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POBREZA Y MEDICAMENTOS

Un pequeño orfanato de Kenia se atreve a retar a la gran industria farmacéutica

El director del centro anuncia la compra de genéricos contra el sida a una compañía india

'Estoy cansado y asqueado de oficiar funerales', dijo en Nairobi (Kenia) el jesuita Angelo D' Agostino, ex profesor del Hospital Universitario de Georgetown en Estados Unidos y actualmente director del orfanato de Nyumbani en esa capital africana. D' Agostino anunció que comprará los genéricos contra el sida ofertados hace dos semanas por la compañía Cipla de Bombay a 63.000 pesetas al año (en España el cóctel antisida cuesta más de un millón de pesetas).

El jesuita fue incluso más lejos: tras matizar que los fármacos de Cipla sólo le permitirán atender a 20 de los 70 huérfanos con sida que tiene a su cargo, se mostró dispuesto a recibir otro medicamento, AZT, de un laboratorio brasileño. Brasil ha logrado, con genéricos, reducir a la mitad las muertes por sida. Según la OMS, el sida ha causado unos 12 millones de huérfanos en África; muchos de ellos, si no están infectados, deberán ocuparse de sus abuelos; otros están condenados a sobrevivir solos.

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El anuncio de D'Agostino se produce al mismo tiempo que una reunión de ONG exige en Nairobi un abaratamiento del 85% de los fármacos antisida para África y emplaza a cinco multinacionales -GlaxoSmithKline, Boehringer Ingelheim, Merck, Bristol-Myers y Roche- a cumplir la promesa que el año pasado hicieron ante Onusida, la agencia de Naciones Unidas contra la epidemia, de que bajarían los precios.

Actualmente hay dos campañas mundiales de ONG con ese objetivo, lideradas por Médicos Sin Fronteras (MSF) y Oxfam (cuyo miembro español es Intermón). Por otra parte, el novelista británico John Le Carré ha denunciado el comportamiento de las multinacionales farmacéuticas (ver EL PAIS del pasado domingo), con ocasión de la publicación de su último libro, El jardinero constante.

GlaxoSmithKline (GSK) acusó ayer el envite de las ONG. La multinacional dio una conferencia de prensa en Londres en la que señaló que además de los precios y las dificultades de distribución hay más obstáculos que dificultan el acceso de las poblaciones pobres a los medicamentos básicos. Glaxo aprovechó la presentación de la estrategia y programa de recorte de costes del grupo para defender su papel en la lucha contra el sida.

Jean Pierre Garnier, director general de GSK, acorralado por las críticas de Oxfam, se saltó el guión y resaltó: 'Se nos trata injustamente, porque las medicinas de GSK no son excesivamente caras y, por supuesto, tampoco mantenemos los mismos precios en EE UU, Europa y Africa'. Recordó que GSK vende tratamientos antisida con un 'descuento del 90%' a Senegal, Uganda y Ruanda. 'Pero hay muchas otras barreras al acceso: pobreza, inadecuados niveles de gasto público y débil infraestructura sanitaria. Estos problemas requieren la responsabilidad compartida de otros sectores'. GSK afirmó estar desarrollando 36 vacunas en Africa, una contra el sida. 'Ha dado excelentes resultados con monos', dijo Granier, tras reivindicar que 'el descubrimiento de productos que funcionan es la mejor contribución que podemos aportar'.

El pronunciamiento de D' Agostino ha tenido repercusión inmediata en la esfera política keniana. Sam Ogeri, ministro de Salud, se apresuró a decir que, pese a la postura del orfanato de Nyumbani, el Gobierno mantendrá su prohibición de importar genéricos. Pero añadió que el próximo mes el Parlamento podría enmendar la ley y permitir esas importaciones. 'Es un acontecimiento deseado', dijo el ministro, 'pero antes de llegar a ese punto la industria farmacéutica mundial podría reducir sus precios'. Kenia tiene 2,1 millones de casos y ha habido ya un millón de muertes. Un ejemplo de la situación farmacológica: la multinacional Pfizer vende el fluconazole contra la meningitis (enfermedad asociada en África al sida) a 1.100 pesetas la dosis, mientras que el genérico equivalente vale en Tailandia 60 pesetas.

Patentes contra genéricos

Las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) no favorecen en absoluto los genéricos, sino las patentes obtenidas por las empresas, que les da derechos de exclusividad durante al menos 20 años. La asociación Pharmaceutical Research and Manufacturers of America (PhRMA) es muy influyente a la hora de elaborar las normas de comercio y ha sido uno de los grandes apoyos que han llevado a la presidencia a George W. Bush.

Algunos países como Brasil, India, Tailandia o Egipto se han convertido en prácticamente autosuficientes en medicamentos, y podrían vender a países pobres a precios bajos si las normas del comercio internacional no se lo impidieran. La clave para que ese comercio pudiera llevarse a cabo estriba en la aceptación de la llamada licencia obligatoria: los Gobiernos podrían permitir la fabricación e importación de fármacos aduciendo necesidades de la salud pública, sin el consentimiento de los propietarios de patentes.

La pugna entre algunos gobiernos y las compañías es muy dura. Suráfrica, con casi cinco millones de enfermos de sida, votó en 1998 una ley favorable a fabricar sus propios medicamentos, pero 42 empresas farmacéuticas presentaron demanda, y el próximo mes se celebra el juicio.

GSK, que también demandó al Gobierno surafricano, insistió ayer en que defenderá su propiedad intelectual. 'Los productores de genéricos', dijo Garnier, 'no existirían sin nosotros. Se benefician de los inventos de los demás e intentan destruir el sistema internacional de patentes. Estas empresas no son un problema para nosotros, pero tampoco una solución'.

D' Agostino ha dicho a The Washington Post: 'Es realmente la cara oscura del capitalismo: esa avaricia de los grandes laboratorios sobre el rehén subsahariano. La gente está muriendo porque no puede pagar los precios'.

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