La artista alemana Rebecca Horn presenta en Santiago 15 años de "camino espiritual"
'Encuentro entre la piedra y el océano' exhibe en el Centro Galego de Arte su obra reciente
Una imagen extraída de la mística sufí sirvió a Rebecca Horn (Hamburgo, 1944) para dar título a la exposición y enmarcarla en el lugar que la acoge. El lema elegido por Horn, Encuentro entre la piedra y el océano, evoca dos de los elementos naturales más característicos de Galicia y sirve como fórmula genérica para presentar los últimos 15 años de trabajo de una creadora que, desde principios de los ochenta, ha ejercido una notable influencia en la escena artística internacional. Ausente de España desde 1992, Horn ha aceptado ahora la invitación del Centro Galego de Arte Contemporáneo (CGAC) como un modo de realizar su propio "camino espiritual a Santiago".
"Rebecca Horn es una artista de culto, en cierto modo, una artista para artistas, ya que ha ejercido una gran influencia en varias generaciones de creadores. Algunas ideas suyas, como la toma de conciencia del propio cuerpo que podemos ver en sus primeras obras, se convertirán en muy recurrentes en el arte posterior", afirma Miguel Fernández-Cid, director del CGAC.En Horn, el concepto de instalación artística abarca los campos más amplios. Géneros y modalidades se mezclan en casi todas sus obras. Hay pintura y escultura, por supuesto, pero también cine, fotografía, textos literarios y música. Las instalaciones no se limitan a ocupar el espacio, sino que, a través de un movimiento propio, integran el tiempo. En sus obras encontramos máquinas que oscilan en vaivenes caprichosos, y, de vez en cuando, nos sobresalta una sorpresa como para recordarnos que lo que tenemos delante cuenta con cierta vida propia: de súbito, una piedra atada a un cable se precipita desde lo alto del techo o un cuchillo conectado a un resorte rasga la pared del museo.
"Partituras musicales"
Lo mismo ocurre con los sonidos, parte esencial de algunas de sus obras, ya sea el rumor similar al de las olas que logra producir la arena encerrada en un espejo oscilante o el zumbido de abejas que contribuye al inquietante tono general de su obra Concierto para Buchenwald, localidad alemana donde se asentó uno de los campos de exterminio nazis. La propia Horn confiesa que algunas de sus instalaciones las concibe como "partituras musicales". "Espero que la gente baile al verlas", bromea la artista, aunque parece difícil que las piezas vayan a inducir tal reacción en el público. Y es que, a pesar de que no le falten sus apuntes irónicos y lúdicos, la obra de Horn discurre con frecuencia por catacumbas opresivas, como lo demuestran algunas de sus fijaciones: el manicomio, el campo de concentración, los objetos cortantes, la exacta frialdad de la máquina... En general, la muestra desprende a menudo una sensación de aislamiento. "Lo suyo es mezclar elementos", explica Fernández-Cid, "combinar un tono lírico con detalles más viscerales y drásticos".
La literatura está presente no sólo con los propios textos de la artista, sino a través de sus homenajes literarios: de Kafka, Joyce y Faulkner a la generación beat, pasando por T. S. Eliot y Sylvia Plath, y sin olvidar algunos clásicos más antiguos como Melville. También hay cineastas homenajeados: Buster Keaton, otra de sus obsesiones particulares, a quien dedica una de sus instalaciones más conocidas, Times goes by (El tiempo pasa), de 1991, una enorme maraña de rollos de película extendidos por el suelo hasta rodear un par de zapatos del cineasta.
Desde muy joven, la propia Horn también se dedicó al cine, influida por la escuela underground que inició Andy Warhol en Estados Unidos. La exposición de Santiago presenta por primera vez toda su obra fílmica, desde las grabaciones de sus primeras y ya casi legendarias performances hasta sus películas, en las que intervienen algunos actores muy conocidos como Donald Sutherland o Geraldine Chaplin.
Muy identificada con el espíritu de Santiago, Horn reconoce, sin embargo, que una de sus principales dificultades ha sido adaptar la obra a la arquitectura de Alvaro Siza, autor del museo gallego. "Éste no es un lugar fácil para el arte", dice, "resta libertad al artista porque las intenciones del arquitecto son muy claras. Me pasé dos días dando con la fórmula para dialogar con el edificio".
La energía de Compostela
Rebecca Horn captó en Santiago una "tremenda energía" cuando el pasado mes de octubre visitó la ciudad para preparar su exposición con responsables del Centro Galego de Arte Contemporáneo (CGAC). Esa sensación le animó a completar la muestra con otro proyecto entre artístico y pedagógico: invitó a sus alumnos de la Escuela de Artes Superiores de Berlín a convertirse en peregrinos, realizar un tramo del Camino de Santiago y trasladar sus impresiones a una creación artística. El proyecto fue financiado por la Fundación Caixa Galicia, en cuyas salas, además de en los jardines del parque de San Domingos de Bonaval, aledaño al CGAC, se expone ahora el resultado del experimento, un conjunto de instalaciones, esculturas y performances.Los alumnos de Horn hicieron el Camino de Santiago partiendo de lugares distintos: unos, por la tradicional ruta a través de León, y otros, desde Asturias o Portugal. Todos recrearon la experiencia a su manera, aunque algunos se encontraron con acontecimientos que les marcaron más que el propio camino. Es el caso de uno de los artistas que llegó a A Coruña el día en que toda la ciudad se había echado a la calle para celebrar el título del Deportivo. Tanto le impresionó la manifestación de alegría colectiva que ése acabó siendo el motivo inspirador de su obra.
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