El Gobierno y la guerrilla inician hoy en la selva las discusiones en un ambiente optimista
Hay buenas razones para creer que el proceso de paz en Colombia ha comenzado con buen pie. Y hay que decir ha comenzado porque, aunque hoy, jueves 7 de enero, se va a producir en la localidad remota y guerrillera de San Vicente del Caguán el inicio oficial de las conversaciones con la presencia del presidente de la República, Andrés Pastrana, y el jefe del ejército irregular quizá más poderoso del mundo, Manuel Marulanda, Tirofijo, la negociación dio ya un primer paso trascendental en las pasadas fechas navideñas con la reunión entre los guerrilleros y funcionarios de Estados Unidos.
El prólogo a la cita de hoy entre el Gobierno colombiano y la cúpula de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) no pudo ser mejor. En San José de Costa Rica, Phil Chicoll, representante del Departamento de Estado de EEUU, se entrevistó en secreto con Raúl Reyes, comandante de las FARC. La iniciativa provino conjuntamente de Washington y el Gobierno de Bogotá, que situó a un delegado en la reunión, para comprobar hasta qué punto es auténtica la decisión de la guerrilla de erradicar el cultivo de la coca a cambio de una profunda reforma del Estado y algún tipo de participación en el poder.
La línea dura del Congreso de EEUU ha mostrado su preocupación por las aparentes concesiones que ha obtenido la guerrilla desde la toma de posesión presidencial de Pastrana el pasado 7 de agosto. Por tres meses, desde el pasado 7 de noviembre al próximo 7 de febrero, el Estado ha despejado de policía y Ejército una zona de cinco municipios y 42.000 kilómetros cuadrados en las provincias del Meta y el Caquetá, donde van a comenzar las conversaciones formales hoy.
La derecha estadounidense teme que el despeje sirva para acrecentar el control de las FARC sobre el cultivo ilícito -del que hay unas 20.000 hectáreas en la zona- hasta, eventualmente, permitir su extensión. Por eso la cena de Navidad de San José era una ocasión para que Reyes, que va a ser uno de los negociadores de las FARC, persuadiera a EEUU de que la destrucción de la coca puede hacerse realidad.
Todo esto sugiere que el encuentro de San Vicente, y los que le sigan, aunque constituyen un momento histórico y fotográfico que puede quedar como el pórtico de la paz, sean más bien la ratificación de decisiones que se tomen con más intimidad.
Las FARC, que han ido de éxito en éxito contra el Ejército en los últimos años, tienen, sin embargo, también por primera vez mucho que temer de EEUU, que hasta ahora hacía como si la guerra fuera un asunto interno colombiano. La guerrilla sabe que los satélites norteamericanos tienen alicatados todos sus desplazamientos, acampadas e ingeniosidades tácticas y, próximamente, un batallón del Ejército va a ser adiestrado por 300 asesores de Washington en la lucha contra el narcótico. ¿Hacen falta 300 para entrenar a un millar?
El cuadro de la negociación que comienza hoy parece ser el de un presidente audaz y maniobrero y un atezado líder del matojo y la emboscada que han llegado a apreciarse; ambos, con el propósito de hacerse un día la foto-coronación de la paz, en la que se les vea arrancando plantas de coca, con el embajador de EEUU al fondo contemplándoles paternal y sonriente. Pero ambos pueden tener el problema de vender un acuerdo que implicará renuncias tanto del establishment como de los irregulares, sus públicos respectivos. Por ello, no parece que el líder de las FARC pueda decretar una tregua, al menos oficial, porque el término suena a rendición a una guerrilla cuyos colegas ya fueron aniquilados cuando depusieron las armas hace unos años; ni que el presidente pueda llevar adelante el intercambio de insurgentes presos por soldados y policías secuestrados antes de que se hayan dado pasos visibles hacia la concordia.
El director de esta historia, un colectivo en el que cada vez Washington se hace más prominente, parece a punto de decir a los congregados de esta mañana en San Vicente: silencio, se negocia.
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