_
_
_
_
_

Parte de la muralla medieval de Segovia corre peligro de derrumbarse

Una zona del lado norte de la muralla medieval de Segovia, a lo largo de unos 300 metros, se encuentra en peligro de derrumbamiento, como ocurrió con el cubo número 23 en la madrugada del 26 de agosto de 1998, que se desplomó totalmente contra el suelo debido a un agotamiento de los cimientos y a las escorrentías.Se trata de la parte más delicada de este monumento segoviano, incluido en la declaración de patrimonio de la humanidad por la Unesco, casi en línea recta entre el arco de Santiago y la iglesia de San Juan de los Caballeros, donde se han venido originando desprendimientos, desde siglos atrás, debido al efecto de las aguas subterráneas y a la erosión interna del terreno sobre el que se cimenta la fortificación.

Ante la alarma originada, el alcalde de Segovia, José Antonio López Arranz, de UC-CDS, que gobierna en coalición con el PP, ha anunciado la inminente redacción de un plan director de restauración. No obstante, ha advertido de que el municipio no puede ir solo en este proyecto, porque, a su juicio, será precisa una importante inversión y, "como ciudad patrimonio, el resto de las administraciones tendrá mucho que decir".

Desde 1983, la Junta de Castilla y León ha invertido un total de 320 millones de pesetas en la conservación de esta muralla, mandada construir por AlfonsoVI, con un perímetro total de tres kilómetros de longitud. Los últimos 150 millones se han gastado en el último año para reconstruir el cubo derrumbado y consolidar el entorno.

Movimientos geológicos

El catedrático de Mecánica del Suelo José María Rodríguez Ortiz, responsable de los estudios técnicos realizados sobre la muralla, ha asegurado que "se acabará la raza humana y seguirá el cubo, pero no me atrevo a dar nada por lo que respecta a la zona norte", que se puede venir abajo al estar en una vaguada, sobre una zona muy débil que padece movimientos geológicos internos por el agua que arrastra los niveles más blandos de la tierra, no sólo procedente de la lluvia, sino de la filtración de algunas tuberías próximas.Durante casi un año, en la zona del cubo número 23 se han colocado 25 bulones de 12 metros y 180 anclajes de 20 metros, reconstruyéndose la base con micropilotajes, a base de 32 micropilotes de 30 metros de profundidad, entre otros trabajos, además de su reconstrucción con los mismos sillares que se habían caído.

Rodríguez Ortiz explicó que durante las obras se descubrieron cosas con las que no se contaba, como cuevas y grietas por la parte trasera, que, a su juicio, "no se podían dejar así, porque hubiera sido mantener una bomba de relojería debajo del nuevo cubo, por lo que se emplearon tres meses en el tratamiento de todos esos agujeros, metiéndose más de 1.000 metros cúbicos de hormigón".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_