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Una exposición en Barcelona bucea en la secreta identidad del monstruo

El CCCB propone un viaje sensorial y poético a las raíces del miedo

Jacinto Antón

"Hemos huido radicalmente de la imagen de casa de los horrores", decía ayer, durante la visita a la exposición La sonrisa del monstruo, el director del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), Josep Ramoneda. Desde luego, nada más alejado del grand guignol, del gore y del tren de la bruja que esta exhibición conceptual, abierta en sus significados, esencialista casi hasta el minimalismo y de emoción contenida, que ocupa el CCCB con el objetivo de invitar a una reflexión sobre la identidad del monstruo.

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Fruto de la oscuridad

La exposición, inaugurada ayer, constituye la primera actividad del Festival Internacional de Teatre Visual i de Titelles de Barcelona, que presenta un amplio programa con espectáculos, conferencias y proyecciones y que arranca oficialmente el viernes.En el recorrido de la exposición del CCCB hay un momento especialmente revelador del espíritu que la anima: al acercarse el visitante a un monitor, un mecanismo pone en marcha un vídeo con fragmentos de filmes de terror en los que el protagonista mira hacia la cámara -el espectador- y grita aterrado por lo que ve.

La exposición, que propone un viaje sensorial y con una gran carga poética, se plantea como un recorrido a través de diferentes escenografías que representan los espacios donde se incuba o reside el monstruo: el bosque, la cueva, la habitación del niño, el salón -presidido por la televisión-, la feria y la plaza.

El paso de un ámbito al otro se realiza a través de pasillos laberínticos punteados por elementos simbólicos. En la exhibición se observan influencias de la poesía visual de Joan Brossa y de la imaginería asociada al psicoanálisis junguiano.

El trayecto se inicia en una verja de hierro que sugiere la entrada a un cementerio, castillo o mansión gótica a la que se llega por un camino flanqueado por guijarros luminosos. Una inscripción de Cervantes, "el miedo tiene muchos ojos", alude al propósito de los creadores de la exposición de que ésta constituya una experiencia abierta, en la que cada visitante haga su lectura con el recurso de su almacén personal de imágenes y emociones. "Cada uno ha de viajar a las propias raíces del miedo", señalan al respecto los comisarios Juan José Caballero y Jaume Auriach.

Las referencias literarias (Calvino, Hoffman, Rimbaud, Poe, Céline) jalonan los diferentes espacios. El del bosque es un túnel de tela en el que se dibujan frondosidades. En el de la cueva, una pila de monitores emite imágenes de fuego y monstruos mitológicos. En la habitación infantil -donde es difícil sustraerse a una honda sensación onírica-, las sombras están preñadas de monstruos y la ventana -una gran pantalla- se abre a escenas fantásticas.

Tras un pasillo en penumbra lleno de puertas entreabiertas que recuerda el universo de Cocteau, el plácido salón de la casa deviene un paisaje del horror por efecto de las televisiones en las que se suceden testimonios de asesinos en serie, noticiarios del espanto y reality shows.

Es muy bello (y brossiano) el ámbito de la feria, lugar por excelencia de lo monstruoso, consagrado bajo una frase de Maupassant: "Todo es falso, todo es posible, todo es dudoso". Imágenes de Freaks, de Tod Browning, espejos deformantes, máscaras orientales y una escenografía de color rojo vivo configuran este sugerente espacio.

El ámbito de la plaza se centra en la masa -en el sentido que le dio Canetti- como expresión del monstruo expulsado del interior del hombre y agigantado en la suma de individualidades.

El último espacio muestra otra exteriorización del monstruo, la más popular, la pantalla cinematográfica: en una pequeña sala de exhibición se proyecta un cortometraje de seis minutos sobre el monstruo del imaginario moderno -zombis, gremlins, aliens, hellraisers- que se cierra con la imagen congelada del rostro del monstruo de Frankenstein sonriendo.

La exposición, que podrá verse en el CCCB hasta el 10 de enero, se complementa con un ciclo de cine que se desarrollará en el vestíbulo del centro y que incluirá dos sesiones de cine concierto: la proyección de Nosferatu, de Murnau, con música original y en directo de Jordi Sabatés, y de El Golem, de Paul Wegener, sonorizada por el pinchadiscos DJ Sideral.

La sonrisa del monstruo, producción del CCCB y el Institut del Teatre, parte de una idea original del director del festival de teatro visual y marionetas, Joan Baixas. El diseño del espacio y la dirección del montaje los ha realizado la prestigiosa escenógrafa Montse Amenòs. Un elemento fundamental en la exposición es el omnipresente sonido ambiental, obra del músico Josep M. Berenguer.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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