Los hermanos Ikonovicz
Pocas familias pueden simbolizar las contradicciones y los extremos que se han generado en la sociedad polaca desde la caída del régimen comunista hace diez años como la de Miroslav Ikonovicz, el que fuera corresponsal de la agencia oficial polaca, PAP, en Madrid, dedicado a informar sobre la transición española.Su hijo Piotr lucha enfurecido contra una política oficial que en algunas regiones pobres de Polonia "hace que los niños se desmayen en los colegios porque llegan sin haber podido desayunar en casa o sin dormir, porque alimentan a sus familias yendo a Berlín a robar". Es presidente del Partido Socialista y considera que las desigualdades que provocan las reformas económicas llevan al país, irremediablemente, hacia el estallido social.
En la ciudad de Radom, Piotr organiza piquetes de autodefensa de los inquilinos para impedir que sean desahuciados por falta de pago. "Están malvendiendo el país y sumiéndolo en la miseria", sentencia.
La hermana de Piotr, Magdalena, tiene una relación mucho menos hostil hacia la política de privatización y vocación neoliberal del Gobierno. Gracias a dicha política y a su arrolladora iniciativa es hoy la gran dama de la restauración en Polonia y una joven millonaria.
Ella había dado sus primeros pasos en un pequeño restaurante del barrio madrileño de Malasaña. Llegó a Varsovia de la mano de su segundo marido, quien acababa de recuperar, tras la caída del régimen, un café en el parque de los Sajones en el centro de la ciudad que le había sido expropiado a su familia después de la guerra.
Adoptó el nombre del marido y, como Magda Gessler, se puso a dirigir aquel local. Hoy, separada ya de su marido tiene en propiedad dos de los mejores restaurantes de lujo de Varsovia, en plena plaza de la ciudad vieja, Foukier y Tsarina. Siempre están llenos, pese a unos precios que harían temblar al presupuesto anual del partido político de su hermano.
En la ciudad báltica de Sopot ha comprado dos restaurantes y dos pastelerías en la capital, perfectamente inasequibles para el 98% de la población. Y, sin embargo, vende pasteles. Paradojas familiares y abismos sociales polacos 10 años después de la caída del régimen.
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