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47º FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Kasdan abre la competición con un filme optimista pese a su trasfondo amargo

La visita de Tippi Hedren, Melanie Griffith y Antonio Banderas despierta el entusiasmo

La película estadounidense Mumford, escrita y dirigida por Lawrence Kasdan, inició con un juego de comedia ágil e inteligente el concurso de esta edición del festival donostiarra. Recibió la muy atípica comedia -divertida, optimista, llena de finales felices, pese a su trastienda amarga y grave- una larga ovación de los muchos centenares de invitados que llenaban la sesión inaugural, que tuvo lugar anoche en la gran sala del edificio Kursaal. De todos modos, la expectación en San Sebastián estuvo concentrada en torno a Tippi Hedren, una de las musas de Alfred Hitchcock, que estuvo acompañada por su hija Melanie Griffith y por su marido, Antonio Banderas, que presentará su última película en el festival.

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Lawrence Kasdan es uno de los primeros herederos directos del movimiento regenerador del cine estadounidense que iniciaron Francis Ford Coppola, George Lucas, Steven Spielberg y otros grandes cineastas en los años setenta, cuando dieron la espalda al Hollywood decadente e iniciaron una febril recuperación de las tradiciones del Hollywood clásico. Hace un cuarto de siglo, Lawrence Kasdan era un joven superdotado escritor de películas que, con menos de 30 años, escribió el guión de En busca del arca perdida y los de El imperio contraataca y El retorno del Jedi. El crédito que le dieron estos trabajos abrió camino a su pasión por dirigir él mismo las películas que escribía y de ahí nacieron, en 1981, Fuego en el cuerpo y, en 1983, Reencuentro, sus películas admirablemente escritas, pero no tan admirablemente dirigidas.Un guión casi perfecto

Ahora, tras algunos filmes de encargo, vuelve Kasdan a su redil personal con Mumford y volvemos a toparnos con un guión que roza, tanto en construcción como en verbalización, lo perfecto, pero puesto en pantalla por una dirección experta pero eclipsada por la brillantez de la escritura. Ésta es, en el buen cine de ficción, básica, indispensable, pero la puesta en pantalla debe estar como poco a su altura, cosa que aquí no ocurre, como antaño, del todo. Kasdan se acerca, pero no llega, como dejan ver sus dificultades para dar presencia en la pantalla a los enigmas del fuera de campo y del fuera de tiempo, esas zonas subterráneas que crea toda gran dirección y que alimentan el vigor de las evidencias de la imagen.

Ha urdido Kasdan en Mumford una tan singular comedia que vulnera por completo los patrones del género. Es un trenzado coral agilísimo, pero denso y complicado -el reparto abarca nada menos que 60 actores-, que no obstante permite ver cada uno de los hilos que lo tejen y cada uno de los itinerarios mentales que los personajes recorren.

Los dibujos de caracteres y comportamientos están trazados con tiralíneas, reina en ellos la exactitud y el conocimiento de los resortes que disparan los comportamientos de la gente común. No hay desperdicio, nada sobra; no hay retórica, nada falta en este juego de emparejamientos optimistas y de hábiles e ingeniosísimos juegos de happy end, bajo los que se adivina una mirada fraternal de Lawrence Kasdan hacia los individuos que crea y maneja, mientras éstos deambulan en una sociedad agobiante, que vulnera con un poso amargo y duro el optimismo del relato. La película se respira, sus ritmos dan bienestar, divierte, cautiva por el ingenio de sus diálogos, vence y convence.

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