Pimientos morrones y kiwis
MADRID
Hace muchos años, alguien me comentó algunas propuestas oídas a propósito del Valle de los Caídos, al mismo tiempo que obreros encapuchados, disfrazados de geos, bajo protección policial, con nocturnidad y alevosía retiraban la contundente estatua ecuestre del general Franco de la plaza del Generalísimo en Valencia. ¿Cuántas se retiraron y cuántas quedan aún? ¿Qué hacer con ellas? Pues colocarlas todas juntas en la mismísima explanada frente a la Cruz de los Caídos. Colocarlas matemáticamente a pocos centímetros unas de otras sin tener en cuenta tamaño ni tonelaje. Desde el pisapapel doméstico a la imponente masa escultórica, sin distinción ni reparos.Ya imagino que la idea no es nueva, pero sí atractiva y de fácil aplicación. Todas juntas a la luz del sol como guerreros chinos, como caballos y aguerridos caballeros ferrolanos.
Inspirándome en esta idea quisiera proponer al señor Álvarez del Manzano, alcalde de Madrid, que concentrara delante del balcón de su despacho, todas o unas cuantas de las esculturas que él dispersó y dispersa generosamente por calles y plazas matritenses. Cada pieza tendría a su lado un municipal -previamente distraído de su personal guardia pretoriana- al cuidado de la escultura asignada que vigilaría y regaría diariamente. Más tarde, una vez terminado su mandato -lo más tarde posible naturalmente- él mismo podría llevárselas a su cortijo de Sevilla, bien plantadas entre olivos y alcornoques, donde terminarían su vida en paz. Las esculturas unidas soportan bien la crítica y jamás serán vencidas. Solas a veces son poca cosa.
Una de las portadas de prensa más duras y más bellas que he tenido ocasión de ver desde que manoseo papel de periódico mostraba la escena siguiente: El Yiyo muerto, vestido de luces, yaciendo en la cama donde probablemente fue engendrado y su madre acostada a su lado, ofreciendo al fotógrafo un rostro sin lágrimas porque ya no tenía ni una más que gastar. ¿Se puede aceptar que ese pimiento morrón ennegrecido por la típica pátina "España-hollín" erigido a pocos metros de la puerta grande de la plaza de toros de Las Ventas pretenda recordarme a ese hombre y ese dolor?...
Como es natural no comentaré la estatua en negro homenaje a don Juan situada entre el aeropuerto y ARCO, porque desde hace bastantes años, en mi papel de viejo republicano, decidí no comentar jamás los gustos de la Corona; pero sí diré que la Violetera de Alcalá-Gran Vía me produce por lo menos desazón... Esa costra de secular arrepentimiento español que la envuelve sólo puede gustar al responsable de la doble fila, del reparto indiscriminado, de la vulgaridad y del ruido. Cruzaba desde muy niño todos los domingos por la mañana desde la iglesia de San José hasta la hoy Violetera, bajo el Fénix español para echarme en brazos de mi abuelo que me esperaba a pie firme en la peluquería del hotel Regina. A él lo afeitaban y a mí me arreglaban el tupé y la raya al lado... A veces me pregunto angustiado qué hubiera sido de mi vida si por aquellos años me hubiera topado todos los domingos de Dios con este otro cínico pimiento morrón. Pero ¿qué delito cometí para vivir a mis sesenta años y en mi ciudad rodeado de esta enciclopedia de criminales soplidos estatuarios?... He debido de pecar mucho, me imagino.
También he descubierto últimamente que a los pintores en Madrid se les da poca altura. El Velázquez de la calle de Lista es liliputiense y el último desaguisado del alcalde, la cabeza de Goya, frente al metro del mismo nombre, no llega ni hasta la nuez, sólo tiene peana, y grande. Ensaladas de pimientos morrones combustionados me persiguen y me acongojan... Plazas llenas de delfines en forma de palometas sedientas me recuerdan miedos y desmanes. Me he dado cuenta de que en Madrid los escritores están mejor tratados que los plásticos. Los premios Nobel tienen más peso, más envergadura. La cabeza -por ejemplo- de Vicente Aleixandre es gigantesca, es enorme aunque representa poco a uno que no salía jamás de casa, pero -repito- tiene peso específico por escritor y por Nobel... Don Camilo José Cela a mi parecer necesitaría un buen sitio en la capital. Sugiero desde ya el arco central de la Puerta de Alcalá que no es un arco pero sí una puerta. Allí se erigiría una cabeza descomunal -mucho más grande que la de Aleixandre- de granito o preferentemente de bronce (pátina ibérica azabache culo de yegua) pero tan espléndida que obturaría todo el espacio y que impediría que ni un solo rayo de luz pasara de lado a lado... Y luego dicen que no tengo ideas, brazos son los que me faltan. Carlos, príncipe de Gales, proclamaba con razón dirigiéndose a responsables urbanos que "deberían reconocer al menos el mérito de la Luftwaffe, que cuando destruyó nuestros edificios se limitó a dejar las ruinas sin sustituirlas con algo peor. Esto lo hemos hecho nosotros"... Aquí se podría decir lo mismo sobre las ruinas del franquismo, nosotros, la democracia, hemos construido lo peor...
