramificaciones políticas: el creador de Enron era amigo personal de Bush y el principal financiador de sus campañas electorales. [El nerviosismo sobre el caso Enron fue una de las causas del desplome que Wall Street sufrió ayer. El Dow Jones bajó 241,63 puntos (un 2,51%) y se situó en 9.624,12 puntos. Más información en página 45].

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El presidente decidió añadir un párrafo en el que urgía a las grandes empresas a ser 'más transparentes', y al Congreso, a reformar la legislación para evitar que los trabajadores de las compañías en bancarrota perdieran sus pensiones de jubilación, como en el caso Enron. El objetivo era atenuar la impresión general, reflejada en las encuestas, de que George W. Bush y su Gobierno prestaban más atención a grandes empresas que a los ciudadanos medios, una tendencia tradicionalmente atribuida a las administraciones republicanas.

La principal dificultad de Bush, en su comparecencia ante las dos cámaras del Congreso reunidas en sesión conjunta, no radicaba, sin embargo, en protegerse de un escándalo aún en sus inicios, sino en hacer verosímil la consecución de los tres objetivos, aparentemente contradictorios entre sí. Bush pensaba repetir su idea de que 'en una situación de emergencia nacional' no se debía escatimar nada al Pentágono, lo que justificaba elevar en 48.000 millones de dólares su presupuesto, hasta casi 400.000 millones: más de lo que gastan, sumados, los otros seis ejércitos más poderosos del mundo.

La oposición tenía previsto aplaudirle en ese punto: 'En defensa y política exterior no hay divisiones partidistas', anunció el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Tom Daschle. Donde pensaban hincar el diente los demócratas era en las consecuencias domésticas de esa generosidad con los militares. En el arranque de su mandato, Bush logró que se aprobara una rebaja de impuestos por un total de 1,3 billones de dólares en una década, justo cuando la economía estadounidense se adentraba en una recesión; los superávit heredados de Bill Clinton han desaparecido, y la triple combinación del gasto en armamento, la reducción de ingresos fiscales por la crisis y la rebaja de Bush asegura déficit presupuestarios en los próximos años. No quedará dinero para los asuntos que, una vez ganada la guerra en Afganistán, más preocupan a los estadounidenses: el paro (en seis meses se han perdido 800.000 empleos) y la reforma de la Seguridad Social.

El propio presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, pareció situarse del lado de los demócratas el pasado jueves al indicar que el aumento de los déficit debía evitarse si se deseaba recuperar el crecimiento económico y crear empleo.

La imposibilidad de hacer compatibles dos prioridades tan divergentes como una guerra externa y una recesión interna acabó en 1992 con la presidencia de George Bush padre, y George W. Bush es muy consciente del riesgo. La gran cuestión es si él logrará cuadrar el círculo.

El presidente decidió ampliar su audiencia al difundir su discurso sobre el estado de la Unión, el más importante del año, a través de Internet. El parlamento de Bush estaba previsto difundirlo en español, francés, chino mandarín, árabe, ruso y portugués. Se trata de la primera vez en que el discurso presidencial contará con traducción oficial en seis de las lenguas más habladas en el mundo.

Bush, durante el discurso que dirigió al Congreso el pasado septiembre con motivo de los atentados.
Bush, durante el discurso que dirigió al Congreso el pasado septiembre con motivo de los atentados.REUTERS

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