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'Soy el más capacitado para matar a un político'

"Cuídate, por favor, no vengas por aquí. Sos muy joven y esto es muy peligroso", solían decirle las Madres de Plaza de Mayo al guapo y rubio veinteañero que frecuentaba sus reuniones en octubre de 1977. El joven, que decía llamarse Gustavo Niño y que supuestamente buscaba a un hermano desaparecido, no era otro más que el teniente de fragata Alfredo Astiz. Su infiltración en las reuniones de las Madres de Plaza de Mayo tuvo éxito: 12 de las personas señaladas por el Ángel Rubio, como se lo conocía en la Escuela de Mecánica de la Armada, el centro de detención clandestino más importante de la última dictadura militar argentina, fueron secuestradas ese año y continuán desparecidas.

Buen mozo, sonriente y cínico, Astiz se convirtió rápidamente en un símbolo de la sangrienta represión de las Juntas militares que gobernaron Argentina entre 1976 y 1983. Sobre todo fuera de su país, donde los tribunales de cuatro países (Suecia, España, Francia e Italia) han pedido en los últimos años su captura internacional. Beneficiado por la Ley de Obediencia Debida, dictada en 1987, Astiz había disfrutado en los últimos 15 años, hasta la madrugada de ayer, de una vida confortable en algunos aspectos y muy ardua en otros. Poco amigo de los flashes y las entrevistas periodísticas, poco se supo hasta hace tres años, cuando una polémica entrevista publicada por el semanario Trespuntos lo devolvió al primer plano. "Soy el hombre mejor capacitado técnicamente para matar a un político o a un periodista", decía Astiz en esas páginas, a la vez que defendía la actuación de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el terrorismo. Esas declaraciones le valieron a Astiz, de 50 años, la única condena que le ha sentenciado la Justicia argentina: tres meses de prisión en suspenso bajo los cargos de apología del delito.

A pesar de haber sido calificado por la Marina como uno de sus oficiales más eficientes en la lucha contra la subversión en los setenta, nunca se le probado a Astiz el asesinato de ningún terrorista. Su fuerte fueron las infiltraciones en las organizaciones de derechos humanos e izquierdistas.

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