Sé que el alcalde de Madrid pensará que ya he empezado mi pequeña y particular campaña electoral contra él. Se equivoca de pe a pa. Le voy a votar porque quiero que siga destruyendo Madrid, que lo arrase, lo rompa, lo are, lo trille y nos lo deje definitivamente zanjado de una vez para siempre.
BARCELONA
En la vertiente opuesta a esta pesadilla se encuentra Barcelona: Madrid gobernada por ediles y alcaldes y la ciudad de los condes por arquitectos y diseñadores; pero es exactamente lo mismo. La pesadilla es idéntica.Miró fue excelente pintor, no sé por qué un maldito día se le ocurrió hacer esculturas y de ahí viene la catástrofe. Calder, que es un escultor y bueno, se empeñaba en hacer mirós al mismo tiempo que éste querría hacer esculturas de Max Ernst. Tàpies, que siempre ha seguido disciplinadamente la traza militar de Miró, aún cree que se puede hacer esculturas serias con una silla payesa, una sandía partida en dos y un somier... Pues no, aunque el conglomerado esté patinado de verde turquesa. Aunque la pátina verde turquesa se vista de seda, mona se queda... Su estación de autobús -tipo kiwi- acristalada y mojada constantemente para que no se autoqueme es un ejemplo de lo que no se puede propinar impunemente a paseantes y escolares.
La escultura-parrilla pájaros fritos que se quedan atrapados en la avenida de Icaria es otro kiwi, otra horterada moderna provincial. Protégenos, Señor, cuando al arquitecto no le basta ser arquitecto y quiere ser más, siempre más. Quiere ser artista, escultor y se alía supongo en plan familiar con otro compañero, en este caso compañera (Enric Miralles y Carme Pinós Sáenz). A esa barbacoa renegrida parece ser que los autores la han bautizado con el nombre de "pérgolas". Sí, "pérgolas", así como suena. Y no hablemos ya del baúl del Tesoro de Jaume Plensa en el Borne en forma de tartera para obreros anglosajones de la construcción, con aquellas pelotas de hierro numeradas debajo de los bancos invitantes para perros y gatos.
La tonta Suite matemática de Mario Merz en la Barceloneta con neones que un día sí y otro no funcionan es otro kiwi, otra pequeña muestra del papanatismo que a veces escultóricamente y a veces arquitectónicamente domina esa magnífica ciudad. Y ahora me pregunto: ¿puedo decirlo todo o me lo tengo que callar? ¿Son convenientes y políticamente correctos estos comentarios? ¿O tengo que seguir comiéndome estos kiwis amargos sin rechistar? Una de las muchas interrogantes que todavía continúan atenazándome.
Eduardo Chillida, que dice siempre que elige sitios sublimes para sus esculturas y que es una de las pocas cosas serias en toda esta broma pesada, acepta sin problemas emplazamientos dudosos para sus obras a veces mal colocadas y peor sostenidas. El Museo de Esculturas al abierto de Madrid debajo de un puente del paseo de la Castellana es un buen ejemplo de lo que estoy afirmando. Debajo de un puente solamente se puede defecar o lavarse los calcetines...
GRENOBLE, VALENCIA ALCORCÓN Y OVIEDO
Hace pocos días he recibido una carta de la alcaldía de Grenoble en la que se me comunica que van a destruir el único mural que he pintado en mi vida y que todavía y por poco tiempo espero se puede ver en la plaza de Jean Achard de Grenoble (Isère) y puedo afirmar que ésta es una de las decisiones más justas y más inteligentes que su alcalde ha tomado últimamente. A pesar de que esta idea creo le ha sido soplada en la oreja por un grupo de arquitectos de vanguardia.Jamás olvidaré el semblante severo, crítico y encendido de una señora que me interpeló públicamente mientras yo firmaba ejemplares en una librería de la ciudad de Stendhal... La dama me decía a gritos y entre sofocos que sus ventanas daban justo enfrente a mi mural y que no lo soportaba. Mi mural le hacía la vida imposible... No he aceptado ni aceptaré nunca pintar otro mural. Su regañina surgió efecto y me parece que cuando los camiones se lo lleven troceado entre viejas neveras y bolsas de basura y lo tiren a una descarga me sentiré mucho mejor.
Recientemente he rechazado el ofrecimiento de hacer una escultura al abierto en Valencia para ornamentar esa arquitectura de yugos y flechas de Calatrava que tanto me gusta. La condición impuesta era que la obra no tenía que rebasar el metro ochenta, supongo que con la idea de no dañar la perspectiva arquitectónica. Creo que hubiera aceptado el encargo si se me hubiera obligado a no levantarme más de veinticinco centímetros del suelo y si me hubieran garantizado que no llovería encima.
Me dicen que Oviedo y Alcorcón tienen la intención de encargarme dos esculturas grandes. Lo ha publicado La Nueva España y EL PAÍS... Que Dios me coja confesado y que ovetenses y habitantes del sur de Madrid se confiesen también.
Babelia
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