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Tribuna
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Aventuras del topónimo

Las academias catalana, gallega y vasca de sus respectivas lenguas le han dado un tirón de orejas a la Española por una cuestión de topónimos. Así, a primera vista, parece lógico pensar que cada una hará con sus topónimos lo que les venga en gana, ya que los consideran suyos y además están llenas de filólogos, que en literatura no sirven para gran cosa, pero en cuestiones de toponimia no hay quien les alce la voz.Pero los topónimos no son solamente unos palabros pinchados en su localidad correspondiente, sino que tienen sus variantes según la lengua en que se los nombre. Decimos, por ejemplo: "Adiós, Conchi, me voy a Cuenca", y todos tan tranquilos. Un poco más raro es decir: "Adiós, Conchi, me voy a A Coruña". La A mayúscula no se diferencia de la a minúscula en la pronunciación, de modo que suena así: "Adiós, Conchi, me voy a a Coruña", y Conchi se queda preguntándose por qué tartamudea el tipo de pronto. "Lo mismo es que tiene un lío en La Coruña y yo sin enterarme", pensará.

¿Y todo por qué?; por el dichoso topónimo. Pero no acaba ahí la cosa. Imagínense ahora que el mismo tipo se va a Londres y le dice a Conchi: "Adiós, Conchi, me voy a London". Conchi pensará, lo mismo que ustedes: "Anda, que valiente cursi se ha vuelto éste". En cambio, si le dice: "Conchi, que me voy a Londres", ella le contestará: "Y yo contigo, vida", porque es lo propio.

Cando falo galego vou á Coruña y voy a La Coruña cuando hablo castellano; I say London when I'm speaking in english y digo Londres cuando hablo en castellano. Es lo suyo. Los filólogos y los académicos no sé cómo harán, pero el resto de los ciudadanos suelen proceder así. Nadie dice (yo creo que ni siquiera los filólogos): "Este verano me lo voy a pasar tumbado a la bartola en una campiña de France". Bueno, pues en España sólo vamos a A Coruña, a Gasteiz y a Lleida porque somos los más respetuosos del mundo con las minorías. Ahí queda eso para ejemplo de las naciones.

Ya sé que el asunto se está volviendo vidrioso, pero antes de empezar a ser vituperado quisiera señalar que yo considero a las culturas de cualquier lugar un sistema de defensa contra la globalidad uniformada. Claro que he dicho las culturas, y no los nacionalismos de oficio, porque las culturas son sencillamente modos de vivir y expresarse y los nacionalismos de oficio son un mercado de puestos de trabajo. Así que conviene distinguir entre la figura del nacionalista y la más específica del profesional del nacionalismo.

Este profesional ha tendido a generar otra cultura: la de la queja y el lamento. Y cada noche, antes de acostarse, los más ávidos se devanan los sesos pensando cómo chinchar con otra nueva queja a la mañana siguiente para halagar y enardecer los bajos instintos de la clientela. No digo que éste haya sido el papel de los académicos y filólogos de referencia, al menos por lo que conozco y aprecio de veras en varios de ellos, pero en tanto el nacionalismo sea una máquina de impregnar de conflicto todo el marco social, desde lo más serio a lo más nimio, cualquier actitud que provenga de ahí estará bajo la sospecha de que se trata del enésimo esfuerzo para seguir atizando el fuego sagrado. Es el sistema denominado "jaque permanente", origen y ser del profesional del nacionalismo.

Yo sigo haciendo mis deberes; o sea: leo en la intimidad en catalán y gallego (vascuence no, porque eso es para nota) y sigo aprendiendo y visitando lugares ajenos. Por eso, porque aprecio tanto esas culturas y porque tengo buenos amigos que pertenecen a ellas de inteligencia y corazón, me molesta tener que estar recibiendo día a día noticias que proceden fundamentalmente de la cultura universal de la queja y el lamento; sobre todo pensando que el mundo es tan grande, y España, Galicia, Cataluña y las Vascongadas, tan pequeñas.

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