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Depuración en el Ejército

Las Fuerzas Armadas tienen que ajustarse a los desafíos de la globalización. Durante las últimas dos décadas, pero particularmente en los últimos años y ante el auge de los paramilitares y las ofensivas terroristas de las FARC y el ELN, sobre la difícil misión constitucional de las Fuerzas Armadas se ha posado un negro nubarrón: el de las sistemáticas acusaciones de violación de los derechos humanos. El deterioro en este frente es tan notorio que la comunidad internacional ha puesto sus ojos sobre el país y reclamado que se ponga coto a esa situación. (...) El Ministro de Defensa anunció esta semana la desvinculación de 388 oficiales y suboficiales de las fuerzas militares. La mayoría de ellos por posibles violaciones de los derechos humanos. (...)Mientras en el Ejército hay continuidad, en la Armada el Gobierno se decidió por un relevo, que de alguna manera está vinculado a las denuncias sobre la existencia de un peligroso foco de corrupción y de vínculos de algunos oficiales con el narcotráfico.

La desvinculación de casi 400 militares fortalecerá sin duda la imagen y reputación del Ejército, (...) aislando a la guerrilla y a los paramilitares, dejándolos como únicos violadores de los derechos humanos. De todas maneras, la tarea es larga y requiere persistencia. Una capacidad defensiva y ofensiva, legítima y fuerte, es esencial para cualquier Estado. Sobre todo para uno en medio de una guerra tan sórdida y sucia como la que vive Colombia. Bien entendida, esta capacidad no es un sustituto del proceso de paz, sino, por el contrario, una pieza fundamental para su éxito.

, 20 de octubre

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