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GUERRA EN YUGOSLAVIA Los refugiados

El dinero prometido por el Gobierno no llega a los refugiados albanokosovares en Sigüenza

La ONG que cuida de los deportados depende de la ayuda de vecinos y proveedores

Soledad Alcaide

Muchas promesas, pero el dinero no llega. El Gobierno ofrece millones cuando habla de ayuda para los refugiados albanokosovares, pero en el seminario de Sigüenza (Guadalajara), donde se aloja el primer grupo que llegó a España, han tenido que reinventar el milagro de los panes y los peces. "De momento no hemos visto ni una peseta", dice Braulio Carles, director del Centro de Refugiados de Sigüenza, que gestiona la ONG Asociación de la Comisión Católica Española de Migración (ACCEM). Eso no ha impedido que desde su llegada los 102 refugiados hayan tenido todo lo que necesitan.

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En parte porque la solidaridad de los vecinos ha proporcionado ropa, alimentos o juguetes, pero, sobre todo, porque la experiencia de la ACCEM permite que puedan adquirir lo necesario retrasando los pagos. "Trabajamos con gente que nos fía", explica Carles. Así confían en aguantar el tiempo que permanezcan en el centro los refugiados, de 15 días a dos meses según el último plazo que les ha dado el Imserso. Si la estancia se alarga, la ACCEM no descarta recurrir a los créditos y confía en los donativos."Aunque recibamos dinero de la Administración", prosigue, "sabemos que no va a cubrir todo lo que hemos invertido en infraestructura". Se refiere al dinero que han gastado en acondicionar el seminario de Sigüenza, deshabitado desde agosto. Eso incluye la revisión de la instalación eléctrica, que pedía una gran potencia para poder caldear un edificio del siglo XVII construido en piedra. Van a instalarse también varias lavadoras -hasta ahora, los refugiados tenían que lavar su ropa a mano- y, además, en esta partida la ONG incluye el gasto en toallas, sábanas, mantas y artículos de higiene personal o la cuenta del teléfono.

Los problemas del idioma

Los voluntarios, dos docenas, resuelven con imaginación otros problemas más urgentes que el del dinero. Aunque disponen de seis traductores (dos contratados y el resto voluntarios), sólo tres están permanentemente en el centro, por lo que la comunicación "se hace como se puede". Si los traductores no están se acude al inglés, que la mayoría de los jóvenes refugiados chapurrea, o a Melinda, una niña que aprendió castellano "viendo las telenovelas y con las películas de Marisol". Y si no, "por señas". El jueves, como no llegaban diccionarios, se repartieron fotocopias con la traducción al albanés de palabras básicas en español."Los primeros días los hemos pasado intentando acostumbrarnos a nuestro nuevo hogar", dice Sadik, de 30 años, que va a convertirse en el padre del primer refugiado nacido en España, a finales de esta semana. Pero el descanso está llegando a su fin: pronto habrá actividades para todos. Los 32 niños en edad escolar irán a clase en los cuatro colegios del pueblo -dos maestras van a orientar su integración-, mientras los adultos recibirán clases de español con profesores de la Universidad de Alcalá de Henares, y poco a poco se incorporarán a talleres ocupacionales o al programa de reinserción laboral del centro, que les proporcionará empleos gracias a un convenio con el Ayuntamiento.

"La mayoría viene de un ámbito rural y queremos que hagan lo más parecido a lo que hacían en su país", explica Carles. A la vez que se integran en el pueblo, se responde a la propia petición de los refugiados, quienes, "avergonzados de estar de prestado", han dicho: "Por favor, que hagamos algo".

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 

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