Japón hunde la cumbre del clima al aplazar la ratificación del acuerdo de Kioto
EE UU asiste al encuentro para evitar que se tomen decisiones que perjudiquen a su economía
Tras la frenética actividad diplomática desplegada por la UE para intentar atraer de nuevo a Estados Unidos al ámbito del Protocolo de Kioto y salvar este acuerdo internacional que pretende reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, o por lo menos que no cunda entre otros países el ejemplo del rechazo, Washington advirtió a finales de junio que participará en Bonn activamente en las negociaciones para la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, pero que se mantiene firme en rechazar su protocolo como instrumento útil para cumplir sus objetivos.
La delegación estadounidense estará presente para impedir que los demás tomen decisiones que puedan lesionar sus intereses, según ha explicado Javier Rubio, responsable de la Oficina del Clima (Ministerio de Medio Ambiente). España, que estará representada en la cumbre de Bonn por el ministro Jaume Matas, forma parte de la troika comunitaria, liderada este semestre por Bélgica, que representa a la UE.
Los líderes de los principales grupos negociadores estarán muy pendientes de las decisiones que se tomen en la cumbre del G-8 que se celebra en Génova también esta semana. Desde Bonn intentarán encarrilar los debates en torno a un documento de negociación que ha elaborado el presidente de la Conferencia (oficialmente es la segunda parte de la VI Conferencia de las Partes de la Convención Marco), el ministro holandés Jan Pronk. De hecho, es la tercera versión del documento de negociación en los últimos meses.
No permitir el naufragio El primero fue rechazado en La Haya, en noviembre pasado, al no llegar a un acuerdo Estados Unidos y la UE. La reglamentación del uso de los llamados sumideros de dióxido de carbono (dada la capacidad de las plantas de absorber este principal gas de efecto invernadero) y las normas de cumplimiento de Kioto fueron entonces los dos escollos insalvables, con la UE haciendo una defensa a ultranza de la integridad del acuerdo internacional y Estados Unidos buscando la máxima flexibilidad. El objetivo de la reunión informal que empieza hoy es allanar el camino hacia las negociaciones oficiales que se abren el próximo jueves. El ministro alemán de Medio Ambiente, Jürgen Trittin, ha calificado la Cumbre de 'última oportunidad' para el Protocolo de Kioto. Este acuerdo, aprobado en 1997, establece que los países desarrollados deben reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 5,2% en el plazo 2008-2012 respecto al nivel de 1990. El Protocolo no ha entrado en vigor porque no ha sido ratificado por suficientes países, pendientes de aclarar su reglamento para cumplirlo. La UE es una firme defensora y se ha marcado el 2002 de plazo para su entrada en vigor. Pero la postura de rechazo de Estados Unidos, argumentando que el acuerdo internacional es lesivo para su economía, ha sido un jarro de agua fría en el optimista calendario de ratificación.
'Hay que alcanzar un acuerdo en Bonn sobre cómo aplicar los objetivos del Protocolo', ha declarado la comisaria europea de Medio Ambiente, Margot Wallstrom. 'No podemos permitir que naufrague el barco. Hemos desplegado demasiados esfuerzos y hay mucho en juego para el clima'. La mayoría de los negociadores se plantean qué sentido tendría aprobar y ratificar un acuerdo internacional (el Protocolo de Kioto) si se queda fuera Estados Unidos, responsable del 25% de las emisiones de los países desarrollados y de casi del 40% del total mundial. 'Un acuerdo sobre los puntos clave sería una mejor opción que un no acuerdo', comentó la semana pasada la portavoz de la Comisión Europea, Pia Ahrenkilde.
Mientras tanto, a principios de este año, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de las Naciones Unidas, presentó su tercer informe de evaluación de la situación con conclusiones preocupantes: la temperatura media de la superficie terrestre aumentará entre 1,4 y 5,8 grados centígrados en los próximos cien años; el nivel del océano mundial subirá entre 0,1 y 0,9 metros y anegará inmensas regiones costeras muy pobladas; habrá más sequía en zonas áridas y cambios sustanciales en los regímenes de precipitaciones
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