Los hijos del exilio
,Nicolás era demasiado pequeño a principios de los ochenta como para comprender el significado de la palabra dictadura, pero ya intuía que no era nada bueno. Sabía que era la causa del exilio de sus padres en México y poco más. De aquella época sólo recuerda la imagen de su madre, llorando por un nuevo amigo desaparecido. Ahora, Nicolás Sguiglia vive en Málaga y junto a un puñado de hijos de exiliados argentinos ha impulsado una asociación para denunciar las atrocidades cometidas en ese país durante la dictadura (1976-1983). La organización, llamada precisamente Hijos, es una delegación de la que a principios de los noventa se creó en Buenos Aires para exigir que se investigara la apropiación de menores descendientes de desaparecidos por parte de los militares; para esclarecer la identidad de esos chicos que tenían como padres a los verdugos de sus verdaderos progenitores. "Luchamos por la justicia y contra el olvido", resume Violeta Schargordsky. Y añade con evidente resignación: "Ya que esos criminales no están en la cárcel, queremos que el mundo los conozca, que los condene, que les grite 'asesinos' donde quiera que vayan para que pase como con los nazis, que no encontraban lugar donde esconderse".
Violeta salió de Argentina con apenas dos años. Huyó con sus padres y sus tres hermanos a través de la frontera con Brasil. Después vino el exilio sueco. "Había tantos exiliados en Suecia que creía que allá sólo vivían argentinos", se ríe. Después descubrió que también había chilenos y uruguayos y bolivianos... "Yo me salvé de que me regalaran como a un gatito", dice en referencia a un reciente informe que revela que los hijos de desaparecidos eran repartidos como mascotas entre los milicos.
Hijos tiene delegaciones en Barcelona, Madrid y Valencia. La de Málaga comenzó a funcionar hace apenas un par de meses y es la única que existe en Andalucía. Está formada por una decena de jóvenes con más voluntad que medios.
Los integrantes de la asociación ven con buenos ojos, aunque desde una perspectiva muy crítica, las actuaciones del juez Baltasar Garzón. "Siempre es positivo que salga a la luz lo que hicieron estos criminales, pero no nos creemos la cara justiciera del guaperas de Garzón", comenta Nicolás.
En cada frase, los jóvenes muestran una fuerte formación política. "No sólo queremos que se conozca la brutal represión que hubo en Argentina, sino en toda América Latina porque como resultado de esa carnicería el terror ha quedado implantado en el subconsciente colectivo", añade Santiago Rodríguez.
Él sabe del miedo porque sufrió el exilio interior. Sus padres decidieron permanecer en Argentina durante la dictadura, aunque finalmente emigraron a Málaga en 1997, decepcionados porque la democracia no impartía justicia. Santiago se queja de que a sus viejos (padres) la dictadura le robara un trozo de sus vidas. "Es un dolor que yo he mamado desde chico. Tal vez por eso estoy en Hijos. Por eso y porque la impunidad continúa".
Una canción argentina dice: "Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia". Este puñado de jóvenes pretende justamente escribir la otra historia y lograr justicia. Por lo menos con la memoria.
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