La obesidad infantil se debe en un 60% a la dieta, y en un 40% a factores genéticos
El exceso de peso en los niños provoca luego problemas cardiovasculares y diabetes
El estudio de la obesidad es aún joven. Hasta hace pocos años no se la consideraba una enfermedad, y menos en la infancia. Un niño redondo era frecuentemente piropeado. Y si hay un trastorno alimentario que ha acaparado todo el interés social y, desde hace poco, sanitario, ha sido la anorexia, por su espectacularidad y porque mata más rápido que la obesidad. Un trampa, porque la obesidad infantil (considerada la etapa que discurre desde el nacimiento hasta los 14 años) trae consigo a largo plazo enfermedades cardiovasculares, diabetes y propensión al cáncer. "Estamos haciendo votos para que en diez años nos encontremos ante una situación seria, nos estamos acercando a las grandes prevalencias de obesidad infantil de los países anglosajones", señala Javier Aranceta, coordinador del Plan de Nutrición del Gobierno Vasco. De momento, según sus datos, la prevalencia (número de enfermos), en España, indica que de un 3% a un 9% de la población infantil tiene sobrepeso. (En EEUU, entre un 15% y un 25% de los niños pesa demasiado).La obesidad infantil se aprecia a partir de los tres o cuatro años de edad, y no en la pubertad como a menudo se piensa. Se sabe que la obesidad aumenta con la edad y en esa época de la vida afecta más a los niños que a las niñas, al contrario que en edades adultas. Un niño obeso tiene un 40% de posibilidades de ser un adulto obeso. Si a su padre le sobra grasa, el niño tendrá un riesgo del 25%; si le ocurre a su madre el peligro se duplica. Y si son los dos gruesos los hijos contarán con un 65% de probabilidades de ser gordos de por vida. Es la fatalidad de la genética, cuya influencia en esta enfermedad supone un 40%.
Alimentos de la felicidad
La obesidad infantil, como toda enfermedad crónica, es multifactorial, y en un 60% de los casos contribuyen factores de tipo ambiental. Los más importantes son la falta de ejercicio y una dieta incorrecta.Los expertos advierten de que las nuevas formas de ocio infantil (ordenadores, consolas y demás artilugios) favorecen el sedentarismo, y respecto a la dieta se produce una paradoja: Los adultos de los países anglosajones intentan adoptar la dieta mediterránea, mientras que los niños españoles se acercan rápidamente a una alimentación abundante en azúcares, propia de esos países. Lo cual conforma un círculo vicioso.
"El niño obeso tiene problemas de relación, es más torpe y eso le deprime. Esa frustración la compensa con más alimentos dulces, los llamados alimentos de la felicidad, para aumentar la serotonina (un neuromediador que mantiene el estado de ánimo)", según Aranceta.
Pero existen otros casos de obesidad infantil que todavía se escapan a la medicina. "Hay gente que come como una lima y no engorda y otra gente a la que le pasa al revés. Entonces no sirve como explicación hacer un balance entre el gasto energético y la comida", afirma Basilio Moreno, endocrinólogo del hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Este experto apunta una posible teoría, aún en fase preliminar, para esclarecer alguna otra causa de la obesidad infantil, que ya se anunciaría en el seno materno: en esas edades las células no sólo aumentan de tamaño, sino que se multiplican. "La alimentación intrauterina ya está diferenciando los centros reguladores del apetito y de la saciedad".
Centros reguladores
"Por lo tanto, en esa etapa, una falta de nutrientes provocará que los centros reguladores exacerben y estimulen los centros de producción del apetito, lo cual predispondría al embrión a la obesidad cuando alcance la edad adulta", explica este endocrinólogo.Por eso Moreno -quien afirma que se está aprendiendo mucho sobre la obesidad en los últimos años- subraya que la que afecta a los niños no es sólo un problema de balance energético.
Los especialistas coinciden en que a la hora de medir la obesidad tropiezan con un inconveniente: el niño crece y eso despista a la hora de medir su peso. A veces presenta unos michelines, antes de un estirón, que no suponen síntomas de obesidad. La aproximación actual está poniendo en relación la talla y el peso con la edad.
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